Esta mujer es peligrosa
Nada m¨¢s despegar el helic¨®ptero, le quitaron la capucha. Judith envi¨® el haz de luz de una linterna al mensaje de Bisc¨²ter que Carvalho sosten¨ªa tozudamente en una mano: "De mochuelo a mochuela. Epidemia de Roldanes. De cloaca en cloaca. Tengo un apartado...".-De mochuelo a mochuela... ?Qu¨¦ quiere decir?
-Vida privada. Mi socio y yo nos queremos. Yo le llamo mi mochuelito y ¨¦l me contesta mi mochuelita.
-?Es usted homosexual?
-Es una pregunta que me hago a m¨ª mismo desde que descubr¨ª el sexo.
Judith discuti¨® apasionadamente con uno de los falsos bailarines. La linterna le serv¨ªa ahora para estudiar el recorrido a seguir. Carvalho pensaba en el mensaje de Bisc¨²ter... rememorativo de una de las frases hechas del fetillo: Cada mochuelo a su olivo y yo a mi casa. Bisc¨²ter le indicaba que regresaba a Barcelona, pero el mensaje parec¨ªa extra?amente interrumpido. "Tengo un apartado...". Faltaba la conclusi¨®n, o quiz¨¢ se hab¨ªa producido una interrupci¨®n t¨¦cnica de la que Bisc¨²ter no era consciente, de lo contrario habr¨ªa repetido su mensaje. La discusi¨®n entre Judith y su socio se calentaba.
-?Problemas?
-Se empe?an en dar un rodeo por Jordania. Realmente es peligroso buscar sobrevolando el Jord¨¢n porque significa, pasar por los Altos del Gol¨¢n. Tampoco podernos dar un rodeo por Beirut porque hay intercambio de fuego otra vez en el sur de L¨ªbano. Lo siento por usted. No podr¨¢ ver el mar de Tiber¨ªades.
-Ya estuve en todos los lugares sagrados que me interesan.
Dormit¨® inc¨®modamente y cuando decidi¨® despertar clareaba en el momento en que atravesaban el Jord¨¢n en el punto en que introduce sus aguas en esa reserva universal de cosm¨¦ticos que es el mar Muerto. De reojo, Carvalho vio en el mapa la posici¨®n de Jerusal¨¦n en l¨ªnea perpendicular al punto de encuentro del Jord¨¢n con el mar interior, pero el helic¨®ptero sigui¨® hacia el sur sobrevolando las aguas aceitosas, hasta que en la vastedad de desierto blanco destac¨® una monta?a roja trapezoidal en la que se distingu¨ªan muy arruinadas ruinas. Aterrizaron en el centro de la cima achatada de la monta?a, equidistante de los bastiones que delimitaban su per¨ªmetro.
-?Capucha?
-No hace falta. Luego esto se llena de turistas, pero a estas horas, nadie puede verle, ni usted puede ver a nadie.
Por lo visto aterrizaban en un lugar cinco estrellas de la Guide Bleu.
-A estas horas me impresiona... Aqu¨ª yace una de las ciudades m¨¢s simb¨®licas del Israel eterno, Massada, una ciudad fortificada que los romanos asaltaron y destruyeron sin piedad en el a?o 73 de su era. Quince romanos por cada jud¨ªo y les cost¨® siete a?os apoderarse de esta monta?a sagrada.
Israel tambi¨¦n dispon¨ªa de monta?as sagradas, aunque el principal negocio de Massada y sus alrededores era la explotaci¨®n de los cosm¨¦ticos producidos por el deshidratado mar Muerto.
-?Hemos venido a comprar cosm¨¦ticos?
Judith estaba tan emocionada por pisar tierra sagrada que le insult¨® a voz en grito e hizo adem¨¢n de darle un culatazo. Se contuvo, pero de un empuj¨®n oblig¨® a Carvalho a salir de la zona aventada por las aspas del helic¨®ptero y a correr en direcci¨®n a uno de los restos arqueol¨®gicos. Dos hombres armados les esperaban y mientras Carvalho lamentaba la marcha del helic¨®ptero que le dejaba varado en lugar sagrado, le empujaban y obligaban a descender unos escalones en busca del suelo de piedra y polvo de tan escasa ruina. Judith permanec¨ªa a su lado. Los dos hombres armados les apuntaban desde el borde de la excavaci¨®n, a dos metros de altura. Hab¨ªa hecho un viaje est¨²pido para fusilarle en un lugar como Numancia. Pero el peligro parec¨ªa proceder de Judith que le instaba a darle la espalda con la punta de la ametralladora, sin recurrir a la punta de la lengua. Y cuando se volvi¨®, comprob¨¦ que el muro que ten¨ªa ante s¨ª hab¨ªa sufrido la merma de la apertura de una puerta rectangular y m¨¢s all¨¢ unas escaleras modern¨ªsimas le invitaban a descender hacia las entra?as de la monta?a sagrada. La ametralladora y Judith le segu¨ªan. Tambi¨¦n la voz de la muchacha.
-Todos los caminos llevan a Jerusal¨¦n.
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