Arroz y cacharros intactos
El edificio destruido por la explosi¨®n ocupa una cuadr¨ªcula de tres alturas con fachada a la calle del Doctor Esquerdo. Albergaba el restaurante Tiananmen, una sucursal bancaria de La Caixa y, en la parte posterior, la iglesia de San Estanislao de Kotska. El interior del restaurante chino, ayer, no ten¨ªa nada que ver con el sal¨®n iluminado en tonos verde manzana, decorado con relieves dorados, en el que cientos de madrile?os han comido, cenado, incluso celebrado comuniones, desde hace a?os. Ahora, su mostrador de madera reluciente es s¨®lo una plancha negra de madera muerta que dif¨ªcilmente se tiene en pie. Sobre el suelo, esparcidos entre el holl¨ªn y los cascotes, dos tenedores cruzados y un cuchillo curvo, retorcidos por las llamas, forman un raro s¨ªmbolo.S¨®lo el menaje de la cocina, un saco de arroz valenciano y unas docenas de huevos han resistido al fuego. El comedor estuvo presidido por el mostrador, ahora calcinado; sus mesas mostraron en su d¨ªa, sobre sus manteles de hilo, los pliegues precisos de las servilletas, que s¨®lo los restauradores chinos saben trenzar. Algunas servilletas permanecen chamuscadas sobre el suelo, sin pliegue alguno ya. Sus men¨²s abarcaban los principales platillos de la cocina china, pato al estilo de Pek¨ªn y cerdo picante de Cant¨®n, am¨¦n de la cerveza t¨ªpica Chin Tao.
En el exterior del restaurante y del banco, una balaustrada de pesada piedra contorneaba el edificio, transitado a diario por estudiantes de colegios pr¨®ximos. Debajo se hallaba el s¨®tano del banco, cuya caja fuerte, intacta tras la explosi¨®n, hubo de ser abierta para extraer los valores que conten¨ªa; el s¨®tano del Tiananmen albergaba cientos de botellas de vino rosado de Rioja, algunas de ellas rotas, que impregnaban ayer las ruinas de un oloroso aroma confundido con el del pl¨¢stico requemado del r¨®tulo rojo del restaurante.
Por el almac¨¦n se avistan los a?icos de las vidrieras de la iglesia, que regenta el p¨¢rroco Rafael Rojo, de 50 a?os; observa preocupado los estragos en el templo, a la espera de la llegada de los t¨¦cnicos del seguro. "Si hay que interrumpir el culto, haremos la misa en las monjas de Beata Mar¨ªa Ana, aqu¨ª cerca", dice el p¨¢rroco mientras recibe a feligreses consternados, dispues os a ofrecerle su ayuda. "Saldremos de ¨¦sta", les responde con una sonrisa suave.
"Sorprende ver que en el restaurante no ha quedado piedra sobre piedra... Tal vez era eso lo que buscaban los agresores", comenta pensativo un vecino.
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