Curso econ¨®mico
LA RECUPERACI?N de la econom¨ªa parece ser lo mejor del equipaje con el que el Gobierno aborda el curso pol¨ªtico. Una bonanza exportadora de duraci¨®n e intensidad inesperadas y unos ingresos por turismo sin precedentes han sido los principales responsables del definitivo abandono de la recesi¨®n, y seguir¨¢n contribuyendo, aunque en mucha menor medida, a que el pr¨®ximo a?o registre una tasa de crecimiento superior a la de ¨¦ste. Pero la constataci¨®n de ese mayor dinamismo de la actividad econ¨®mica no impide reconocer su vulnerabilidad y, en todo caso, sus limitados efectos a corto plazo sobre la mejora de las condiciones de vida de la poblaci¨®n. Ni el ritmo al que la econom¨ªa est¨¢ creciendo o pueda hacerlo en los pr¨®ximos a?os, ni el nivel en que est¨¢n situados la inflaci¨®n y el d¨¦ficit p¨²blico permiten garantizar que la econom¨ªa espa?ola dispone de las condiciones ¨®ptimas para aprovechar, en t¨¦rminos de un significativo crecimiento del empleo, este mejor clima econ¨®mico que hoy existe en toda Europa.La elaboraci¨®n de los pr¨®ximos presupuestos y la materializaci¨®n de esa manifestada intenci¨®n de dialogar con sindicatos y empresarios son las dos principales tareas en el ¨¢mbito de la pol¨ªtica econ¨®mica que se ha propuesto el Ejecutivo. Su concreci¨®n puede contribuir a reducir la incertidumbre todav¨ªa hoy existente, facilitando la adopci¨®n de las decisiones de consumo e inversi¨®n privada que son necesarias para consolidar la recuperaci¨®n.
En apenas tres semanas, el Gobierno y CiU deber¨¢n resolver algunas de sus principales diferencias en los pr¨®ximos presupuestos. Bajo el enunciado de incentivos fiscales a la econom¨ªa productiva se agrupan reivindicaciones de siempre de los empresarios. En la reducci¨®n de las cotizaciones empresariales a la Seguridad Social parece existir ya un acuerdo. Es una apuesta arriesgada. Si el ahorro de costes para las empresas por este concepto se traduce en mejoras de la competitividad -medibles en calidad y precios de los productos- y no directamente en mayores m¨¢rgenes de beneficio es algo por verificar; tambi¨¦n est¨¢ por ver que esas ganancias en competitividad tengan una traducci¨®n clara en t¨¦rminos de generaci¨®n de empleo.
La apuesta es importante porque la contrapartida de esos hipot¨¦ticos efectos sobre el empleo ser¨ªa una merma en los ingresos de la Seguridad Social, cuya compensaci¨®n recaer¨¢ de forma m¨¢s o menos generalizada sobre el aumento de la imposici¨®n de los consumidores. Se ha estimado que por cada punto de reducci¨®n de esas cotizaciones empresariales los ingresos de la Seguridad Social caer¨ªan en unos 200.000 millones de pesetas. Su compensaci¨®n a trav¨¦s de un aumento de los impuestos especiales sobre los derivados del petr¨®leo es probablemente la menos mala de las alternativas que se han manejado, pero puede generar efectos adversos que hay que prever. La gradualidad en su aplicaci¨®n es, en todo caso, tan necesaria como la permanente atenci¨®n al equilibrio financiero de la Seguridad Social.
En cualquier caso, los datos ahora conocidos sobre la magnitud del fraude fiscal -m¨¢s de tres billones- obligan a que la correcci¨®n de ese esc¨¢ndalo sea la primera medida de saneamiento de nuestras finanzas p¨²blicas. Ello deber¨ªa ser objeto de un plan consensuado en el Parlamento. Las cr¨ªticas del PP a la pol¨ªtica fiscal del Gobierno perder¨ªan toda credibilidad si no incluyen un compromiso en esa direcci¨®n. Pero es cierto que nada ayudar¨ªa tanto a combatir el fraude como una pol¨ªtica de mayor rigor en el gasto.
Los adversos precedentes justifican el escepticisno respecto al proyectado di¨¢logo con los sindicatos. Sin embargo, la actitud de las centrales en la negociaci¨®n colectiva de este a?o refleja un cierto giro, en el sentido de aceptar una l¨ªnea reivindicativa m¨¢s vinculada a la evoluci¨®n de la salud de las empresas y, en general, a la competitividad de la econom¨ªa. Ello permite albergar la esperanza, si no de un pacto de rentas, hip¨®tesis descartada por el propio Gobierno, s¨ª de un restablecimiento de un clima de cooperaci¨®n similar al menos al que permiti¨® la reconversi¨®n industrial de los primeros a?os ochenta, que hizo posible el crecimiento del periodo 1985-1991.
El Gobierno afronta en los pr¨®ximos meses tareas m¨¢s complejas y en condiciones de respaldo pol¨ªtico m¨¢s precarias que en legislaturas anteriores. Ha dejado atr¨¢s el lastre de la recesi¨®n, pero no tiene asegurada la renta que espera de una recuperaci¨®n econ¨®mica tan evidente como vulnerable. Su asentamiento depender¨¢ de esa estabilidad parlamentaria en la que conf¨ªa, pero tambi¨¦n de su capacidad para que las actuaciones de pol¨ªtica econ¨®mica que ahora ha de emprender transmitan la necesaria confianza a los agentes econ¨®micos.
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