Un novillo con poder
El sexto novillo derrib¨® con estr¨¦pito, luego le pegaron lo menos cinco puyazos, y no se cay¨®, ni nada. ?Un novillo de poder! ?Lo nunca visto! La afici¨®n se preguntaba por qu¨¦ no se hab¨ªa ca¨ªdo ese novillo y ped¨ªa explicaciones. He aqu¨ª un caso sorprendente en esta ¨¦poca de invalidez absoluta del ganado de lidia.El novillo-toro, grand¨®n y serio, entrampill¨® el percher¨®n de descuartizar contra las talanqueras y el descuartizador que lo montaba se peg¨® un batacazo morrocotudo. Incorporado a continuaci¨®n sin aver¨ªas corporales, cabalg¨® de nuevo, terci¨® el castore?o, mir¨® de soslayo, requiri¨® la vara, cuarte¨® el percher¨®n acorralando al toro en las talanqueras, y le peg¨® cinco puyazos si no fueron seis o doce.
Buend¨ªa / Garc¨ªa, Conde, Encabo
Novillos de Joaqu¨ªn Buend¨ªa, bien presentados aunque mochos; 6?, grande y con poder; nobles.Juan Carlos Garc¨ªa: estocada perdiendo la muleta (dos orejas); bajonazo perdiendo la muleta (ovaci¨®n y saludos). Javier Conde: pinchazo, bajonazo escandaloso y rueda de peones (aplausos y saludos); dos pinchazos -primer aviso con dos minutos de retraso-, pinchazo, estocada atravesada, rueda de peones, tres descabellos -segundo aviso con retraso- y cuatro descabellos (silencio). Luis Miguel Encabo: estocada ca¨ªda y rueda de peones (oreja); tres bajonazos (palmas). Plaza de Arganda del Rey, 7 de septiembre. 3a corrida de feria.
Precisar el n¨²mero de puyazos que perpetr¨® el ce?udo picador resultaba imposible, sin contar con un buen puyaz¨®metro u otros instrumentos de precisi¨®n varilarguera. S¨¢bese, ¨²nicamente, que met¨ªa en el espinazo del toro hierro carnicero, lo apalancaba girando con el caballo en torno, rajaba, escarbaba, sacaba, met¨ªa, y vuelta a sacar y vuelta a meter.
El toro, que mostr¨® s¨ªntomas de bravura, acomet¨ªa al caballo cada vez que lo ve¨ªa pr¨®ximo, hasta que dej¨® de verlo, primero porque debi¨® de quedarse medio ciego, segundo pues caballo y caballero desaparecieron finalmente por el foro. Vino despu¨¦s turno de banderillas y el toro declin¨® recibirlas. El toro, en aquellos momentos, s¨®lo quer¨ªa marcharse y se plant¨® delante de chiqueros, orientado por el aroma familiar que de all¨ª emanaba, seguramente buscando la protecci¨®n de su mam¨¢ la vaca.
Toro que recibido el castigo se aquerencia en toriles delata su mansedumbre -dicen la tradici¨®n y el Coss¨ªo-, mas en el novillote de Buend¨ªa esa ser¨ªa una presunci¨®n discutible y ofensiva, dadas las circunstancias. Cualquiera en, su caso habr¨ªa hecho lo mismo. A uno le pegan cinco o doce puyazos en el espinazo y lo menos que dice es "?Madre m¨ªa!".
Lleg¨® el toro al ¨²ltimo tercio sin fijeza y Luis Miguel Encabo lo mulete¨® voluntarioso. Este torero estuvo tambi¨¦n voluntarioso e intentando el toreo hondo en su faena precedente, pero apenas ten¨ªa m¨¦rito, dado el novillejo mocho que le sacaron.
La novillada estaba mocha, y en tales circunstancias casi result¨® irrelevante que Juan Carlos Garc¨ªa toreara con pulcritud y estilo -aunque sali¨® en triunfo- o que Javier Conde -un desastre con la espada- destorease amanerado y ventajista. Tampoco fue como para abrirse las venas que Encabo le metiera tres bajonazos, tres, al sexto novillo. Primero porque todo el mundo mata a bajonazos; y luego, porque ni con tres bajonazos, tres, se ca¨ªa aquel ins¨®lito ejemplar, cuyo poder¨ªo reaviv¨® en la afici¨®n nostalgias de los viejos tiempos.
Babelia
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