Pasteles ferroviarios
Hace unos d¨ªas viaj¨¦ en tren de Madrid a Valencia y de Valencia a Barcelona. Al ir a sacar los billetes en la estaci¨®n de Atocha y pedir sendas plazas de primera clase para fumador, el empleado me dijo que eso era imposible, ya que s¨®lo hab¨ªa plazas humeantes en segunda (no lo dijo as¨ª, pero bueno). Al preguntarle asombrado c¨®mo se justificaba semejante medida, me contest¨®, seg¨²n costumbre burocr¨¢tica, que eran ¨®rdenes de la superioridad y ¨¦l no sab¨ªa. ?Qu¨¦ quiere decir esto? ?Que seg¨²n la Renfe y su superioridad, esto es, la directora Merce Sala, s¨®lo fuman los pobres? ?O bien es un castigo a los fumadores, que por serlo deber¨¢n ir siempre en segunda, les guste o no? ?O es que los ricos no fumadores son una casta especial (m¨¢s ricos) a la que no pueden molestar los otros ricos fumadores, mientras que los pobres no fumadores habr¨¢n de aguantar a sus iguales con cigarrillo? ?O es que se protege hasta por la fuerza la salud de los ricos, pero no la de los pobres? Se mire como se mire, la disposici¨®n es de un clasismo repugnante, y seguramente ilegal, mientras no est¨¦ prohibido fumar en todos los trenes. Por otra parte, no veo c¨®mo alguien tan incontinente en sus aficiones como la se?ora Merc¨¦ Sala se atreve a restringir las de los dem¨¢s ciudadanos, y no me refiero s¨®lo a sus famosas conducciones: yo la he visto devorar los pastelillos que ten¨ªa en una bandeja, al lado, mientras la entrevistaban en televisi¨®n, en un gesto de glotoner¨ªa p¨²blica digno de Peter Ustinov cuando interpret¨® a Ner¨®n, y contraviniendo la norma de educaci¨®n universal seg¨²n la cual no se debe hablar con la boca llena. Cabe a?adir que en mi primer trayecto los ceniceros estaban a rebosar, sin que la Renfe se hubiera dignado vaciarlos para el nuevo recorrido, y que en el segundo estaban bloqueados, de tal modo que los pasajeros no tuvieron m¨¢s remedio que arrojar ceniza y colillas al suelo, una porquer¨ªa.Poco a poco se va estrechando, tambi¨¦n aqu¨ª, el cerco en torno a los fumadores. No es cuesti¨®n de insistir en lo obvio: cada cual tiene derecho a hacer con su salud lo que quiera y dem¨¢s. Pero nunca se insistir¨¢ bastante en el derecho de todos a intentar arreglarla cuando se estropea, lo cual empieza, si no a negarse, s¨ª a regatearse y discutirse a los fumadores, sobre todo cuando no se les discute ni regatea a tantos otros ciudadanos que asimismo ponen en peligro sus vidas por su propia decisi¨®n y gusto. A nadie le parece extra?o que cuando se pierden unos monta?eros se salga en su busca con helic¨®pteros y dem¨¢s parafernalia, con enorme gasto. O que se ayude a unos nadadores que se lanzaron al agua en Mallorca con el prop¨®sito de alcanzar la Pen¨ªnsula y batir una marca, o a los imprudentes ba?istas que se est¨¢n ahogando. Y a todo el mundo le parece l¨®gico que se preste auxilio a los accidentados de carretera, cuando, al igual que se espeta a los fumadores, sab¨ªan que meterse en un coche para irse de veraneo supon¨ªa considerables riesgos. Tambi¨¦n cuesta dinero rescatarlos de entre los hierros, no digamos curar sus heridas. Nadie orden¨® a toda esta gente subirse al monte ni echarse al mar o al r¨ªo ni marcharse de excursi¨®n, como a los fumadores nadie les orden¨® fumar. Pero es que adem¨¢s hay un elemento favorable a estos ¨²ltimos -y casi nadie lo menciona- a la hora de recibir asistencia sanitaria: en un pa¨ªs como ¨¦ste, en el que el Estado se embolsa miles de millones de la Tabacalera, resulta que los fumadores se han pasado la vida pagando impuestos adicionales con cada paquete de cigarrillos. Y hace unos d¨ªas, en el proyecto de reforma de la financiaci¨®n de la Seguridad Social, el Gobierno barajaba la posibilidad de que sean los bebedores y fumadores quienes sufraguen lo que van a dejar de pagar las empresas, que as¨ª podr¨¢n crear m¨¢s empleo. Creo que est¨¢ muy claro que los fumadores son benefactores de la sociedad, y que, lejos de ser perseguidos, deber¨ªan contar, si no con privilegios, s¨ª con algunas compensaciones. Sugiero, de momento, que si la se?ora Sala no nos deja fumar m¨¢s que en medio de la incomodidad y las estrecheces de sus peores vagones, nos ofrezca al menos algunos de sus pastelillos, si es que no acaba siempre con todos.
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