Una valiente cuadrilla de lujo

La cuadrilla de Jesul¨ªn es de una categor¨ªa extraordinaria, lo que quiere decir que los hombres de a caballo y a pie son toreros valientes y avezados a carta cabal. Un aut¨¦ntico lujo. Con el matador a la cabeza, dieron todo un recital de torer¨ªa, sorprendente y emocionante por lo que esta cualidad escasea en el toreo actual. Antonio Caba puso en el sexto dos pares ajustad¨ªsimos, de poder a poder, con los que se jug¨® el tipo de verdad y protagoniz¨®, quiz¨¢, el momento m¨¢s emotivo de toda la tarde. Mientras tanto, y lidiaba como un maestro Carmelo y cerraba el tercio con gallard¨ªa Emilio Fern¨¢ndez, hijo. Momentos antes, Diego Ortiz hab¨ªa picado como ya no se pica, y la afici¨®n estall¨® de alegr¨ªa. En el toro tercero brillaron Carmelo y Fern¨¢ndez con los palos, y Caba someti¨® con el capote la deslucida embestida del toro. Lo dicho, una grat¨ªsima sorpresa.Al mando del equipo, un joven valent¨ªsimo, Jesul¨ªn, transformado en la Maestranza en un torero serio, dominador y entregado. Su primero fue el manso m¨¢s dif¨ªcil; miraba con aviesas intenciones y derroch¨® genio y mala casta. Jesul¨ªn le cort¨® la oreja porque tuvo la osad¨ªa de quedarse quieto, desarrollar la faena en un palmo de terreno y aguantar imp¨¢vido las tarascadas del animal. No es, ciertamente, un torero exquisito, pero su valor y su t¨¦cnica convencieron. En el otro no pudo m¨¢s que justificarse porque el animal se par¨® y no quiso saber nada del torero.

Lo mejor de Espartaco fue el quite excepcional que le hizo a su subalterno Eustaquio Sierra cuando ¨¦ste, perseguido por el primer toro tras colocar un par de banderillas, qued¨® inmovilizado en la barrera. La muleta de su jefe de filas le libr¨® de una cornada segura. Ese toro era un buey descastado ante el que el torero insisti¨® y se desesper¨®. Noble era el otro, aunque soso, y le permiti¨® a Espartaco una faena aseada. Espartaco acompa?¨® la embestida con un toreo templado, pero extremadamente despegado. Es verdad que al toro le faltaba el motor suficiente, pero el torero no se entreg¨® como en ¨¦l es habitual. A pesar de todo, le obligaron a dar una vuelta al ruedo.

Y Curro fue el peor Curro de sus peores a?os. Su actuaci¨®n fue lamentable, indecorosa, infame y desvergonzada. S¨®lo Dios sabr¨¢ c¨®mo eran sus toros, porque Curro se limit¨® a ordenar que se los mataran. Su primero lo tore¨® Rafael Torres y lo mat¨® el picador Pepillo de M¨¢laga. Al segundo lo tore¨® Rafael Camino y lo mat¨® el mismo se?or que montaba a caballo, quien, adem¨¢s, tuvo una actuaci¨®n lamentable.

En el ¨²ltimo toro de Jesul¨ªn, Curro intent¨® el quite del perd¨®n, pero le sali¨® un churro. Aun as¨ª, alg¨²n currista crey¨® ver el cielo. M¨¢s lamentable a¨²n.