Noche de luna
ESTA NOCHE habr¨¢n transcurrido 25 a?os desde aquella otra en que un hombre pisaba por primera vez un astro que no fuera la Tierra. Media humanidad estuvo pendiente del televisor, entre incr¨¦dulos y fascinados ante lo desmesurado del intento, y con el alma en un pu?o ante la eventualidad de que aquellos dos hombrecitos vestidos de extraterrestres, trotando sobre el polvo lunar, no pudieran poner en marcha de nuevo su armatoste y regresar con sus cong¨¦neres. No fue el menor prodigio de los ocurridos a lo largo de una d¨¦cada, la de los sesenta, prodigiosa como pocas. Visto en retrospectiva, nada se nos aparece m¨¢s propio del af¨¢n de innovaci¨®n, de la inquietud intelectual y social, y hasta de la, temeridad de la ¨¦poca. Sin olvidar, que el mundo de entonces estaba dominado por la competici¨®n, en todos los terrenos, de las superpotencias norteamericana y sovi¨¦tica; y que ¨¦stas hicieron de la conquista del espacio- referente p¨²blico y privilegiado de sus avances, as¨ª como campo de un potencial enfrentamiento militar.
Todos estos factores deben ser tenidos en cuenta a la hora de valorar aquella gesta, as¨ª como de comprender el paulatino retroceso que el impulso espacial ha venido experimentando desde que el Apolo XI consiguiera poner dos hombres sobre la Luna y se completaran las misiones que siguieron inmediatamente su huella. En el mundo de nuestros d¨ªas, una misi¨®n como aqu¨¦lla, con los conocimientos y la tecnolog¨ªa de entonces, ser¨ªa dif¨ªcilmente imaginable por demasiado arriesgada y costosa. Eran, sin duda, otros tiempos.
Lo que, por encima y m¨¢s all¨¢ de las circunstancias que lo hicieron posible, quedar¨¢ en el subconsciente colectivo, es el h¨¢lito de la aventura, un paso m¨¢s en la satisfacci¨®n de la curiosidad humana, que no se agot¨® una vez conocido nuestro planeta en toda su extensi¨®n. Y un indudable hito en la exploraci¨®n del espacio, quiz¨¢ menos impetuosa de lo que pudo imaginarse en la ¨¦poca, pero a la que la humanidad est¨¢ inexorablemente abocada. Una exploraci¨®n que seguir¨¢ otras pautas, que ser¨¢ programada de acuerdo con prioridades distintas, m¨¢s cient¨ªficas que mili tares, una vez que el enfrentamiento global entre potencias ha desaparecido; lo que no quiere decir, des graciadamente, que hayan desaparecido los conflictos militares.
La Luna, ese objeto extraordinario de nuestro cielo, ha estimulado siempre la curiosidad y la imiaginaci¨®n de los humanos. Por eso no resulta extra?o que cuando los medios lo permitieron, millones de a?os despu¨¦s de la aparici¨®n del hombre sobre la Tierra, se convirtiera en el primer objetivo de la incipiente salida al espacio. Y no ser¨¢ la ¨²ltima vez que sea meta de viaje; en la actualidad se est¨¢ reconsiderando una vuelta a nuestro sat¨¦lite, con etapas intermedias cubiertas por naves m¨¢s peque?as, no tripuladas, hasta culminar en la instalaci¨®n de una base permanente.
Lo que podamos aprender desde tan privilegiado observatorio ser¨¢ mucho y no f¨¢cil de prever, aunque s¨®lo sea la visi¨®n de nuestro propio planeta, peque?o y fr¨¢gil, deambulando por el espacio acompa?ado de su inseparable sat¨¦lite, a merced de las leyes de la f¨ªsica, por un lado, y de lo que podamos hacer nosotros, seres aparecidos sobre su superficie y dotados de una inteligencia que puede influir sobre su futuro.
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