El gran superviviente
Soldado, prestidigitador, actor, pacifista, agitador. Yasir Arafat amalgamaba ayer brillantemente esos papeles conjug¨¢ndolos con la astucia y el caos que han moldeado su vida a lo largo de sus 65 a?os. Arafat lleg¨® triunfalmente a Gaza para la prueba m¨¢s dif¨ªcil de su azarosa carrera al frente de una revoluci¨®n que, si bien ha perdido va por, no abandona a sus h¨¦roes.Sonriendo a la multitud, los brazos en alto, los dedos en V, Arafat era ayer el retrato de un adalid que conoce y goza cada instante de un triunfo porque mejor que nadie conoce lo ef¨ªmero de la gloria. ?Cu¨¢ntas veces fue el hombre del d¨ªa? ?Cu¨¢ntas veces se ha escrito epitafios pol¨ªticos para este dirigente ¨¢rabe que, una vez m¨¢s, retorna a la escena mundial sin magulladuras visibles?
El camino que lo ha tra¨ªdo finalmente a Palestina ha sido largo y en gran medida moldeado a la vida misma de este ex guerrillero mil veces traicionado y mil veces reivindicado. Ese camino ha pasado por campos de bata a la candestinidad, el desprecio de sus hermanos ¨¢rabes, la sospecha y hostilidad de Occidente e infinidad de conspiraciones. Y Arafat ha salido, de momento, airoso, porque su vida ha sido una larga sucesi¨®n de conspiraciones..
Las teor¨ªas var¨ªan sobre el origen de este hombre extraordinario. Pero predomina la que se?ala que Mohammed Abdel-Rauf al-Qudwa al-Husseini naci¨® en El Cairo el 4 de agosto de 1929, el sexto hijo del matrimonio entre un modesto comerciante de Gaza y una descendiente de una familia prominente de Jerusal¨¦m. De su ni?ez en la capital egipcia se conoce m¨¢s bien poco, excepto que all¨ª vivi¨® poco. Sus primeros recuerdos, dicen varios de sus numerosos bi¨®grafos, deben ser de Jerusal¨¦n, con la familia de su madre. Arafat volvi¨® a Egipto para estudiar en la escuela de ingenier¨ªa, de la cual se titul¨® con notas que seguramente habr¨ªan sido mejores si no fuera porque el joven dedic¨® gran parte de su tiempo a la pol¨ªtica en el torbellino del nacimiento del nacionalismo ¨¢rabe y la adolescencia de la Hermandad Musulmana.
Las primeras credenciales militares de Arafat datan de su participaci¨®n en los combates entre fuerzas ¨¢rabes y los brit¨¢nicos en la Palestina de 1948. Con su destrucci¨®n y la emergencia de Israel, Arafat opt¨® por la ingenier¨ªa y se instal¨® en Kuwait, donde form¨® una empresa privada que en pocos a?os le produjo una peque?a fortuna. En esos a?os, el propio Arafat confiesa, lo m¨¢s importante en su vida era la prosperidad econ¨®mica, algo que le permiti¨® hacerse de cuatro coches: dos Chevrolet deportivos, un Ford Thunderbird. y un peque?o Volkswagen.
. Fue un flirteo breve con el he donismo. Arafat no tard¨® en aprovechar la hospitalidad del emirato y su liberalismo pol¨ªtico para con los extranjeros para formar lo que m¨¢s tarde se transformar¨ªa en Al-Fatah, la facci¨®n que dar¨ªa origen a la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina (OLP) a?os despu¨¦s. Bajo de es tatura, con su abdomen prominente desde sus a?os mozos, bar ba rala y calvicie prematura, Ara fat dif¨ªcilmente cuajaba con la rom¨¢ntica imagen de un revolucionario. Pero sus acciones a partir de la mitad de los sesenta cautiva ron a los m¨¢s esc¨¦pticos. Arafat, que en esa ¨¦poca adopt¨® el nombre de guerra de Abu Animar (el adre de Animar, en referencia a uno de los mas legendarios combatientes en los albores. del Islam), alcanzar¨ªa con el tiempo la estatura de Mao y Fidel Castro y el mote de El Viejo.
