Aborto, ciencia... falacias
Al parecer, algunos opinan que la modificaci¨®n de la ley que regula la interrupci¨®n voluntaria del embarazo no es, en estos momentos, oportuna. Nada m¨¢s oportuno, sin embargo, que la promulgaci¨®n de una ley de plazos, como la que se anuncia, cuando la sociedad ha llegado al grado de madurez suficiente como para encarar sin complejos esta delicada cuesti¨®n. El nivel de civilizaci¨®n de los distintos pa¨ªses no se mide tan s¨®lo con par¨¢metros macroecon¨®micos; a la comparaci¨®n entre ellos me remite a aquellos que han permitido que mujeres espa?olas se acogieran a leyes similares, cuando no eran siquiera pensables en nuestro pa¨ªs debido a la hipocres¨ªa social que siempre ha rodeado a este asunto.El aborto no es ni puede ser considerado un m¨¦todo anticonceptivo. Se trata de algo suficientemente traum¨¢tico como para que su pr¨¢ctica, como afirmaba recientemene el presidente Clinton, tenga por fuerza que ser poco frecuente. Resulta hasta ofensivo pensar que las mujeres vayan a tomar a la ligera una decisi¨®n de este calibre. Los m¨¦todos anticonceptivos, los que de verdad deben contribuir a que las personas libremente decidan sobre el n¨²mero de hijos que quieren tener, y a estabilizar la poblaci¨®n humana sobre el planeta han de ser preventivos, f¨¢ciles de aplicar y de difundir.
Por eso, aquellos a quienes m¨¢s repugna debieran ser los primeros defensores de la extensi¨®n de los m¨¦todos anticonceptivos que la ciencia y el sentido com¨²n nos han proporcionado, aunque no sea esa precisamente mi experiencia. Desde luego, quienes pensamos que el aborto debe ser despenalizado y regulado teniendo en cuenta la libre voluntad de la mujer, dentro de plazos predeterminados, lo consideramos un ¨²ltimo recurso al que ojal¨¢ nadie tuviera que recurrir.
Con frecuencia se arguye acudiendo a supuestas verdades cient¨ªficas. La m¨¢s consistente, sin dejar de ser una falacia, es la continuidad entre el embri¨®n y un futuro ser humano. Eso es tan evidente que es casi una simpleza; como es evidente que esa misma continuidad existe entre el embri¨®n y el ¨®vulo y espermatozoide que lo originaron, y entre estos y los de los progenitores y as¨ª sucesivamente. La vida y su propagaci¨®n es una larga cadena, regida por las leyes de la naturaleza que son ciegas y que no saben de derechos, de dignidades ni de libertades.
Esos conceptos, que son los relevantes en este asunto, son fruto de la inteligencia y de la experiencia en sociedad de los humanos, y son ellos quienes han de decidir. La naturaleza no nos dice cuando un conjunto de c¨¦lulas debe ser portador de derechos y acreedor a lo que se entiende como dignidad humana. A mi juicio, los extremos son claros; cuando un feto, a¨²n antes de haber nacido, empieza a tener las sensaciones y, probablemente, indicios de la consciencia propios de los humanos, debe ser considerado persona y, en consecuencia, protegido; cuando se trata de un mero proyecto, acumulaci¨®n de c¨¦lulas que en nada comparten las caracter¨ªsticas de los humanos, son m¨¢s bien una parte del cuerpo de la mujer que lo acoje.
Establecer ese l¨ªmite es responsabilidad de los propios humanos; no est¨¢ fijado por la naturaleza, aunque deba recurrirse a lo que la ciencia pueda decir, sin ir m¨¢s all¨¢ de lo que dice, como frecuentemente se hace. Un obispo se preguntaba en estos d¨ªas con qu¨¦ derecho el Estado puede legislar sobre estos asuntos. A m¨ª no se me ocurre otra instancia que no sea, justamente, el Estado democr¨¢tico en el que cada cual puede expresar y hacer valer su opini¨®n; desde luego no creo que sean los cl¨¦rigos la autoridad competente al respecto.
Si una Iglesia piensa que lo que tolera la ley, que no lo impone a nadie, va contra su credo, nada m¨¢s f¨¢cil que dirigirse a sus miembros para que no hagan uso de la misma. Lo que me parece que ocurre en esto, como en otras cosas, es que no se tiene demasiada confianza en la propia grey y se prefiere recurrir ?al Estado! para que ¨¦ste imponga principios que deber¨ªan ser privativos de los fieles y voluntariamente admitidos por estos.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.