?Cr¨ªmenes sin castigo?
Tres meses despu¨¦s de que los presidentes de Ruanda y Burundi muriesen en el atentado del pasado 6 de abril estamos en condiciones de afirmar con rotundidad que la comunidad internacional no ha estado a la altura de las circunstancias al afrontar la crisis humanitaria que vive la regi¨®n. Es m¨¢s, la inactividad que la ha caracterizado no constituye una novedad. Desde la descolonizaci¨®n, siempre que la violencia ha asolado a estos dos pa¨ªses se ha optado por actuar tan s¨®lo con medidas a corto plazo, desplazando la atenci¨®n hacia otros lugares en el momento en el que el ba?o de sangre empezaba a remitir. Incluso en fechas recientes, tan recientes como el a?o pasado, la ONU no tuvo en cuenta las advertencias sobre Ruanda de los expertos en ejecuciones extrajudiciales de la Comisi¨®n de Derechos Humanos. No resulta exagerado concluir que en los ¨²ltimos 30 a?os la actuaci¨®n internacional con respecto a Ruanda y Burundi ha sido cuando menos insuficiente.Todo ello se ha visto favorecido por el hecho de que buena parte de la opini¨®n p¨²blica tiende a considerar que en ?frica es normal que un pa¨ªs entero se vea sumido en la locura m¨¢s sanguinaria tan s¨®lo porque s¨ª.
Es importante subrayar que lasociedad en la que vivimos, y muchos de los medios de comunicaci¨®n que nos informan, tienden a simplificar en exceso el problema buscando explica ciones f¨¢ciles. En este sentido, una idea parece calar r¨¢pida mente entre quienes contemplan las dantescas im¨¢genes de las matanzas: que lo que ocurre en Ruanda y Burundi es una mera disputa tribal, un enfrentamiento ¨¦tnico al cual est¨¢n inevitablemente predestinadas las comunidades hutu y tutsi. Es un planteamiento determinista, sin duda superficial y en la medida de lo posible tranquilizador para nuestras conciencias, ya que ante lo irremediable nada cabe solucionar.
En realidad, nos encontramos frente a una mezcla de lucha por el poder y de locura desatada, una batalla pol¨ªtica a la que se superponen -radicaliz¨¢ndola- los enconos de tipo ¨¦tnico. En los momentos de crisis pol¨ªtica, las ¨¦lites tutsi y hutu han incitado o tolerado la violencia entre ambas comunidades, con finalidades puramente partidistas. De este modo, se ha entrado en un ciclo en el que las violaciones de los derechos humanos m¨¢s elementales han quedado invariablemente impunes. Los responsables de sucesivas matanzas indiscriminadas, que han segado la vida de centenares de miles de personas, no han tenido que responder nunca de sus actos ante un tribunal. Tanto en Ruanda como en Burundi, la impunidad ha alentado nuevas barbaridades, animando a que los que las sufr¨ªan se tomasen la justicia por su mano.
Si pretendemos romper este sangriento c¨ªrculo, es esencial llevar a los culpables ante la justicia, con el fin de proteger a la poblaci¨®n de la repetici¨®n de los homicidios indiscriminados. Gran parte de las atrocidades cometidas en ambos pa¨ªses son cr¨ªmenes contra la humanidad, sometidos a la jurisdicci¨®n universal del Derecho intemacional. Si queremos ser congruentes con este principio, y puesto que no resulta posible celebrar juicios justos en Ruanda y Burundi, es imprescindible establecer un tribunal criminal internacional para tan graves delitos.
Amnist¨ªa Internacional considera que las atrocidades de Ruanda y Burundi demuestran, una vez m¨¢s, la necesidad de un tribunal internacional permanente que juzgue a los responsables de cr¨ªmenes de guerra y cr¨ªmenes contra la humanidad, sea cual sea el pa¨ªs donde ¨¦stos tengan lugar. Una resoluci¨®n de la pr¨®xima sesi¨®n ordinaria de la Asamblea General de la ONU ser¨ªa la mejor v¨ªa para sentar las bases de un tribunal permanente y eficaz.
Pero, l¨®gicamente, cualquier medida debe de ir precedida de un reforzamiento de la presencia de las Naciones Unidas en Ruanda, ampliando la capacidad y el mandato de Unamir para asegurar que las tropas y el resto del personal de la ONU no son testigos silenciosos de las atrocidades y dando instrucciones para que se informe fielmente de las transgresiones del derecho humanitario. Es m¨¢s, las fuerzas de las Naciones Unidas deben poder tomar medidas preventivas para proteger a las posibles v¨ªctimas.
Asimismo, ser¨ªa sensato que las actuaciones internacionales se extendiesen a Burundi. Las tensiones pol¨ªticas y ¨¦tnicas que provocaron los asesinatos en masa del a?o pasado en ese peque?o pa¨ªs siguen presentes. No se ha hecho gran cosa para afrontarlas. S¨ª no se toman medidas adecuadas, podemos vernos ante una nueva ola de matanzas. Hay que se?alar que los acontecimientos de la vecina Ruanda se han inspirado en parte en las matanzas de Burundi y que la violencia podr¨ªa volver a rebotar sobre el pueblo burund¨¦s, originando otro ba?o de sangre. Antes del 6 de abril, nadie se ocup¨® de prevenir lo que pod¨ªa ocurrir en Ruanda, y da la impresi¨®n de que en este momento nadie se acuerda de Burundi. Esperemos no tener que lamentarlo.
es coordinador para ?frica Central en Espa?a de Amnist¨ªa Internacional.
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