Ca¨ªdos por las escuchas

"Pero yo, qu¨¦ cojones voy a tener cuidado con lo que digo por tel¨¦fono". Corr¨ªa el a?o 1990 y el interlocutor del entonces concejal popular del Ayuntamiento de Valencia Salvador Palop olvidaba lo ocurrido apenas unos meses antes, en 1989, cuando otra grabaci¨®n telef¨®nica origin¨® el caso Calpe primero, y el caso Blasco despu¨¦s.Concluido el caso Naseiro -en el que se vio implicado Palop y el ahora presidente regional de los populares, Eduardo Zaplana, adem¨¢s del entonces jefe de finanzas del PP, Rosendo Naseiro-, los pol¨ªticos valencianos aparcaron el tel¨¦fono, pero no las grabaciones, ahora clandestinas, que han convulsionado de nuevo el panorama pol¨ªtico auton¨®mico.

El traj¨ªn de las cintas en Valencia comenz¨®, sin embargo, por escrito: con la circular n¨²mero tres del PSOE valenciano, en el a?o 1979. "Observar¨¦is, en cabecera de [la] circular, que el contenido de la misma es reservado". Alguno de los concejales a quienes iba dirigida no lo observ¨®, y el documento salt¨® a la fama: "Deber¨¦is extremar las medidas de control e informaci¨®n, en especial en lo referente a la confecci¨®n y/o revisi¨®n de los planes generales de ordenaci¨®n urbana".

Pedro Lorca, secretario de pol¨ªtica municipal del PSOE valenciano en 1979, continuaba se?alando en la circular n¨²mero tres: "No se os escapar¨¢ la importancia, tanto pol¨ªtica como econ¨®mica, que tiene para el partido el control de esta contrataci¨®n [directa]".

El lenguaje oral, por tel¨¦fono o cara a cara, que ha venido a sustituir a los documentos para ciertos asuntos pol¨ªticos, es mucho m¨¢s vivo: "?Eh?. Ya se lo explicar¨¢s t¨² y le sacas la pasta. Ya te contar¨¦. Mant¨¦n en secreto lo de Sevilla". Eduardo Zaplana, que conversaba con poco secreto con Salvador Palop, hab¨ªa explicado poco antes, muy en broma: "Voy a ver, ahora que han echado a Juan Guerra, voy a ver si lo sustituyo". La polic¨ªa estaba escuchando con autorizaci¨®n judicial.

El tambi¨¦n popular Vicente Sanz, despu¨¦s de. todo aqu¨¦llo, no iba a decir por tel¨¦fono que estaba en pol¨ªtica para 'forrarse". Lo manifest¨® en un coche, o en una cafeter¨ªa, o en plena calle. Hablaba con un presunto amigo, o dos, y alguien grab¨® sus palabras.

Durante las Fallas de 1993, Sanz dise?aba su futuro pol¨ªtico, con un gran pelotazo final, que despejar¨ªa las dudas econ¨®micas tras su jubilaci¨®n. Ahora eran personas del entorno del PP quienes escuchaban, sin autorizaci¨®n judicial. Siempre en un tono de broma, como se hacen estas cosas. Los deseos de "f¨®rrarse" le han costado a Sanz el puesto de presidente provincial del PP en Valencia.

Unos a?os antes, en 1990, el fiscal Beltr¨¢n acus¨¦, sin ¨¦xito, al entonces consejero socialista de Obras P¨²blicas, Rafael Blasco, quien fue absuelto de manipular una venta de suelo p¨²blico. Las cintas del caso Blasco, como ocurrir¨ªa despu¨¦s con las del caso Naseiro, pecaron de vicios procesales, y el ministerio fiscal se qued¨® sin pruebas de cargo en ambos asuntos.

Hace tres meses, la psicosis llev¨® al PP a denunciar, tambi¨¦n sin pruebas, que altos cargos socialistas de la Diputaci¨®n de Valencia espiaban a sus compa?eros. El juez arch¨ªvar¨¢ pronto la denuncia, pero el caso le ha costado el cargo al vicepresidente de la Diputaci¨®n, el socialista Vicent Vercher, quien, por si acaso hab¨ªa cables o micr¨®fonos, un viernes levant¨® la alfombra de su despacho y encontr¨® unas "cosas de la tintorer¨ªa" ciertamente sospechosas.

La actitud de Vercher no fue bien acogida en el partido, donde se le recrimin¨® que daba credibilidad a la estrategia del PP. Los expertos policiales constararon que esas "cosas de la tintorer¨ªa" eran cosas de la tintorer¨ªa.

Tras la denuncia popular, sin embargo, apareci¨® un concejal socialista en Valencia, Manuel Mata, quien, sin que nadie se lo hubiera preguntado, confes¨¦ haber grabado secretamente la conversaci¨®n que mantuvo en un despacho oficial con el gerente de una empresa p¨²blica. La cinta fue enviada al fiscal. Mata pretend¨ªa demostrar que la trama denunciada por el PP se reduc¨ªa a esa grabaci¨®n, pero el l¨ªo que mont¨® a¨²n se recuerda en el Partido Popular.

La lista de ca¨ªdos por las escuchas no se detiene en los implicados del caso Naseiro, ni en Sanz o Vercher. El ex consejero Rafael Blasco no fue destituido por el caso Blasco, como pudiera pensarse con l¨®gica, sino por el llamado caso Calpe, de 1989, donde unas escuchas -¨¦stas, finalmente, legales- implicaban a funcionarios de su departamento, el de Obras P¨²blicas.

Los sospechosos ped¨ªan 300 millones para favorecer una recalificaci¨®n y fueron condenados por ello. Blasco no estaba inculpado, pero la investigaci¨®n permiti¨® llegar al otro asunto, el caso Blasco, sobre el extra?o intento de venta de unos terrenos p¨²blicos. Tampoco en el caso Naseiro buscaba inicialmente cohechos el juez Manglano, sino pruebas contra unos narcotraficantes.