El ¨ªdolo blanco
Durante el ¨²ltimo viaje profesional por Europa, previo al descanso estival, iba yo meditando en el avi¨®n sobre la posiblemente extra?a convivencia que en el esp¨ªritu de un muchacho de la posguerra puede darse entre Beethoven, Einstein, Ortega, Kafka y Di St¨¦fano.Quiz¨¢ motivado por el Mundial USA, pero tambi¨¦n por esa licencia que da la proximidad de las vacaciones para romper las reglas, puedo constatar que, para un joven de los a?os cincuenta como yo, la figura dominante del n¨²mero 9 blanco, que a la saz¨®n era el cromo m¨¢s dificil de conseguir de la colecci¨®n de futbolistas de aquellos a?os, ten¨ªa y contin¨²a teniendo tal car¨¢cter visceral y emblem¨¢tico que la actividad que sal¨ªa de sus botas trasciende el puro deporte y forma parte de esa historia de la filosof¨ªa, a¨²n no escrita, que va desde la metaf¨ªsica de Arist¨®teles hasta el relato de los, logros de los genios en cualquier disciplina.
Por ello, dentro del limbo de los grandes, me gustar¨ªa romper una lanza en favor y, sobre todo, en recuerdo del ¨ªdolo blanco, n¨²mero 1: de la historia del deporte espa?ol y, casualmente, vecino de un buen amigo m¨ªo. Para que no se olvide, y menos ahora, que acaba una Copa del Mundo, de nuevo, sin artistas del bal¨®n, s¨®lo Maradona junto a Pel¨¦ comparten con ¨¦l un puesto en la lista de la gloria que, de ni?os, todos hemos llevado en nuestros bolsillos desbocados.
S¨®lo el d¨ªa en que mi amigo me lo presente se cerrar¨¢ el ciclo que se inici¨® en los a?os cincuenta, porque entonces todos los m¨²sicos, escritores y fil¨®sofos que me han acompa?ado durante estos a?os se fundir¨¢n y se har¨¢n realidad en ¨¦l, a trav¨¦s de ¨¦l, adem¨¢s, de estrechar su mano-
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