Con su kufiya blanquinegra esmeradamente moldeada en la forma de una daga, la forma de la Palestina hist¨®rica, su rostro se convirti¨® en el s¨ªmbolo de la revoluci¨®n palestina que, al verse abandonada y traicionada por los propios ¨¢rabes, decidi¨®, en las hist¨®ricas palabras del propio Arafat, "tornar el destino con sus propias manos". La lucha armada palestina cobr¨® una dimensi¨®n que pocos pa¨ªses hab¨ªan so?ado. Arafat inici¨® la catastr¨®fica rebeli¨®n en los territorios de Gaza y CisJordania ocupados por Israel tras la derrota ¨¢rabe en la Guerra d¨¦ los Seis D¨ªas. Luego se instal¨® con sus tropas en Jordania, una aventura que en 1970 terminar¨ªa con el ba?o de sangre en manos de los soldados del rey Hussein en lo que vendr¨ªa m¨¢s tarde a denominarse Septiembre Negro. Arafat llev¨® luego sus fuerzas al L¨ªbano en una aventura que termin¨® estrepitosamente con la invasi¨®n israel¨ª de 1982. Un a?o m¨¢s tarde, cuando trat¨® de recrear su base de poder en la ciudad libanesa de Tr¨ªpoli, su intento concluy¨® en otro desastre, esta vez am¨¦n de la implacable artiller¨ªa siria.
Fue el comienzo de un largo peregrinaje por el desierto. Arafat tuvo que acogerse a la hospitalidad de T¨²nez y sus veteranos guerrilleros quedaron esparcidos por siete pa¨ªses de Oriente Pr¨®ximo. Para Arafat, entonces s¨®lo hab¨ªan epitafios y sus autores, queda visto, volvieron a errar, como erraron quienes supusieron que su apoyo a Sadam Hussein en la Guerra del Golfo en 1991 iba a ser el ¨²ltimo clavo en el ata¨²d de la OLP y del propio Arafat.
Cuando la OLP firm¨® el hist¨®rico acuerdo con Israel en septiembre pasado, el producto del proceso de Madrid y las conversaciones secretas entre la OLP y los israel¨ªes en Oslo, el l¨ªder palestino se consagr¨® como el gran estratega, para unos, y el traidor n¨²mero uno, para otros. Aparte del juicio que se pueda hacer con el tiempo a Arafat, lo que queda innegablemente establecido con la solidez que otorgan los hechos concretos, es que inyect¨® vida al movimiento revolucionario. En otra direcci¨®n, claro, pero rescat¨® a la OLP de lo que parec¨ªa su inminente extinci¨®n por el cansancio de sus guerreros y la deslusi¨®n de sus pol¨ªticos. Arafat volvi¨® al escenario con renovada grandilocuencia. Su apret¨®n de manos con el primer ministro Isaac Rabin en Washington abri¨® una nueva y determinante faceta en la vida de un hombre de insuperable capacidad. para sorprender a propios y extra?os, una cualidad que record¨® a su c¨ªrculo m¨¢s ¨ªntimo cuando hace dos a?os anunci¨® su matrimonio secreto con Sulia Tawil, su ex secretaria, de 32 a?os.
Arafat ha sido, es y probablemente seguir¨¢ siendo un enigma incluso para los m¨¢s dedicados estudiosos del fen¨®meno palestino. Pol¨ªticamente indestructible y poseedor de un extraordinario coraje personal, el hombre tiene ahora el terreno para la prueba m¨¢s dura de su larga marcha hacia Jerusal¨¦n. Construir un Estado, frenar a los extremistas, apuntalar la econom¨ªa y consolidarse ya no en un esquema militar sino en una democracia. Arafat, por supuesto, cree que ya ha conseguido lo ¨²ltimo. En sus momentos de buen humor, apunta que la OLP, en contra de lo que afirman sus detractores, no es una dictadura: "Esta dirigida por Arafat, Abu Aminar y el Viejo...".
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