Sospechas de 'afeitado ' en la alegre noche de la desencajonada
J. V. Cuatro corridas de la Feria de Julio desencajonaron en la madrugada del jueves para alegr¨ªa del p¨²blico que abarrotaba la hist¨®rica pla?a de bous de la calle de X¨¢tiva, recelo de la afici¨®n conspicua y sobresalto de los cabestros, cuya filosof¨ªa existencial no merec¨ªa semejante trato. El p¨²blico disfrut¨® con las feroces acometidas de las reses contra los pac¨ªficos cabestros y alg¨²n conato de pelea, mientras la afici¨®n no se acababa de creer que la madre naturaleza hubiera dotado a los toros de tan menguadas cornamentas. La sospecha del afeitado estuvo latente y al entrar en escena la corrida de Moura, prevista para el doctorado de Vicente Barrera, aquello ya alcanzaba proporciones de esc¨¢ndalo.
No pasar¨¢ nada, seguramente. Con los coladeros que presta al fraude el reglamento Corcuera y el triunfalismo que ha invadido la fiesta, ni el trap¨ªo, ni la pata, ni el cuerno, ni cuanto se refiera al toro de lidia ser¨¢n tomados en consideraci¨®n. La propia actitud del p¨²blico durante la desencajonada fue sintom¨¢tica: ovacion¨® con calor las corridas expuestas, y aunque la de Baltasar Ib¨¢n luc¨ªa mejor presencia -dentro de su encaste-, no la aplaudi¨® m¨¢s.
Incluso la aplaudi¨® menos pues no dio tanto espect¨¢culo como otros toros, que saltaban a la arena encendidos se abalanzaban sobre la manada y a los pobres cabestros, que andaban por all¨ª evacuando gran cagall¨®n sin meter se con nadie, les pegaban un susto de muerte.. Menos mal que los vaqueros estaban prestos, citaban a los toros desde la barrela recorrieran al hilo, y desvanec¨ªan as¨ª la brutal fogosidad de las primeras embestidas.
Hubo un pr¨®logo a cargo de los sergios, que son alumnos de la Escuela de Tauromaquia de Valencia. Quiere decirse que toreron Sergio P¨¦rez y Sergio G¨®mez apodado Gallito, ambos muy valientes frente a la codiciosa casta de sendos erales de Javier Buend¨ªa. P¨¦rez instrument¨® el toreo serio y s¨®lo fue ovacionado por fallar con el acero, en tanto G¨®mez-Gallito practic¨® el tremendismo y le dieron las dos orejas.
El bullicio que hab¨ªa entonces en el abigarrado tendido desemboc¨® en estruendo, la gente hizo la ola, salieron las corridas dichas m¨¢s las de Puerto de San Lorenzo y de Joaqu¨ªn N¨²?ez, y se acomodaban a la l¨ªnea del toro aparente, que es el genuinamente, comercial: gordos y pobr¨ªsimos de cabeza. Ahora bien, ninguno se cay¨®, para general sorpresa. Ven¨ªan de largo viaje, nevaban las horas mil metidos en angosto caj¨®n, hac¨ªa un calor sofocante, al soltarlos galoparon enloquecidos, quer¨ªan pegarse con su padre (el semental) y ninguno se cay¨®. Las cosas de la vida.
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