Los esc¨¢ndalos como transici¨®n ¨¦tica
No hay mal que por bien no venga y tambi¨¦n los esc¨¢ndalos econ¨®micos que nos saturan tienen su lado positivo. A mi entender son s¨®lo un indicador de que Espa?a puede estar sufriendo una profunda transici¨®n y modernizaci¨®n de su ¨¦tica econ¨®mica. Y ello es muy bueno. Como es bien sabido, la ¨¦tica econ¨®mica tradicional de Espa?a se caracterizaba por el desprecio aristocr¨¢tico a la actividad comercial o empresarial, desprecio reforzado por la propia doctrina cat¨®lica. Se ha dicho, exagerando, pero caricaturizando al tiempo, que Espa?a ha sido un pa¨ªs de rentistas y especuladores. 9n gran medida, es cierto. El comercio era un bald¨®n social hace s¨®lo 50 a?os, que inhabilitaba para el acceso a c¨ªrculos sociales, no ya aristocr¨¢ticos, sino ni siquiera de la alta burgues¨ªa. Los casos excepcionales de Catalu?a y el Pa¨ªs Vasco donde s¨ª hubo cultura empresarial, sirven para recalcar la regla. Como tambi¨¦n la conversi¨®n de parte de la aristocracia del latifundismo terrateniente a las finanzas y la banca, controlada por grandes familias hasta el terremoto de los a?os ochenta (y cuyo fin simb¨®lico fue la ocupaci¨®n del aristocr¨¢tico Banesto por los muchachos de Conde), pues la actividad bancaria s¨ª estaba permitida, pero no el comercio ni la empresa. No hab¨ªa propiamente cultura econ¨®mica o, si se prefiere, ¨¦sta era claramente premoderna y as¨ª nuestros calvinistas (los jesuitas o el Opus Dei) han tenido que salir de los m¨¢rgenes del catolicismo. Los ricos de verdad eran rentistas de toda la vida; los que quer¨ªan serlo eran especuladores arribistas y parvenues, s¨®lo aceptables si, previamente, santificaban su comercio con el vil metal.Una actitud parad¨®jicamente reproducida y reforzada por la izquierda, pues tambi¨¦n para el militante de los a?os sesenta, el sesentayochista de los a?os setenta o el universitario cr¨ªtico de los ochenta, la econom¨ªa y la empresa eran actividades despreciables o cuando menos menospreciadas frente a la cultura, la ciencia, la pol¨ªtica o el servicio al Estado. De modo que, tanto para la derecha tradicional como para la (vieja y nueva) izquierda la econom¨ªa y la empresa, eran cosas viles a las que se dedicaba quien no pod¨ªa o sab¨ªa hacer otra cosa. La (perversa) consecuencia de esta anti¨¦tica de derecha o de izquierda es que nada diferencia entonces al honesto empresario o comerciante del especulador o aventurero, pues unos y otros son igualmente mezquinos, viles o despreciables. En todo caso, la l¨ªnea de demarcaci¨®n entre lo bueno y lo malo pasaba por fuera de la econom¨ªa, no por dentro cortando en dos este ¨¢mbito de actividad. Y, por supuesto, no hab¨ªa una cultura ¨¦tica relativa a la econom¨ªa moderna, la del mercado, la bolsa y la fiscalidad.
En este sentido, el esc¨¢ndalo permanente en que vivimos hoy es (o puede ser, al menos) la catarsis p¨²blica de la vieja moral, el modo simb¨®lico de desembarazarnos de aquella ¨¦tica, estableciendo una nueva: la de que la honestidad -como dec¨ªa Franklin y repet¨ªa Weber- es un buen. negocio. Una catarsis de rechazo expresivo de la vieja ¨¦tica que se manifiesta en un alto nivel de alarma social y que exige, por supuesto, chivos expiatorios sometidos a ritos y ceremonias de degradaci¨®n y humillaci¨®n que ejemplifiquen, visualicen y gestualicen la transici¨®n ¨¦tica. Es necesario manifestar simb¨®lica y patentemente el rechazo de aquello que hace tan poco, no s¨®lo acept¨¢bamos sino practic¨¢bamos. Esa es la esencia del esc¨¢ndalo: manifestar verg¨¹enza p¨²blica hacia aquello que se practicaba en privado, proyectando sobre otros el propio sentimiento de culpa. Argumento que, por cierto, vale para todos aquellos pa¨ªses que han padecido semejante s¨²bito proceso de modernizaci¨®n de la econom¨ªa (Grecia, Brasil, Argentina y en alguna medida Italia). Por supuesto, no todo se reduce a ello. Robar, aunque sea con malabarismos de ingenier¨ªa financiera, siempre ha estado mal visto. Y, sin duda, hay cosas m¨¢s importantes. que enriquecerse. Pero puede que estemos colectivamente aprendiendo a diferenciar lo que est¨¢ bien de lo que est¨¢ mal en la actividad econ¨®mica.
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