Los dividendos del alto el fuego
El aspecto de Belfast, la capital del Ulster, donde viven poco m¨¢s de un cuarto de mill¨®n de personas, es elocuente. En ¨¦l est¨¢n los efectos devastadores que han tenido en la econom¨ªa y en la fisonom¨ªa de la provincia los ¨²ltimos 25 a?os de violencia. Ruinas industriales se asoman aqu¨ª y all¨¢ junto a edificios en estado de permanente reconstrucci¨®n. El mejor y m¨¢s reputado hotel, el Europa, est¨¢ a¨²n semioculto entre andamios tras haber sido bombardeado m¨¢s veces que los hoteles de Beirut. Hacia el oeste hay zonas desoladas de miserables casitas, solares perdidos donde se acumula la basura, y tambi¨¦n, en el centro, modernos centros de compras con olor a hamburguesas, repletos de j¨®venes.En este contexto deprimido, la oferta de paz puede abrir tambi¨¦n nuevas expectativas de desarrollo para una provincia cuya econom¨ªa ha descansado hasta ahora en los 700.000 millones de pesetas que anualmente llegan de Londres. De acuerdo con el director de la Confederaci¨®n de la Industria Brit¨¢nica para Irlanda del Norte, Nigel Smith, si el alto el fuego demuestra ser permanente, "a medio y largo plazo puede haber un mont¨®n de posibilidades de negocios", en la provincia. Las m¨¢s optimistas previsiones consideran posible la creaci¨®n de hasta 30.000 nuevos puestos de trabajo, contando con la posibilidad de un desarrollo tur¨ªstico similar al de la Rep¨²blica de Irlanda.
Cierto que, hasta ahora, las cosas en el Ulster, y pese a la cordialidad de sus habitantes, no invitaban precisamente al disfrute de las bellezas paisaj¨ªsticas, pero los estudiosos norirlandeses aseguran que, si el proceso de paz se afianza, la contribuci¨®n de los visitantes extranjeros al Producto Interior Bruto del Ulster puede superar ampliamente el 1,5% actual. Para conseguirlo, sin embargo, Irlanda del Norte, que cuenta con una escasa infraestructura hotelera y dista mucho de ser un para¨ªso gastron¨®mico, tendr¨¢ que ofrecer algo m¨¢s que paz.
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