El Madrid es una fiesta
Los madridistas desarbolan al Sevilla en su deb¨² liguero
El Madrid se dio un homenaje en el viejo Nervi¨®n. Lleg¨® a Sevilla y continu¨® el programa de festejos que inaugur¨® frente al Palmeiras. Ahora mismo vive en estado de gracia, como si estuviera alumbrado por los dioses. Quiz¨¢, pero tambi¨¦n hay una explicaci¨®n m¨¢s mundana, m¨¢s apegada al suelo.El f¨²tbol del Madrid irrumpe de la reuni¨®n de un grupo de grandes jugadores, dotados mayoritariamente para todas las artes que puedan verse en un estadio. Por aqu¨ª hay destreza, por all¨¢ fantas¨ªa y la intuici¨®n, y tambi¨¦n la contundencia. Sin embargo, todo esa materia magn¨ªfica ha permanecido en estado de hibernaci¨®n, sometidos sus mejores f¨²tbolistas a un descr¨¦dito brutal. Primero recibieron mensajes confusos, luego sufrieron la herida de las primeras derrotas graves y por fin cayeron en un proceso destructivo que afect¨® por igual a su deseo por el juego y a su autoestima. Los sucesivos entrenadores tuvieron un efecto nocivo. Estuvieron m¨¢s atentos a proclamar los defectos que las cualidades de sus futbolistas, y todos estuvieron presos de la vanidad: quisieron estar por encima del equipo.
La impresi¨®n es que se ha producido un cambio de escenario en el Madrid. Frente a las grandes teor¨ªas hay que decir que el retrato del equipo es practicamente el mismo que los anteriores. El Madrid que debut¨® en la Liga s¨®lo presentaba dos novedades: Quique y Laudrup, sucesor de Hagi y Prosinecki, futbolistas de renombre. Y sin embargo, todo parece diferente. Los mismos futbolistas desacreditados -Michel, Sanchis, Mart¨ªn V¨¢zquez, Milla- son un a?o m¨¢s viejos, pero han recuperado su esplendor. Bastante de su renacimiento para el f¨²tbol tiene que ver con la recuperaci¨®n de la estima. Hay un hombre, Valdano, que les ha dicho que tienen un talento inmenso y que deben agotarlo por encima del miedo y las cr¨ªticas. Y tambi¨¦n les ha dicho que el f¨²tbol pertenece a los jugadores y nunca a los pizarristas.
La liberaci¨®n volvi¨® a apreciarse en Sevilla, una plaza siempre dif¨ªcil para los madridistas. Por el camino quedaron varios asuntos para los estad¨ªsticas. El Madrid sac¨® del centro y devolvi¨® la pelota al Sevilla quince segundos despu¨¦s. En medio estaba el gol m¨¢s r¨¢pido que se recuerda en Espa?a. El toque atr¨¢s, Milla hacia Quique, la pelota a Michel, que dibuja un pase que recorre de manera perfecta el callej¨®n del ocho, donde aparece Zamorano como un trueno para matar con un pelotazo. Ah¨ª comenz¨® la fiesta madridista.
El Sevilla, que hab¨ªa salido con la obsesi¨®n de presionar, tuvo que hacer un cambio de papeles. Ten¨ªa que jugar. Y no pudo. Cay¨® noqueado, tumbado en cada jugada madridista, enredado en la tela de pases que teji¨® una y otra vez el Madrid. Lleg¨® inmediatameente el segundo gol, que sirvi¨® para confirmar que Zamorano ha encontrado una mina en Laudrup. En el v¨¦rtice del diamante, Laudrup es una bendici¨®n para el f¨²tbol. Y un ganador. Te raja con un pie de seda. Es la peor muerte posible, porque encima se gana la admiraci¨®n del vencido.
Desde el segundo gol, el Madrid interpret¨® un mon¨®logo que tuvo momentos brillant¨ªsimos. Volvieron a disfrutar del f¨²tbol sus jugadores, una sensaci¨®n perdida en el erial de los ¨²ltimos a?os. Vean a Mart¨ªn V¨¢zquez, un alma en pena desde su regreso, que ha recuperado la vitalidad, la alegr¨ªa, el desenfado que siempre le caracterizaron. En Sevilla dej¨® dos muestras asombrosas de fantas¨ªa y precisi¨®n. En la primera, enganch¨® la pelota en el medio campo, se quit¨® a un rival con una pisada de bal¨®n, sigui¨® con un reverso de bailar¨ªn y tir¨® el pase corrido a Zamorano, que entreg¨® a Amavisca, atropellado por los defensores sevillistas. Fue el primer penalti. Fall¨® Laudrup y Mart¨ªn V¨¢zquez no qued¨® satisfecho. Una nueva invenci¨®n del interior madridista produjo el segundo penalti y al cuarto gol madridista. La rotundidad del Madrid invitaba a un elogio global, pero detr¨¢s de la puesta en escena aparec¨ªan algunos jugadores que tuvieron una noche colosal como Quique y Milla.
Lo mejor de este Madrid est¨¢ por encima de las cifras. Hay que buscar por debajo de la epidermis. All¨ª se encuentra. la sutileza, el ingenio y el deseo de reivindicaci¨®n que exigen sus futbolistas.
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