¨ªAl ladr¨®n, al ladr¨®n!

El avaro es lo que se llamaba una comedia de figur¨®n" o de personajote, con su car¨¢cter acentuado y caricaturizado; de sus enormes bultos morales sal¨ªan, claro, las moralejas: el da?o a los dem¨¢s, el castigo a su vicio. Hasta un punto: en el final feliz necesario para la obra, cada cual casa con quien debe, sin que Moli¨¨re tuviese ning¨²n escr¨²pulo por el m¨¢ximo absurdo; pero el avaro recupera su arqueta de monedas.Este figur¨®n lo representa Juan Antonio Quintana, un actor que lleva 35 a?os de trabajo y de buenos ¨¦xitos. No recuerdo haberle visto nunca, y ahora me alegra su trabajo profesional, su inagotable presencia en escena, su concepci¨®n del famoso mon¨®logo de la obra -Au voleur, au voleur!- donde ¨¦l y el autor de la versi¨®n, Enrique Llovet, ampl¨ªan la acusaci¨®n de ladrones a 4os espectadores, y hasta al pa¨ªs representado en el patio de butacas.

Algo as¨ª pretend¨ªa Moli¨¦re y contribuy¨® como pudo a la denuncia del r¨¦gimen de su tiempo, que acabar¨ªa justamente en la guillotina. Llovet prefiere la rotundidad y la teatralidad de las frases teatrales a la fidelidad -sin abandonarla-, y Quintana dirige a sus compa?eros y hace sus inventos de escena con solvencia; todos tienen dicci¨®n y prosodia. Rompen as¨ª la clausura veraniega del teatro; llevaron ellos unos espectadores que se rieron mucho, que aplaudieron la seguridad y, la solvencia de la compa?¨ªa y desde luego a Juan Antonio Quintana, que extrajo a Enrique Llovet de su butaca entre el p¨²blico y le hizo compartir las glorias en el palco esc¨¦nico.