Arafat, en Palestina
EL PRESIDENTE palestino, Yasir Arafat, regres¨® ayer, por fin, a Palestina. Es verdad que lo ha hecho abundando en lo discreto, aun dentro del gran significado simb¨®lico que el gesto comporta. Su visita se ha limitado a la franja de Gaza, evitando la entrada en Jeric¨®, la capital provisional de la autonom¨ªa palestina. Y por a?adidura, el l¨ªder de la OLP no ha regresado el s¨¢bado, como se hab¨ªa anunciado, para economizar al Gobierno israel¨ª las iras de su extrema derecha religiosa, tan dada a estimar sacrilegio todo lo que sea agitar el sabbath, semanal fiesta de la ley mosaica.De un lado, la aparente reticencia de Arafat a hacer acto de presencia en Palestina estaba tensando la espera. Era cada d¨ªa m¨¢s dif¨ªcil de explicar a sus partidarios. Y constitu¨ªa tambi¨¦n una necesaria prenda de futuro para mantener vivas las esperanzas de que con el autogobierno se inicia una nueva era en la historia del pueblo palestino, una conciliaci¨®n de que los dificiles dilemas de la conciliaci¨®n tienen contrapartidas palpables y gratificantes.
Pero,por otro lado, el presidente Arafat no pod¨ªa hacer una entrada plenamente triunfal cuando faltan a¨²n tantos flecos por resolver en la determinaci¨®n de la forma de la paz con el Estado de Israel. La soluci¨®n a ese dilema ha consistido en celebrar un buen regreso, pero todav¨ªa no el gran regreso, aquel que le har¨¢ emprender definitivamente la ruta a Jeric¨® y, esperanzadamente, en su d¨ªa a Jerusal¨¦n.
Entendemos perfectamente que la firma de la paz israelo-palestina del 13 de septiembre pasado era mucho m¨¢s un planteamiento que una realidad demostrable y que ambas partes tienen que dar a¨²n muchas pruebas pr¨¢cticas y hacer muchos esfuerzos contra sus prejuicios y odios para demostrar que realmente quieren la conciliaci¨®n pol¨ªtica antes de que el Gobierno israel¨ª pueda hacer determinadas concesiones.
La opini¨®n palestina esperaba tambi¨¦n la liberaci¨®n de miles de presos que permanecen en las c¨¢rceles de Tel Aviv como una parte de la sorpresa que Arafat llevara bajo el brazo a su llegada a la tierra prometida. Han sido liberados algunos, pero no tantos como para convencer a los palestinos de que la pol¨ªtica de represi¨®n incondicional e inflexible ha tocado a su fin. Una liberaci¨®n masiva de presos -o una declaraci¨®n israel¨ª sobre la pol¨ªtica a seguir en ese terreno devolver¨ªa la gentileza a Arafat de no pretender visitar Gaza en s¨¢bado.
?ste lleg¨® a Jeric¨® con algunos de los interrogantes disipados. Es lo m¨ªnimo que necesitaba Arafat para aparecer como un patriota veros¨ªmil y no dar p¨¢bulo a los ataques de los extremistas palestinos de Ham¨¢s de que lo da todo por meras promesas y es un traidor a la causa nacional. Cuanto antes vayan cayendo las inc¨®gnitas, m¨¢s probabilidades. tendr¨¢ de consolidarse el espinoso camino hacia la paz.
El regreso de Arafat ha demostrado un gran fracaso del llamamiento de los ultras israel¨ªes a la demostraci¨®n p¨²blica de su ira y a impedir violentamente la llegada del l¨ªder, palestino. Israel no est¨¢ representada por los fan¨¢ticos de etnia y religi¨®n, como no lo est¨¢n los palestinos por quienes obedecen ¨®rdenes de l¨ªderes fan¨¢ticos o calculadores sentados en despachos a muchos centenares de kil¨®metros de Gaza. El de ayer fue un d¨ªa que mostr¨® que la buena voluntad tiene fuerza y decisi¨®n a ambos lados de ese frente hist¨®rico entre jud¨ªos y palestinos. Las dificultades son a¨²n ingentes, pero la presencia de Arafat en Palestina y la escolta de soldados y. polic¨ªa israel¨ª de que goz¨® en este viaje, impensable hace s¨®lo un a?o, demuestran que las ansias de paz cosechan ya frutos. Una secular promesa com¨²n a palestinos e israel¨ªes parece por fin cumplirse: el a?o que viene, en Jerusal¨¦n.
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