Todos por la puerta grande
Los tres matadores salieron a hombros por la puerta grande bajo un delirio, los tres se llevaron un esport¨®n de orejas, los tres el estruendo de las ovaciones, de los v¨ªtores, de los ol¨¦s, de la m¨²sica. La tarde entera transcurri¨® entre aplausos, alborotos de pasi¨®n y de entusiasmo, j¨²bilo desbordante, pasodobles... Lo menos sonaron dos docenas de pasodobles y ya iba a rodar extenuado alg¨²n m¨²sico. Menos mal que almorzaron bien. La paella (uno de los m¨¢s fastuosos logros del genio creador del hombre) tiene propiedades organol¨¦pticas, y da energ¨ªa suficiente para soplar el saxof¨®n y para lo otro.Toda la tarde coreando ol¨¦s, el p¨²blico, y hac¨ªa bien, si le gustaba. El p¨²blico tiene todo el derecho del mundo a divertirse como mejor le plazca, siempre que sea dentro de un orden y sin pegarle fuego a la casa. O sea, que muy bien, maravilloso, fant¨¢stico. S¨®lo que los ol¨¦s, y las ovaciones, y los v¨ªtores, y el j¨²bilo, y la m¨²sica, ni hac¨ªan crecer los toritos, ni mejoraban los pases. Por los chiqueros sali¨® lo que sali¨® -un bochorno de ganado, una novilladita sin resuello-, y los diestros torearon metiendo pico y sin ligar los pases, con la, ¨²nica excepci¨®n de D¨¢maso Gonz¨¢lez, que fue y dijo aqu¨ª esto yo.
Ruiz / Gonz¨¢lez, Joselito, Ponce
Toraniel Ruiz (3?, sobrero en sustituci¨®n de un inv¨¢lido devuelto), 1? y 4? con trap¨ªo encastados, resto anovillados, manejables; 2? y 3? sospechosos de pitones e inv¨¢lidos. Ninguno soport¨® m¨¢s que una varita.D¨¢maso Gonz¨¢lez: pinchazo bajo y bajonazo (oreja); media trasera tendida (oreja). Joselito: media y rueda de peones (oreja); estocada corta ladeada perdiendo la muleta (dos orejas). Enrique Ponce: bajonazo (palmas); estocada; la presidencia le perdon¨® un aviso (dos orejas). Los tres espadas salieron a hombros por la puerta grande. Plaza de Valencia, 27 de julio. 8? corrida de feria. Cerca del lleno.
Aqu¨ª estoy yo -dijo- y le lig¨® los pases a su primer toro, que era un colorao con trap¨ªo. No s¨®lo le lig¨® los pases sino que tuvo la amabilidad de citar cruzado, tirar de la embestida, templarla durante la cabal singladura del muletazo y a continuaci¨®n despleg¨® la teor¨ªa de los p¨¦ndulos, los parones, los circulares, los rodillazos, los encimismos, el pasemis¨ª-pasemis¨¢, que sent¨® c¨¢tedra en su d¨ªa y ahora mismo constituye el fundamento del toreo moderno.
En el cuarto repiti¨® la lecci¨®n D¨¢maaso Gonz¨¢lez, y si el toro se aplomaba, ya sab¨ªa desde qu¨¦ terreno y distancia volver¨ªa a embestir. Conseguida la oreja, se fue al centro del redondel, cogi¨® un pu?ado de arena, la bes¨® y la derram¨® luego lentamente. Era su despedida del p¨²blico valenciano. Un coraz¨®n de le¨®n, pero tambi¨¦n un alma sensible posee este D¨¢maso Gonz¨¢lez, maestro en tauromaquia.
Distintas lecciones dict¨® Joselito, en tarde de arrebatada torer¨ªa. Sus ayudados ganando terreno al toro, la variaci¨®n que imprimi¨® a su primera faena, el cambio de mano barroco de nuevo cu?o, la armoniosa amalgama de un molinete y un circular, convertidos por arte excelso en una sola suerte, llevaban marca de la casa, el sello que ¨²nicamente pueden imprimir los maestros. Y, sin embargo, en el toreo fundamental, fue Joselito un pegapases vulgar y ventajista, de los que meten el pico, templan poco, corren al rematar las suertes. Su faena al quinto, toro hasta lleg¨® a ser aburrid¨ªsima, a pesar de lo cual le dieron las dos orejas.
Tampoco Enrique Ponce acertaba a ligar ni a templar. Ni siquiera pudo con su primer novillejo, que le desbord¨® en todos los frentes. Al sexto tampoco lo toreaba fino pero no iba a ser el gran derrotado de la tarde. De manera que supli¨® el toreo por la casta, se tir¨® de rodillas, peg¨® docenas de muletazos en tan inc¨®moda posici¨®n, arroj¨® los trastos y se abri¨® la taleguilla mostr¨¢ndole al perplejo toro las chorreras de la camisa e indic¨¢ndole que debajo lat¨ªa un coraz¨®n valiente. Y fue entonces el griter¨ªo, el delirio y el despiporren. ?Oh, qu¨¦ tarde, la Mare de Deu! Los tres matadores por la puerta grande, siete orejas, siete...
El rabo est¨¢ al caer.
Babelia
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