El Madrid pone en evidencia al Athletic
La precisi¨®n a¨¦rea madridista acaba con un equipo que ha desterrado el buen f¨²tbol
El Madrid convirti¨® el remate de cabeza en el arma m¨¢s letal desde el descubrimiento de la bomba de neutrones. Se sabe que Zamorano y Hierro son poderosos en el juego, alto y tambi¨¦n es cierto que Michel reparte centros como caramelos, pero nadie dir¨¢ que el Madrid es un equipo cabeceador, de esos que se juegan la vida en el ollazo. Aquello acab¨® con Santillana. Sin embargo, hay momentos para todo. En un implacable ejercicio de precisi¨®n a¨¦rea, el Madrid machac¨® al Athletic. Cada centro fue una invitaci¨®n al gol. Para Zamorano fue un fest¨ªn. Cuando se despach¨® con la cabeza, empez¨® con el pie. Le vale cualquier cosa: vive un delirio goleador.El partido dej¨® un muerto en el camino. La primavera del Athletic termin¨® bruscamente en Chamart¨ªn. Es el final del sue?o rojiblanco, el regreso al pasado mediocre. Durante dos a?os, el Athletic se instal¨® en la modernidad, despu¨¦s de un tr¨¢nsito casi impensable. Un equipo que se hab¨ªa distinguido por su fealdad descubri¨® los placeres del f¨²tbol de forma inesperada. Las teor¨ªas gen¨¦ticas se derrumbaron ante la exaltaci¨®n de los valores m¨¢s atractivos del juego: el toque, la paciencia, el gusto por las cosas bien hechas. El cambio tuvo un car¨¢cter revolucionario en un club que viv¨ªa instalado en la caverna, sometido a la dictadura de eso que se llama f¨²tbol racial. Es decir, de la nada. Y ah¨ª parece que vuelve el Athletic, envuelto en el miedo, en la falta de estilo y en su sumisi¨®n para aceptar la inferioridad ante un equipo con nombre.
Cuando lleg¨®, el gran momento, Irureta aline¨® cinco defensas y sent¨® a Garitano, un tipo creativo. Era algo m¨¢s que un gui?o defensivo. Ven¨ªa a decir que ten¨ªa miedo al Madrid, la clase de debilidad que se transmite a los jugadores y que finalmente devora al equipo.
No le conviene al Athletic buscar excusas. La expulsi¨®n de Larrainzar sirvi¨® para desvelar el verdadero rostro del equipo: debajo del barniz no hab¨ªa nada. El Madrid lo vio enseguida. S¨®lo se sinti¨® amenazado en los primeros minutos, cuando Julen Guerrero apunt¨® su clase en un remate espl¨¦ndido y en tres jugadas llenas de intenci¨®n. Luego lleg¨® el gol de Zamorano, enhebrado por una jugada delicad¨ªsima de Laudrup -amago y me voy, amago y me voy, amago y paso- y el centro de Amavisca. El partido ya soplaba entonces en una direcci¨®n.
Heridas al descubierto
El Madrid vivi¨® una noche tranquila. Nada le inquiet¨®: ni el Athletic, ni el marcador. Sus goles llegaron con sencillez. Cada pelota, volcada sobre el ¨¢rea del Athletic fue una ocasi¨®n de gol. All¨ª se juntaron dos cosas: el estado de gracia de Zamorano y la defectuosa defensa bilbaina. Los cinco primeros centros del encuentro fueron cabeceados por los madridistas. Cuando Michel observ¨® la herida, comenz¨® a cruzar la pelota sobre el ¨¢rea, preferentemente sobre Zamorano, que dej¨® a Andrin¨²a en muy mal lugar.
No necesit¨® el Madrid un juego excesivo. Dise?¨® una jugada que le permiti¨® noquear al Athletic -elcentro, el cabezazo y el gol- y luego tir¨® de algunos lujos para alegrar a la hinchada. Le gente, que hab¨ªa llegado caliente al estadio, quer¨ªa hacer sangre con el Athletic. Se produjo la goleada y todos salieron contentos, pero el Madrid dej¨® pasar la ocasi¨®n de conseguir un resultado para la historia. Su rival era un juguete tirado en la cancha. Se daban todas las condiciones para el baile y la humillaci¨®n, pero al Madrid le falt¨® excitaci¨®n o instinto matador.
Naturalmente hubo momentos brillantes. Laudrup sac¨® casi todo su repertorio en pases, taconazos, fintas y sombreros. Lo hizo ante la mirada divertida de Valdano y Cappa, tranquilos como nunca en, el banquillo, con las piernas cruzadas y el gesto relajado. Cualquier entrenamiento les provocar¨¢ mayor tensi¨®n que el partido de ayer.
Cuando termin¨® el festival cabeceador, el Madrid busc¨® la suerte del toque y la pared. Por esa v¨ªa se present¨® el tercer gol: el toque de Laudrup a Hierro, el pase corrido y la aparici¨®n de Zamorano frente a la porter¨ªa de Valencia.
Se anunciaba el esc¨¢ndalo en Chamart¨ªn, pero el Madrid estuvo generoso con el rival ca¨ªdo. En realidad, bastante humillaci¨®n llevaba el Athletic. Sali¨® de Madrid como en los peores tiempos. Su ef¨ªmera primavera -dos a?os de entrega al buen f¨²tbol- termin¨® bruscamente en Madrid. Ahora vuelve la mediocridad.
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