Subjetivismo
En su entrevista televisiva del otro d¨ªa, y tras reconocer sus juveniles inclinaciones petainistas, Mitterrand encontr¨® consuelo en el argumento de que "siempre ser¨¢ mejor evolucionar de la derecha a la izquierda que a la inversa". Es una apreciaci¨®n te?ida de subjetivismo, pero es verdad que hay en Espa?a bastantes personas que la comparten. Bastantes: aquellas cuya trayectoria vital ha ido del conformismo (ante el franquismo) a la rebeli¨®n (contra el felipismo). Puede ser un prejuicio, pero muchas otras personas tienden a considerar m¨¢s l¨®gico, y hasta m¨¢s moral, el camino inverso: fueron rebeldes, y hasta izquierdistas, contra Franco, y con la edad y la democracia se han hecho moderados.Uno de esos antiguos falangistas convertidos en marxistas-leninistas abominaba el otro d¨ªa del "craso conforrnismo,, y la "claudicaci¨®n" pol¨ªtica de Karl Popper, el sabio vien¨¦s fallecido el s¨¢bado pasado en Londres. Popper: ?De qu¨¦ le sonar¨ªa ese nombre al famoso columnista de la competencia que unos d¨ªas antes establec¨ªa una filiaci¨®n entre "la l¨ªnea que dise?ara Popper" y la propuesta de rebajar las contribuciones empresariales a la Seguridad Social que por aquellos d¨ªas discut¨ªa el ministro Solbes con Miquel Roca? ?Qu¨¦ campanas habr¨¢n o¨ªdo esos comentaristas que han presentado estos d¨ªas a Popper como prototipo de ide¨®logo reaccionario, derechista por antonomasia, opuesto a cualquier reforma?
Confundir el antiutopismo con la reacci¨®n es una simplificaci¨®n contra la que ha protestado, por ejemplo, Ralf Darhendorf. El propio Popper, a diferencia de su coet¨¢neo y paisano Hayek, con el que a menudo se le relaciona, se proclam¨® compatible con el reformismo socialdem¨®crata. Reformas s¨ª, siempre que se trate de evitar sufrimientos a los seres humanos, y no de pretender hacerlos felices para siempre. Buena parte de la confusi¨®n reinante en Espa?a la tienen esos liberales de coraz¨®n que sin embargo, cuando hablan por la radio o escriben en los peri¨®dicos, se manifiestan como si fueran unos fan¨¢ticos sin remedio; esos h¨¦roes de las corridas que, tras despacharse a gusto contra el Gobierno -y, a veces, el colaboracionismo de la opos¨ªci¨®n-, rematan afirmando que aqu¨ª lo que falta es libertad de expresi¨®n.
Este verano, un prestigioso medio de comunicaci¨®n informaba de la constituci¨®n de la AEPI (Asociaci¨®n de Escritores y Periodistas Independientes) afirmando que su objetivo era luchar contra el monopolio existente en los medios de comunicaci¨®n, y que en la misma estaban representados la primera emisora de radio de Espa?a y redactores de tres de los cuatro principales peri¨®dicos de la capital. Tal vez no sea del todo coherente hablar de monopolio en esas condiciones, pero esto tambi¨¦n puede ser un juicio subjetivo.
Como lo es el del ex conseller Planasdemunt, condenado por estafa y utilizaci¨®n de cargo p¨²blico en su beneficio particular, que ha declarado: "Yo s¨¦ que no he participado en nada". O el del socialista vasco J¨¢uregui, exculpando a su vicesecretario, imputado en relaci¨®n con un fraude masivo en unas oposiciones, por su convencimiento de que les inocente", pero, a la vez, porque "no hay pruebas" de su culpabilidad. Considerar a la propia convicci¨®n moral instancia inapelable de justicia resulta equ¨ªvoco: supone erigir a la conciencia en juez y parte.
?Ser¨¢ popperiano Aznar? Si lo fuera, practicar¨ªa el m¨¦todo de prueba y error, y no insistir¨ªa tanto en repetir la misma jugada. Pero es cierto que se ve muy presionado por sus hooligans. Un ultramoderado reformista del franquismo convertido ahora en feroz fustigador del felipismo le reprochaba hace unos d¨ªas no ejercer "una aut¨¦ntica funci¨®n de contrapoder que acabe obligando al presidente del Gobierno a ( ... ) dimitir o disolver las Cortes". El bloqueo de la negociaci¨®n para la renovaci¨®n de las vacantes institucionales ?ser¨¢ una estrategia de contrapoder?
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