Castigo excesivo
Sin entrar en consideraciones pol¨ªticas, que no me corresponden, me siento obligado, por decencia personal y ¨¦tica profesional, a manifestar que Paulino Barrab¨¦s, presidente del Consejo de Administraci¨®n de Unial, mientras yo fui el director general, nunca me propuso, ni siquiera me insinu¨®, cualquier actuaci¨®n irregular en la compa?¨ªa; que no obtuvo, ni pretendi¨®, beneficios o lucro personal, y que me permiti¨® desarrollar mis funciones con absoluta libertad en la toma de decisiones, impidiendo incluso presiones e injerencias ajenas al funcionamiento de la empresa. Cuando ¨¦stas fueron imparables, supe que deb¨ªa marcharme.?l me convenci¨® de la necesidad de evolucionar hacia un sindicalismo de servicios y de que algunos est¨¢bamos obligados a poner nuestra experiencia profesional al servicio de este proyecto. Quiz¨¢ porque, muchos no creyeron en el proyecto (y lucharon, desde dentro, contra ¨¦l) y otros se beneficiaron de ¨¦l, este proyecto no se consigui¨®, y los que lo iniciamos nos tuvimos que apartar del camino.
La cuneta puede considerarse un lugar razonable (a veces incluso deseable) para los que no supimos hacer las cosas bien, pero la c¨¢rcel es un castigo excesivo por injusto para alguien que, como Paulino, tuvo como objetivo el beneficio de la Uni¨®n General de Trabajadores, por encima, incluso, de su inter¨¦s material individual.-
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