Hay que empezar a comer de verdad
Desde ni?o le hab¨ªan horrorizado las cloacas, escenarios tenebrosos donde los hombres van al encuentro de su propia mierda y del miedo a ser ratas. Pero era su norma vencer los prejuicios, y hab¨ªa conseguido degustar h¨ªgado de pato Sin pasar por la educaci¨®n previa de probar bocado de h¨ªgados menos comprometidos, como el de cordero. As¨ª que, Bisc¨²ter se acerc¨® a la boca de cloaca zaragozana por la que hab¨ªa desaparecido el supuesto Rold¨¢n y la primera dificultad consisti¨® en desencajar la tapadera. En vano met¨ªa su dedito m¨¢s presentable por el orificio central, lo doblaba y tiraba sin conseguir otra cosa que casi perder el dedo. Pero, cercano un contenedor, entre basuras consigui¨® encontrar un tubo de hierro que le sirvi¨® para hacer palanca y emplear a continuaci¨®n su pie m¨¢s atrevido e impedir que la tapadera en su ca¨ªda volviera a sellar la sima. Lo consigui¨® a costa de una cojera que le durar¨ªa lo que el resto de su estancia en Zaragoza, e imponi¨¦ndose al dolor, venci¨® la tapa y el miedo al descenso. Una escalerilla met¨¢lica incrustada en la pared del pozo le permiti¨® bajar hasta un primer nivel en la justa penumbra que permit¨ªa la relativa cercan¨ªa de la farola de la calle. Adaptados sus ojos a la oscuridad y sus narices a un olor a mierda suave, lenta y dulce, mierda disent¨¦rica m¨¢s l¨ªquida que s¨®lida, vio claridades al final del t¨²nel y hacia ellas avanz¨® por estrechas aceras que enmarcaban un r¨ªo invisible al que tem¨ªa como si se sintiera fatalmente atra¨ªdo. Fue una victoria psicol¨®gica y moral llegar a las claridades, porque all¨ª el escenario era visible y casi con bellezas de ilustraci¨®n d¨¦ novelas subterr¨¢neas. Las aceras se ensanchaban, las aguas parec¨ªan inocentes, aunque oscuras, salvo en el momento de caer desde una catarata para formar remolinos viscosos y espumantes. M¨¢s all¨¢ de la catarata se agrandaba y empeque?ec¨ªa una sombra humana, como si al comp¨¢s de los pasos y de una linterna cambiara de estatura. Se puso Bisc¨²ter a su estela y cuando tuvo al hombre en su campo de mira le agradeci¨® que fuera el supuesto Rold¨¢n y no haber descendido en balde a aquellos inflemos pestilentes. Dobl¨® Rold¨¢n una esquina y se introdujo por una hendidura ojival, y lo mismo hizo Bisc¨²ter para descubrir que m¨¢s all¨¢ de la ojiva, las cloacas desaparec¨ªan y el escenario se parec¨ªa a los s¨®tanos de la Casa de la Ciudad de Barcelona, unas muy di1niinuidas ruinas romanas. Estaba entre arqueolog¨ªas de catacumbas y el. secano le tranquilizaba, as¨ª como la esperanza de encontrar otra salida al final del seguimiento que no requiriera desandar lo andado. Pero tuvo que esconder la escasez de su cuerpo, porque el hombre se hab¨ªa detenido y la luz de su linterna se cruzaba con la de otra linterna, y dos hombres m¨¢s totalizaron la reuni¨®n. Las voces reverberaban y Biscuter tuvo que acercarse para entender lo que dec¨ªan.-Hay que empezar a comer de verdad.
Dijo el supuesto Rold¨¢n.
-D¨¦jate de jugar a las consignas. Aqu¨ª podemos hablar tranquilamente.
Una de las linternas fue encajada en un nicho, y el haz de luz circunscribi¨® a los tres tertulianos. Bisc¨²ter recurri¨® a la sangre fr¨ªa de su pasado anfibio- lo hab¨ªa le¨ªdo en un suplemento dominical de La Vanguardia- para no emitir uno de esos grititos que tanto perjudican en situaciones en las que m¨¢s se debiera callar. ?Eran tres Roldanes! A tan escasa luz dificil era encontrar lo que les diferenciaba y asombrosas las concordancias entre sus rasgos, gestos, poses, voces.
-El cerco se estrecha.
El Rold¨¢n que as¨ª hablaba era el que hab¨ªa humillado a Bisc¨²ter en los futbolines y sigui¨® humill¨¢ndole.
-Ya env¨ªan a cualquier cosa. Esta noche se ha atrevido un alfe?ique a presentarse en los futbolines del Plata a preguntarme con toda la cara si yo era el Rold¨¢n que estaba bajo orden de busca y captura. Me lo he sacado de encima como he podido...
-Cada uno de nosotros podr¨ªa contar historias parecidas. Nos contrataron para esto y no fue mal contrato. Lo ¨²nico realmente desagradable es el lugar de citas.
-Me gustar¨ªa saber en qu¨¦ l¨ªo esamos metidos... qui¨¦n mueve los hilos y para qu¨¦...
El de los futbolines estaba preocupado e indignado.
-Adem¨¢s, el alfe?ique ese me ha chafado un plan con una titi. Ella ha reprochado el haberle humillado, porque le he dado un billete al feto y le he dicho: "?Vete de putas ... !". "Pues yo me voy a ligar con gente normal, en la discoteque del Corona de Arag¨®n... ". Me ha dicho la titi, con muy mala foll¨¢.
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