Memoria de una fidelidad
Naci¨® dos d¨ªas antes que Federico Garc¨ªa Lorca, el 3 de junio de 1898. Era, pues, la decana de la literatura espa?ola, lo que no deja de ser un t¨ªtulo circunstancial, aunque hab¨ªa acompa?ado a su figura en estos ¨²ltimos a?os. Esa fecha de nacimiento tiene, sin embargo,. una mas rigurosa significaci¨®n en el orden literario. Pues al dedicarse en los a?os veinte Rosa Chacel a la literatura, a la narrativa, opt¨® en aquella su primera juventud por el modelo novelesco entonces vigente:. el que Ortega habla impuesto con sus Ideas sobre la novela y con La deshumanizaci¨®n del arte, esto es, un canon basado en la supresi¨®n de la narratividad realista -la intriga, el qu¨¦ pasa- y en la eliminaci¨®n de los elementos rom¨¢nticos.El fruto de esta opci¨®n fue Estaci¨®n. Ida y vuelta, que vio la luz en 1930, aunque se hab¨ªa escrito a?os atr¨¢s. No se public¨® en la colecci¨®n Nova Novarum, que Ortega cre¨® para acoger la nueva novela, pero lo hubiera merecido. De hecho, un cap¨ªtulo, el primero, sali¨® anticipado en las p¨¢ginas de la Revista de Occidente. Aunque resid¨ªa en Roma cuando escribi¨® la novela, Chacel conoc¨ªa perfectamente lo que se le¨ªa, se escrib¨ªa y se pensaba en Espa?a. En 1927 estaba ya de regreso en Espa?a y se integr¨® en los c¨ªrculos literarios del momento, los mejores del siglo.
La nave orteguiana era, sin duda, la suya. Y era tambi¨¦n la de Pedro Salinas -como narrador: V¨ªspera del gozo-, Benjam¨ªn Jarn¨¦s, Francisco Ayala, Mauricio Bacarisse y Antonio Espina, entre otros. Se trataba de hacer psicolog¨ªa, de novelar abstracciones, de interiorizar sentimientos, de escribir cristalinamente y con im¨¢genes densas y novedosas. La abstracci¨®n, la psicolog¨ªa y los sentimientos de Estaci¨®n. Ida y vuelta se llamaban la raz¨®n vital orteguiana, pues es ella quien sustenta el desenvolvimiento mental del protagonista. La historia espa?ola se llev¨® por delante tales prop¨®sitos y el realismo volvi¨®, a trancas y barrancas, pero volvi¨®, aunque fuera con magros resultados.
Despu¨¦s vino la guerra civil y el derrumbamiento de todo. Pero la apuesta orteguiana no era gratuita respond¨ªa a una necesidad profunda y la evoluci¨®n de nuestra novela acab¨® por reflejarla: una figura como la de Juan Benet no se explica al margen de ella, aunque sobre el autor de Volver¨¢s a Regi¨®n gravitaran ya otros modelos novelescos.
El proyecto orteguiano pudo naufragar como empresa colectiva, pero Chacel le sigui¨® siendo fiel. Lo fue en su siguiente novela, Memorias de Leticia Valle (1946), la turbia historia de la seducci¨®n de un adulto por una adolescente y rememoraci¨®n minuciosa de una tragedia familiar, a la que hab¨ªa precedido Teresa (1941), una obra con mucho m¨¢s de novela que de biograf¨ªa sobre la vida de Teresa Mancha, la amante de Espronceda. Tambi¨¦n en ella se cumple aquel objetivo que el maestro asignaba al g¨¦nero novelesco de "inventar almas interesantes". La invocaci¨®n a Ortega se halla en el pr¨®logo que Chacel redact¨® ya tard¨ªamente, pero lo importante es que sobre unos pocos datos y algunos versos del l¨ªrico rom¨¢ntico mont¨® la autora su texto un estudio del alma de una mujer, de la pasi¨®n de una mujer.
Estos libros constituyeron en cierta medida una desviaci¨®n del modelo m¨¢s puro, m¨¢s abstracto, de Estaci¨®n. Ida y vuelta. A ¨¦l volvi¨® la escritora en La sinraz¨®n (1960), para muchos su mejor novela y seguramente la m¨¢s ambiciosa: escasa trama, larga y dolorosa reflexi¨®n y confesi¨®n del protagonista, que se vierte en extensos mon¨®logos sobre la frustraci¨®n y el sinsentido: el espacio blanco, especulativo, razonador, minucioso, anal¨ªtico, predilecto de Chacel, que habla sin dificultad con voz masculina. M¨¢s de seiscientas p¨¢ginas que dan la dimensi¨®n de un novelista. Despu¨¦s siguieron tres obras memoriales: Barrio de Maravillas, Acr¨®polis y Ciencias Naturales (1976, 1984 y 1988, respectivamente). Tres novelas de ra¨ªz personal, donde se traza, en id¨¦ntica l¨ªnea interiorizada, el decurso de una vida, la iniciaci¨®n, plenitud y desenlace de una peripecia vital.
A¨²n habr¨ªa que agregar relatos, memorias y ensayos, e incluso una abundante producci¨®n en verso, donde hay que destacar los sonetos de A la orilla de un pozo y, sobre todo, la traducci¨®n del H¨¦rodiade de Mallarm¨¦. Hija leg¨ªtima del pensamiento de Ortega, la creaci¨®n de Chacel se inscribi¨® en su estela con una voluntad, una tenacidad y una coherencia que es obligado subrayar.
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