Odio a ese ni?o
Es una cuesti¨®n de pura est¨¦tica, lo s¨¦. Pero odio a ese ni?o. Se lo tropieza , uno en cualquier cadena de la tele, cada vez que la publicidad campa por sus respetos. Es un enano de aspecto anglosaj¨®n, vestido con camisa a cuadros, tejanos, zapatillas deportivas y una de esas absurdas gorras americanas de b¨¦isbol que, desde hace tiempo, uno encuentra hasta en la sopa. La lleva, por supuesto, como la debe llevar un ni?o de ahora, o al menos la imagen de ni?o de ahora que se empe?an en colocamos los que saben de im¨¢genes y de ni?os: con la visera ni hacia adelante ni hacia atr¨¢s, sino ladeada, como el que no quiere la cosa. Cuidadosamente informal, como buenos v¨¢stagos de pap¨¢s din¨¢micos y guapos que bailan en el garaje junto al supercoche o viajan felices -permitan que me parta de risa- en la nueva Bussines Class de Iberia.Sab¨ªamos de sobra, a estas alturas, que para ser feliz en la vida hay que tener f¨ªsico y estilo anglosaj¨®n estadounidense de Am¨¦rica. Los pap¨¢s deben parecerse a Kevin Costner -Mario Conde ya no es una buena referencia- y las mam¨¢s han de optar entre el modelo rubia elegante y el de morena atractiva.
Y ahora le toca a los ni?os. Hasta la fecha, los modelos v¨¢lidos eran dos: n¨®rdico para beb¨¦s, rubios y con ojos azules, y travieso-pecoso-anglosaj¨®n, para los m¨¢s creciditos. Todo iba bien, e incluso nos hab¨ªamos acostumbrardo a eso, hasta el punto de que conozco familias de yuppies que consideran una aut¨¦ntica desgracia tener hijos con aspecto meridional, porque el fin de semana, junto a la barbacoa, desentonan.
Pero lo de la gorra es excesivo. Sobre todo s¨ª, como sospecho, no se trata s¨®lo de un ni?o, sino de varios, uno por anuncio, todos y cada cual con su gorra de b¨¦isbol atravesada con id¨¦ntica desenfadada, informal y picarona gracia. Una gracia s¨®lo comparable a la de la madre y el genio publicitario que los pari¨®.
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