La decadencia del Ateneo
No es la decadencia del Ateneo lo que provoca el desinter¨¦s de sus socios ilustres -como se concluye del art¨ªculo de Carolina D¨ªaz del d¨ªa 12 de julio en las p¨¢ginas de El Pa¨ªs Madrid-, es justamente al rev¨¦s: el desinter¨¦s de sus socios ilustres provoca la decadencia del Ateneo. Si Buero presidiese la secci¨®n de teatro, si mi admirada Mart¨ªn Gaite la de literatura, o Seco Serrano la de historia, empezar¨ªamos a hablar menos del languideciente Ateneo. Los socios hist¨®ricos no es t¨¢n obligados a salvar nada, por supuesto; incluso es posible que el Ateneo sea una f¨®rmula aso ciativa agotada, pero sus lamentos suenan un pel¨ªn falsos cuando ninguno echa una mano.Los aireados enfrentamientos internos son los propios de cualquier colectivo heterog¨¦neo. Tener distintas opiniones, y defenderlas con pasi¨®n, no es grave. A los nost¨¢lgicos de ¨¦pocas doradas cabr¨ªa recordarles que Unamuno y Valle-Incl¨¢n no eran precisamente esp¨ªritus pac¨ªficos, y el Ateneo sabe bastante de sus broncas. Los ilustres de entonces tambi¨¦n rega?aban por sus- galer¨ªas. Si los de ahora no quieren venir a pelearse a la cacharrer¨ªa, que no vengan, pero que no nos lloren encima, que bastante tenemos con su ausencia
Socio atene¨ªsta.
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