Cuando la reinserci¨®n les un¨ªa
Ardanza se muestra pesimista sobre la posibilidad de que el Pacto de Ajuria Enea recobre el pulso vital del que goz¨®
Hace s¨®lo un mes, el lehendakari, Jos¨¦ Antonio Ardanza, trat¨® de sentar juntos a Jaime Mayor Oreja, presidente del PP vasco y miembro de la Mesa de Ajuria Enea, y a Julen Guimon, su antecesor y firmante del pacto antiterrorista por los populares, en enero de 1988, y hoy juez en ejercicio y apartado de la pol¨ªtica.La pol¨¦mica sobre la reinserci¨®n de los presos de ETA estaba en su apogeo. El PP hab¨ªa puesto en cuesti¨®n la aplicaci¨®n de la reinserci¨®n como parte del Pacto de Ajuria Enea y exig¨ªa el cumplimiento ¨ªntegro de las penas para los etarras. Con su oposici¨®n a la reinserci¨®n individual de estos presos se opon¨ªa al punto 9 del pacto.
Ardanza, que tiene a gala su papel como garante del Pacto de Ajuria Enea, intentaba, con esa reuni¨®n, recuperar la letra y el esp¨ªritu de aquel acuerdo, que se rubric¨® con unos bol¨ªgrafos, alemanes que el lehendakari regal¨® luego a los firmantes. Guimon hab¨ªa asistido, como representante de Alianza Popular (AP), al encierro de 50 horas, entre el s¨¢bado 9 de enero de 1988 y el martes 12, que costaron parir el acuerdo en el palacio presidencial vasco. Este documento era la traducci¨®n en el Pa¨ªs Vasco del Pacto de Madrid, suscrito un mes antes.
La firma que aparece en el Pacto de Ajuria Enea es la de AP y no la del PP, un partido refundado posteriormente, y a Ardanza le preocupa que se pierda la memoria hist¨®rica. No en vano, recuerda frecuentemente que, de los siete firmantes, seis a?o! despu¨¦s s¨®lo dos contin¨²an asistiendo a las sesiones: Xabier Arzalluz, por el PNV, y el propio lehendakari. Dos partidos han desaparecido: CDS y Euskadiko Ezkerra. Eusko Alkartasuna ya no acude, y el representante socialista Txiki Benegas fue sustituido por Ram¨®n J¨¢uregui.
Jaime Mayor Oreja, el sustituto de Guimon, no es un reci¨¦n llegado a la pol¨ªtica vasca. Por el contrario, es un profundo conocedor del terrorismo vasco y dijo que asum¨ªa totalmente la herencia del Pacto de Ajuria Enea cuando relev¨® en, su puesto a Guimon.
Pero la reuni¨®n estival, de rememoraci¨®n hist¨®rica, no fue posible. Ardanza ignoraba, entre otras cosas, que las relaciones entre el juez Guimon y Mayor Oreja no son buenas.
Ardanza, el mi¨¦rcoles de madrugada, en el Casino de Madrid y poco antes de salir para un viaje de cinco d¨ªas a Washington, dijo lo que con toda probabilidad hubiera puesto sobre la mesa en la frustrada reuni¨®n con Mayor Oreja y Guimon. Asegur¨® que la reinserci¨®n, hoy tan pol¨¦mica, no present¨® problemas, en enero de 1988, cuando se debati¨® en la Mesa de Ajuria Enea.
La ¨²nica reserva, superada sin apenas debate, procedi¨® del representante del CDS en la Mesa, Alfredo Marco Tabar. Este hombre, que hab¨ªa militado en la UCD vasca y hab¨ªa sufrido de cerca el asesinato de seis compa?eros de su partido por una de las ramas de ETA entre los a?os 1979 y 1980, opuso algunas razones sentimentales.
Pero las razones de sus compa?eros de mesa fueron poderosas. La pol¨ªtica de reinserci¨®n de etarras hab¨ªa conseguido ya algunos ¨¦xitos contundentes, como el abandono de las armas de una gran parte de la rama pol¨ªtico-militar. Y a nadie se le ocurr¨ªa cuestionar esa estrategia. Ni siquiera al representante de AP, Julen Guimon, que apoy¨® con entusiasmo este punto.
Ardanza suele recordar que el pacto, con la reinserci¨®n individual incluida, se firm¨® pocos d¨ªas despu¨¦s de que ETA realizara uno de sus atentados m¨¢s crueles -el del cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza, en el que murieron 11 personas, cinco de ellas ni?os- y a los seis meses de la salvajada de Hipercor, en Barcelona, que cost¨® la vida a 21 personas, de ellas cuatro menores.
