La pensi¨®n de las uvestruces
Nuestros izquierdistas creen que el sistema de pensiones espa?ol puede mantener o incluso mejorar sus prestaciones. Mis temores son mero reflejo de una postura ideol¨®gica de servidumbre ante el gran capital.Al derivar hacia un sistema de pensiones p¨²blicas "de reparto" las democracias occidentales se han colocado entre la espada y la pared. El despreciar con argumentos de baja estofa los intentos de algunos pa¨ªses como Chile de resolver la cuesti¨®n con remedios heroicos no hace desaparecer el problema.
El gobierno que se atreva a enfrentarse con empleados y pensionistas, para decirles que tienen que trabajar diez a?os m¨¢s, o aceptar pensiones contributivas de menos de dos tercios de las actuales, quedar¨¢ ensartado con- el acero de una derrota electoral. El gobierno que prefiera no hacer nada chocar¨¢ con la pared de un gasto p¨²blico insostenible y la reca¨ªda en trucos de tahur como el impuesto inflacionista.
Seg¨²n el Banco Mundial, en el a?o de 1990, el 15% de la. poblaci¨®n de los pa¨ªses desarrollados ten¨ªa m¨¢s de 60 a?os. En el a?o 2030 prev¨¦n que la proporci¨®n sea casi el doble. Si el n¨²mero de espa?oles queda estable, ello querr¨ªa decir que para entonces 15 millones de activos tendr¨ªan que sostener a 13 millones de jubilados, y adem¨¢s alimentar y educar a los ni?os y j¨®venes.
Un reciente estudio de las pensiones en siete pa¨ªses de la OCDE firmado por Paul van der Noord y Richard Herd, y resumido en The Economist de la semana pasada, plantea la cuesti¨®n en toda su crudeza. Dado el envejecimiento de la poblaci¨®n en los pa¨ªses adelantados, el mantener las. pensiones p¨²blicas en los niveles actuales supondr¨ªa alguna de las siguientes medidas o una combinaci¨®n de ellas: 1) crear un fondo p¨²blico de acumulaci¨®n con una elevaci¨®n permanente de la presi¨®n fiscal equivalente al 4% del PIB; 2) retrasar la edad del retiro -en el caso del Canad¨¢ hasta los 81 a?os-; 3) reducir el crecimiento del valor real de las pensiones respecto -del de los ingresos -en el caso de Francia cuatro puntos porcentuales por debajo del aumento real de: los salarios medios y dos puntos por debajo del coste de vida-.
?Por qu¨¦ es imposible sustituir sin coste un sistema de reparto por uno de capitalizaci¨®n? Porque toda una generaci¨®n de trabajadores, cuyas cuotas e impuestos sirvieron para sufragar las pensiones de sus mayores, se quedar¨¢ sin pensi¨®n (que los m¨¢s j¨®venes ahorrar¨¢n para s¨ª tras el cambio) o tendr¨¢ que ahorrar dos veces. En Chile, el Estado hab¨ªa amortizado toda la deuda p¨²blica y reducido los impuestos, por lo que puede reconocer a los fondos privados una subvenci¨®n para las pensiones de la generaci¨®n perdida. Pero el tama?o de la deuda p¨²blica espa?ola obligar¨¢ a financiar ese cambio con impuestos. ?Por qu¨¦ habr¨ªa que hacerlo? El beneficio del cambio nacer¨ªa de la mayor eficiencia administrativa de los fondos de pensiones privados, y de la mejor colocaci¨®n de los ahorros.
EL PA?S ha publicado el mi¨¦rcoles 17 una cr¨ªtica de mis propuestas, firmada por Francisco de Llobet, experto en pensiones de CCOO, e ilustrada con un retrato de Salvador Allende con gesto leninista. Doy dos muestras del tipo de argumentos que emplea. Me acusa de esconder la buena salud financiera del R¨¦gimen General de la Seguridad So cial, que en 1994 tendr¨¢ un super¨¢vit de 400.000 millones de pesetas; pero olvida decir que todo ese dinero, m¨¢s otros 560.000 millones que ha presupuestado el Estado, sirve para cubrir el d¨¦ficit de todos los reg¨ªmenes del sistema de pensiones espa?ol hoy (no les digo el siglo que viene). Denuncia que trabajo a sueldo de los bancos y aseguradoras (lo que por desgracia no es cierto); pero ?qu¨¦ dir¨ªa el se?or Llobet si yo le preguntara c¨®mo se llama la empresa de la que cobra sin trabajar, y que le permite escribir ligerezas en nombre de su sindicato? Adem¨¢s, a Chile le habr¨ªa ido mejor con un Mandela que con un Allende.
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