"Estoy bien, estoy bien"
"Al o¨ªr la explosi¨®n nos echamos a la calle", comienza su relato Juan Corral, de 19 a?os, estudiante de Empresariales y vecino de la zona donde se produjo la explosi¨®n. "Ah¨ª, en medio de Doctor Esquerdo, inclinado y temblando, se hallaba. De cintura para abajo estaba desnudo. Era una persona oriental. No puedo calcular su edad. Su rostro, desfigurado, se encontraba cuajado de cristales, y sangraba abundantemente por la cara. Sus manos y sus piernas eran jirones de piel que se le desprend¨ªan. Lo que m¨¢s me impresion¨® es que repet¨ªa: 'Estoy bien, estoy bien".La madre de Juan Corral, Elena Arag¨®n, hermana del payaso Fof¨®, comenz¨® a gritar para que ayudaran al herido. "No me importa que fuera chino o negro, era un ser humano y sufr¨ªa".
Sandalio Rubio, de 60 a?os, conserje de una finca de la calle de Rafael Salazar, recuerda: "Me enfad¨¦ con un polic¨ªa municipal porque no hac¨ªan caso al herido". Rubio llev¨® a Elena a su casa y le dio una tila. Mientras, una ambulancia trasladaba al herido.
En la calle, donde a¨²n resonaba la sirena del veh¨ªculo sanitario, una mujer joven china de gran belleza apenas hablaba. Un polic¨ªa intentaba conversar con ella. Sus ojos reflejaban el brillo de las l¨¢grimas. Era la esposa del herido, ingresado con graves quemaduras en La Paz.
M. O. P., estudiante de octavo de BUP, de 17 a?os, relata su recuerdo a¨²n fresco de lo sucedido en la madrugada del lunes en el restaurante Tiananmen de la calle del Doctor Esquerdo, 99: "Estaba en mi casa, en un sexto piso del edificio m¨¢s pr¨®ximo, sobre el restaurante chino. O¨ª una explosi¨®n y vi llamas que se alzaban a gran altura. Era la 1.36 del lunes. Luego escuch¨¦ muchos gritos: ?Amonal, amonal!, era el m¨¢s repetido por los polic¨ªas".
Sin opini¨®n
"No tener opini¨®n", dice un maduro empleado de un restaurante chino cercano al Tiananmen, uno de los aproximadamente 70 comedores chinos existentes en Madrid. "?Nombre?, tampoco" y suelta una gran carcajada que luego corta.
Para su patr¨®n, joven y de porte distinguido, "es una pena lo sucedido. La gente va a desconfiar de todos los chinos". Y a?ade: "Los chinos somos -como mis amigos espa?oles- gente maja. Majo, en chino, se dice hau ", a?ade, con una sonrisa que no logra despejar su preocupaci¨®n. Pese a todo, su restaurante, a s¨®lo unos centenares de metros del lugar de la explosi¨®n, se llen¨® ayer de comensales.
Muy cerca, un anciano oriental que tampoco tiene nombre dec¨ªa: "S¨®lo s¨¦ que un drag¨®n bram¨® ayer con el grito del trueno". Con una sonrisa helada contemplaba un drag¨®n de purpurina desplomado entre las ruinas.
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