Cerca del centro de la tierra
Le habr¨ªa gustado llegar a Damasco inmediatamente despu¨¦s de la I Guerra Mundial, junto a Lawrence, y haber vivido la representaci¨®n del cinismo imperialista anglo-franc¨¦s rompiendo el espinazo de los ¨¢rabes y estimulando su taifismo para hacerles inofensivos... de momento. Damasco y Samarcanda, los dos centros de un imaginario al que contribu¨ªa el fauve tecnicolor de Hollywood a?os cuarenta, pero tambi¨¦n la cultura libresca que no le hab¨ªa abandonado del todo. Y el taxista era de novela inglesa escrita por un colonialista moderado. Le quit¨® m¨¢s que le pidi¨® la maleta y casi le empuj¨® para que se introdujera en su Renault 25. Ni tuvo tiempo Carvalho de comprender por qu¨¦, salvo en los pa¨ªses ¨¢rabes m¨¢s feudales y petrodolarizados como el de Abu Dabi, los aeropuertos nunca est¨¢n a la altura del imaginario. El taxista conduc¨ªa como un turco, un tailand¨¦s, un brasile?o o un espa?ol pijo borracho, pero, sin duda, era hipertenso, porque no quer¨ªa desperdiciar ni un segundo.-?Espa?olo, no? No se me van los espa?olos... todos finischen por ser amicos... ?Miles de amicos espa?olos! ?Hotel? ?Compras? ?Rold¨¢n?
El taxista hab¨ªa pronunciado el apellido Rold¨¢n dentro de un. inventario de oferta neutra, como si fuera lo m¨¢s l¨®gico propon¨¦rselo.
-?Pata negra? ?Cerdo ib¨¦rico? ?Cesid? ?Opus Dei? ?Universidad Complutense? ?Burgues¨ªa catalana?...
-No capisco, espa?olo. Hotel, compras, Rold¨¢n...
-?Por qu¨¦ Rold¨¢n?
-Todos los espa?oles que vienen a Damasco preguntan por Rold¨¢n, y lo tenemos preparado en un establecimiento muy bonito del Damasco moderno, en el barrio Mazraa... Podemos hacerlo todo espa?olo por 30 d¨®lares...
Estudiaba la reacci¨®n de Carvalho a trav¨¦s del retrovisor.
-Veinte, s¨®lo veinte espa?olo... te llevo al Kassiun para que puedas contemplar Damasco, luego la ciudad vieja, la moderna, compras... bordados, vasos de cristal tallados, marqueter¨ªa, cobres repujados, muebles incrustados de n¨¢car... muebles de madera de naranjo, espa?olo, ?huelen a flor de azahar!, joyas de plata hechas por los n¨®madas, al fombras persas anteriores al Sha y al Jumeini, kilims del Irak o kurdos, m¨¢s baratos que en Bagdad o en el Kurdist¨¢n turco... luego Rold¨¢n ... el hotel ... una cena en el restaurante de un amigo, un hermano, cerca del palacio de Azem... paella a la cordobesa... muchachas... ?muchachos? Ab¨² te lleva.. Todo completo... El Kassiun, Rold¨¢n y el hotel. Veinte d¨®lares.
Como si obedeciera una orden militar, el taxista sobrevol¨® Damasco bordeando los barrios viejos y gritando el nombre de los lugares de inter¨¦s que iba ensartando sin que Carvalho pudiera re parar en ellos. Pero la presencia de la monta?a dominaba la ciudad, y los ojos tropezaban con su silueta c¨®nica a cada bocacalle, como un referente magn¨¦tico. Se encaram¨® el taxi por las laderas, y al llegar al mirador fren¨®, salt¨® del coche, abri¨® la portezuela a Carvalho y le ofreci¨® los cuatro horizontes.
-Damasco, el centro de la tierra... A ochenta kil¨®metros el mar, Beirut... por all¨ª Alepo la bella...
Carvalho contemplaba la ciudad polim¨®rfica que le crec¨ªa a la monta?a como una falda de patchwork dominada por los blancos y las vegetaciones, las cornisas descendentes y talladas con una decisi¨®n cicl¨®pea, la ret¨ªcula laber¨ªntica de la ciudad vieja, las casas c¨²bicas con los mechones de vegetaci¨®n brot¨¢ndoles por el patio central a cielo abierto... El taxista estudiaba las emociones de Carvalho.
-?Hermosa? ?No es verdad?
Asinti¨® Carvalho, pero ya estaba recuperando el sentido de finalidad en el que hab¨ªa sido educado por la Iglesia cat¨®lica y por el marxismo-leninismo e impuso:
-Rold¨¢n.
Si la ascensi¨®n hab¨ªa sido de Gran Premio de Montecarlo, el descenso fue a lo Indur¨¢in antes de casarse. Ocupado en temer por su vida, Carvalho tard¨® en comprender que hab¨ªan llegado al establecimiento prometido. Fue la portezuela abierta por Ab¨² y el asalto de los comerciantes que le hablaban en franc¨¦s lo que le indic¨® que hab¨ªa vuelto a nacer. Ab¨² dict¨® a la oreja del mandam¨¢s los deseos fundamentales de su pasajero, y el mandam¨¢s le propuso en un castellano de Valladolid antes de que fuera capital auton¨®mica:
-?Empezamos por don Luis Rold¨¢n, caballero espa?ol y cristiano?
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