Toreo al natural
Los dos maestros torearon al natural, Dios les bendiga. Tanto el maestro Curro V¨¢zquez como el maestro Julio Aparicio apenas hab¨ªan tanteado la embestida de sus respectivos toros, ya se estaban echando la muleta a la izquierda, ya se la presentaban al victorino de turno en divina forma, ya cargaban la suerte al embrocar y cuantas restantes especificaciones t¨¦cnicas y art¨ªsticas dicta el dogma.Que luego los naturales les salieran hondos o superficiales, suaves o ¨¢speros, reunidos o divorciados, es distinta cuesti¨®n. De todo hubo, pues no los daban al aire de una mosquita muerta, seg¨²n viene siendo usual en la neotauromaquia, sino a toros encastados, con sus complicaciones inherentes. No todos los toros sacaron casta, sin embargo; quiere decirse, esa peculiar casta victorina que da m¨¦rito a, las faenas y emoci¨®n a la fiesta. Ocurri¨® ¨²nicamente con los tres primeros, que ser¨ªan chiquitos, pero matones, y acud¨ªan a los enga?os con la codicia caracter¨ªstica del antiguo toro de lidia cuando le rebull¨ªa en la sangre la bravura.
Mart¨ªn / V¨¢zquez Aparicio
Toros de Victorino Mart¨ªn, chicos excepto 4?, pobres de cabeza, varios sospechosos de pitones; tres primeros con casta, resto flojos y vulgares.Curro V¨¢zquez: media muy atravesada ca¨ªda, rueda de peones y descabello (ovaci¨®n y salida al tercio); pinchazo hondo atravesado descaradamente bajo, pinchazo bajo y estocada infamante en los bajos (ovaci¨®n y tambi¨¦n pitos cuando saluda); bajonazo escandaloso (oreja). Julio Aparicio: bajonazo descarado, rueda de peones y dos descabellos (bronca); dos pinchazos bajos y estocada trasera (oreja); bajonazo traser¨ªsimo, rueda de peones y dos descabellos (aplausos y saludos). Plaza de Aranjuez, 5 de septiembre. Corrida goyesca, 2? de la Feria del Mot¨ªn. Tres cuartos de entrada.
El que hizo segundo no s¨®lo acudi¨® a los enga?os sino tambi¨¦n a las personas y al estupendo banderillero Jos¨¦ Castilla le peg¨® un paliz¨®n terrible. Dos palizones le peg¨® en realidad. El primero, durante la brega en el tercio de varas. Lo atrap¨® literalmente en pleno capotazo y tras voltearle, lo revolc¨® con sa?a, lo levant¨® prendido de la chaquetilla y nuevamente ca¨ªdo le menude¨® el cuerpo a pitonazo limpio.
Se incorpor¨® Castilla hecho unos zorros, tirantes colgando, pantal¨®n a girones, casaca abierta por las costuras y por las urdimbres, verg¨¹enzas al aire, y ya parec¨ªa que se lo iban a llevar a la enfermer¨ªa cuando el torero, que lo esa carta cabal, reclam¨® el capote y reemprendi¨® la brega. Par de minutos m¨¢s tarde el victorino le volv¨ªa a cazar, voltear, vapulear, y destruir lo poco que de traje goyesco quedaba. No result¨® herido Castilla, mas el maestro le liber¨® del servicio y se march¨® a mudar la ropa.
El maestro, Julio Aparicio, vio al victorino resabiado, lo machete¨® por la cara, lo acuchill¨® raudo, y esper¨® a tiempos mejores. Llegaron con el cuarto toro, que ni ten¨ªa casta, ni parec¨ªa victorino, ni nada. Posiblemente era hijo de padre desconocido. Puede ocurrir en las mejores familias: que pase vagabundo a orillas del predio un tipo cunero de aires chulescos y embaucadora labia, salte la cerca, se beneficie a la perla de la casa, y nueve meses despu¨¦s venga al mundo el inesperado fruto de aquella fugaz relaci¨®n. Tal debi¨® ser el caso.
El fruto, que no se parec¨ªa en nada a sus hermanos -a un morucho golfo de la vecindad, quiz¨¢ s¨ª- tom¨® con buen conformar y escaso temperamento los naturales y redondos de factura desigual que le quiso instrumentar Julio Aparicio, y finalmente una tanda al natural hermos¨ªsima, honda y templada, de apaulado corte, que elev¨® el toreo a la categor¨ªa de arte. Constituy¨® el momento cumbre de Aparicio en la tarde goyesca, pues al sexto, que no planteaba problemas, le instrument¨® una faena largu¨ªsima en continuo movimiento.
Curro V¨¢zquez, por su parte, derroch¨® torer¨ªa en todos los lances, todas las suertes y todos los frentes, principalmente cuando hubo de encelar y dominar los toros de casta. Con ser buena la faena al vulgarote y distra¨ªdo toro quinto -premiada con oreja- fueron mejores las que ejecut¨® a los victorinos encastados, diluyendo en la sabidur¨ªa torera y en la templanza de su coraz¨®n de artista las vivaces embestidas. Toda la faena al tercero, un victorino de creciente bravura, la hizo Curro V¨¢zquez sobre la mano izquierda. Y al concluirla, en medio del aplauso y la emoci¨®n de los aficionados, un espectador, que debe pertenecer a la hornada de la neotauromaquia pegapasista, le grit¨®: "Curro: ?Y por la derecha, qu¨¦?". Curro le respondi¨® que se fuera a alg¨²n lugar; no se entendi¨® muy bien d¨®nde. Pero est¨¢ claro que para el nuevo p¨²blico de toros el derechazo es lo guay, y el natural -la esencia del toreo, nada menos-, filfa. As¨ª de loca est¨¢ la fiesta; qu¨¦ se le va a hacer.
Babelia
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