El Rey y Europa
EL ALEGATO que el rey Juan Carlos lanz¨® ayer en el Colegio de Europa, en Brujas, en favor de una Europa pol¨ªtica, cohesionada, equilibrada y solidaria no puede ser m¨¢s oportuno. La construcci¨®n europea vive una fase de desorientaci¨®n por un triple motivo: el car¨¢cter incipiente de la reactivaci¨®n (la recesi¨®n es mala compa?era de las aperturas nacionales), el abrumador reto de las ampliaciones hacia el Este y la dram¨¢tica asignatura de la ex Yugoslavia. A lo que habr¨ªa que a?adir la discusi¨®n de una eventual Europa de "geometr¨ªa variable", con n¨²cleos duros y periferias.Don Juan Carlos se aline¨® con la vanguardia de la reflexi¨®n europe¨ªsta, al reclamar decisiones pol¨ªticas para construir la Europa pol¨ªtica, agotado ya en buena parte el m¨¦todo acumulativo ideado por los padres fundadores, esto es, la Europa de los peque?os pasos y de las "solidaridades de hecho", fundamentalmente econ¨®micas. Si, como dijo el Rey, el verdadero secreto de la construcci¨®n europea ha sido la decidida apuesta por el supranacionalismo, su continuaci¨®n exige apostar por el desarrollo de la ciudadan¨ªa europea, integrando la inmigraci¨®n, desautorizando las tendencias a una "Europa encastillada" y manteniendo la solidaridad social interna, que "constituye una gran conquista humana y uno de los signos de identidad de Europa". Tambi¨¦n la territorial. Para ello hay que "desarrollar la pol¨ªtica social de la Uni¨®n", un mensaje que contrasta con el lanzado en 1988 en el mismo foro de Brujas por la primera ministra brit¨¢nica, Margaret Thatcher.
La apelaci¨®n a una Europa de los valores y de la cultura, para la que el Rey solicit¨® las aportaciones de los intelectuales, no es un elemento ret¨®rico en este discurso profundamente pol¨ªtico. Sin valores y referencias compartidos y la aportaci¨®n de lenguas y tradiciones de origen de todos los miembros, es imposible la unidad pol¨ªtica. Algo que ya so?ara en el siglo XIII el fil¨®sofo mallorqu¨ªn Ram¨®n Llull, un humanista que predicaba la conjunci¨®n de las culturas musulmana, jud¨ªa y cristiana, y que qued¨® frustrado por demasiado tiempo.
Las referencias de Juan Carlos I a Goya y 4 Einstein -que sufrieron exilio-, y a pensadores de distinta filiaci¨®n, como Ortega, Madariaga, Maritain y Habermas, no deben leerse s¨®lo en clave de tolerancia intelectual y ausencia de prejuicios: son una apuesta por una Europa diversa, al mismo tiempo s¨®lida y flexible. Como dijo el Rey: roble y junco.
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