En la memoria de los participantes en la cumbre queda la intervenci¨®n de Kepa Aulestia, el representante de Euskadiko Ezkerra,quien manifest¨® reiteradamente aquello de "flexibilidad con el individuo y dureza con la organizaci¨®n", en claro alegato en favor de la reinserci¨®n individual.
El punto de mayor discrepancia del representante de AP, Julen Guimon, y que caus¨® algunos problemas en la negociaci¨®n en la tarde del 11 de enero, fue Navarra. Guimon se opon¨ªa a que el texto del pacto antiterrorista hiciera una referencia pol¨ªtica a la regi¨®n hermana de la vasca.
Consult¨® telef¨®nicamente con el entonces presidente de AP, Antonio Hern¨¢ndez Mancha. ?ste deleg¨® en el l¨ªder navarro del partido, Jaime Ignacio del Burgo. En ausencia de Del Burgo, fue Jes¨²s Aizp¨²n el que dio luz verde a Guim¨®n, con el visto bueno de Hern¨¢ndez Mancha.
El representante de AP, esta vez en compa?¨ªa del entonces secretario general de los socialistas vascos, Txiki Benegas, protagoniz¨® otro debate frente a los nacionalistas: su negativa a mezclar consideraciones pol¨ªticas en el texto. La discusi¨®n absorbi¨® toda la jornada del domingo 10 de enero. Al final se lleg¨® a un acuerdo salom¨®nico. El PSOE y AP ced¨ªan, pero arrancaban a los nacionalistas la negativa a que el cese del uso de las armas por ETA llevara aparejada una negociaci¨®n pol¨ªtica con los terroristas. As¨ª consta en el texto final del acuerdo.
Pero no fue, ni de lejos, el representante de AP el miembro m¨¢s cr¨ªtico de la cumbre. Sin lugar a dudas lo fue el representante de Eusko Alkartasuna, I?aki Oliveri, que estuvo en permanente contacto telef¨®nico con el l¨ªder de su partido, el ex lehendakari Carlos Garaikoetxea. Oliveri lleg¨® a abandonar la reuni¨®n, la noche del 11 de enero, dando un portazo, y se reincorpor¨® a primera hora de la tarde del d¨ªa siguiente.
La tasaci¨®n de las competencias de la Ertzaintza y las garant¨ªas en el desarrollo del Estatuto de Gernika fueron los aspectos que estuvieron a punto ole evitar que de la cumbre se saliera con un acuerdo. El riesgo de ruptura procedi¨®, sobre todo, de los partidos nacionalistas, y algunas de las discusiones, con la perspectiva de m¨¢s de seis a?os, suscitar¨ªan hoy las sonrisas de: los observadores. De hecho, la ¨²nica reserva escrita que aparece en el Pacto de Ajuria Enea es la introducida por Eusko Alkartasuna.
La evoluci¨®n pol¨ªtica, posterior es la que cambia las posiciones del PP, ya refundado, y con Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar como l¨ªder. El congreso del PP de febrero de 1993 introduce la cl¨¢usula por la que los terroristas y narcotraficantes deben cumplir ¨ªntegramente las penas, lo que, dicho sin matices, se opone al punto 9 del pacto vasco.
Ah¨ª empiezan los problemas. Ardanza cree que el acuerdo es revisable, pero condena en¨¦rgicamente que se polemice p¨²blicamente sobre su contenido, porque la regla de oro del pacto es precisamente la unidad democr¨¢tica contra el terrorismo.
Ardanza se manifiesta muy cr¨ªtico con el PP por su actitud en la pol¨¦mica. El mi¨¦rcoles de madrugada, en el Casino de Madrid, desminti¨® que al PP no se le haya informado sobre la docena de excarcelaciones de etarras que han levantado la pol¨¦mica. Asegur¨® que la representaci¨®n del PP fue informada hace meses de esos movimientos en la Comisi¨®n de Derechos Humanos del Parlamento vasco.
Ardanza cree tambi¨¦n que es una incongruencia que se apoye la dispersi¨®n de los presos si no tiene como finalidad una reinserci¨®n que se realiza con todos los controles del mundo. Es pesimista sobre la posibilidad de que el pacto recupere el pulso vital que tuvo porque, a su juicio., se han mezclado en esta historia las aspiraciones del PP de derribar al Gobierno de Felipe Gonz¨¢lez.
Art¨ªculo 9
"En consonancia con las resoluciones adoptadas por unanimidad por el Parlamento vasco, consideramos v¨¢lidas y apoyamos las v¨ªas de reinserci¨®n para aquellas personas que decidan o hayan decidido abandonar la violencia con el prop¨®sito de defender sus ideas por cauces democr¨¢ticos, respetando en cada caso la decisi¨®n que adopten las instituciones competentes del Estado a este respecto".
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