"El XVII fue un siglo femenino"
ANNA MARIA MORI, "Su primer amor impreciso le hab¨ªa convencido para siempre que el objeto amado reside en la lejan¨ªa y creo que esto hab¨ªa marcado su destino como amante. En los d¨ªas siguientes hab¨ªa vuelto sobre cada ¨¢ngulo (donde hab¨ªa recibido una noticia, donde hab¨ªa descubierto una huella, donde hab¨ªa o¨ªdo hablar de ella y donde la hab¨ªa visto) para recomponer un paisaje de la memoria. Hab¨ªa as¨ª dise?ado un Casale de la propia pasi¨®n transformando fuentes en el R¨ªo de la Inclinaci¨®n, en el Lago de la Indiferencia o en el Mar, de la Enemistad; hab¨ªa hecho de la ciudad herida el pa¨ªs de la propia ternura insaciable, isla de su soledad", escribe Umberto Eco en su nueva novela, la tercera, que lleva por t¨ªtulo L'sola del giorno prima.
Pregunta. ?Qu¨¦ es un "fragmento amoroso", una peque?a concesi¨®n a un spleen inusual, un estilo nuevo? ?O es un nuevo juego para inducir a enga?o al lector ingenuo y hacerle creer que se encuentra ante un Umberto Eco como el Flaubert de la Educaci¨®n sentimental?
Respuesta. El texto que usted ha citado no es otra cosa que una reproducci¨®n de una de las llamadas "cartas de ternura" del siglo XVII. Las mujeres volv¨ªan a dibujar los mapas de ese modo, contraponiendo la geograf¨ªa como tal a una geograf¨ªa de las pasiones... El siglo XVII, que he elegido para ambientar mi nueva novela, fue tambi¨¦n un siglo femenino: las mujeres, pensemos en madame de Rambouillet o en madame de Lafayette, desempe?aron una gran funci¨®n intelectual a trav¨¦s de sus salones, donde nac¨ªa una cultura que se contrapon¨ªa a la de la Corte.
P. As¨ª pues, ?ha abandonado el medioevo de sus dos primeras novelas El nombre de la rosa y El p¨¦ndulo por el siglo XVII en raz¨®n de sus caracter¨ªsticas m¨¢s femeninas?
R. No he dicho esto. S¨®lo he dicho que el XVII me interesa tambi¨¦n por ese, motivo. Es interesante que sea el siglo en el que aparecen en escena por primera vez las narradoras, y no es casual que la novela haya sido definida como un g¨¦nero literario femenino
P. Usted ha dicho que al reflexionar sobre las ra¨ªces ha entendido una cosa. ?Cu¨¢l?.
R. Que sin querer y casi sin darme cuenta tanto en la primera novela como en la segunda que he escrito y he hablado del Piamonte. En la primera, la abad¨ªa que describ¨ª no existe en la realidad; es un collage de muchas im¨¢genes de mi memoria. Y sin embargo, por mi zona existe una abad¨ªa que se llama Sacra di San Michele. Est¨¢ llena de leyenda: una monja para defenderse de los invasores que quer¨ªan violarla se habr¨ªa arrojado desde los muros y habr¨ªa sido salvada por los ¨¢ngeles que la habr¨ªan sostenido con sus alas... La he vuelto a ver: me he dado cuenta de haberla cogido casi inconscientemente como modelo de las descripciones de mi novela. Al igual que en El p¨¦ndulo, donde el personaje, un ni?o de 13 a?os, toca el tromb¨®n en los funerales de los partisanos, no he hecho otra cosa que hablar de m¨ª mismo. Soy yo quien, ni?o, muchacho de 12, 13 a?os, tocaba en realidad el tromb¨®n en los funerales de los partisanos ... Ha sido con la narraci¨®n, que me lleg¨® tarde, a los 50 a?os, cuando me he descubierto vagando por mi Piamonte.
P. ?Cuales son sus ra¨ªces?
R. El Piamonte... era Galia. Y la Galia llegaba hasta R¨ªmini. Respecto al resto de Italia, formada por latinos, nosotros somos celtas y esto caracteriza mucho nuestro dialecto y nuestra mentalidad. Es m¨¢s, los alejandrinos no es exacto que fuesen celtas. Pertenec¨ªan a la tribu de los ligures, de aquella cepa que desde Alejandr¨ªa llegaba hasta Catalu?a. Gente mal¨ªsima ¨¦sta de la tribu de los ligures. Bastos, obstinados... Sus mujeres iban a trabajar al campo y despu¨¦s desaparec¨ªan de repente, escondi¨¦ndose de tr¨¢s de los matorrales para parir y volv¨ªan a trabajar la tierra... Ser¨¢ tal vez por esta rudeza y dureza por lo que han conseguido resistirse a la penetraci¨®n romana y a la civilizaci¨®n celta. Este Piamonte ya occitano tiene alguna diferencia con el Piamonte del norte. Pero en comun tienen el horror de la ret¨®rica, el gusto por la modestia. Un piamont¨¦s jam¨¢s dir¨¢ a una mujer 'te amo"'.
P. ?Su iron¨ªa le viene de familia o tambi¨¦n de las ra¨ªces?
R. No sabr¨ªa decir. Es verdad que en mi familia la ¨²nica figura ret¨®rica admitida es el sarcasmo. El m¨¢ximo de la cordialidad es decir a alguno 'suerte tienes de ser est¨²pido'. Tengo un t¨ªo que tiene ya 70 a?os y que sin embargo todav¨ªa hace una vida de joven de provincia. Pasa las ¨²ltimas horas de la tarde en la plaza de Alejandr¨ªa. Un d¨ªa se par¨® cerca de ¨¦l un autom¨®vil y el conductor le pregunt¨®: 'Disculpe, ?por d¨®nde se va al centro?' y ¨¦l le respondi¨®: 'P¨¢rese inmediatamente, porque si no se encontrar¨¢ en la periferia'.
P. ?De d¨®nde viene su famoso amor por la erudici¨®n?
R. No es una tradici¨®n familiar. La m¨ªa no era una familia de intelectuales, sino de empleados. Ten¨ªa una abuela de poqu¨ªsima cultura que sin embargo era una lectora formidable. Se llamaba Emilia y estaba suscrita a todo lo poco que se pod¨ªa encontrar en la ciudad de Alejandr¨ªa en 1940. A los 10, 12 anos, me hizo leer a Balzac, Papa Goriot, al mismo tiempo que los libros de la Baronesa Orczy o al Piccolo Alpino, de Salvator Gotta. El abuelo paterno era tip¨®grafo y como tal, socialista. De ¨¦l se cuenta que cuando organizaba las huelgas, era mam¨¢ en casa, quien cocinaba sudada, una gran cantidad de menestras para hombres tristes, que se sentaban mudos en torno a la mesa.
P. ?Qui¨¦n sabe cu¨¢ntos en estos ¨²ltimos a?os le habr¨¢n solicitado participar, por ejemplo, dirigir la pobre RAI donde comenz¨® como funcionario?
R. No he aceptado y no acepto porque me considero negado para cualquier forma de gesti¨®n administrativa. Soy escritor porque es uno de los oficios m¨¢s honrados del mundo: cuando te va mal no perjudicas a nadie, m¨¢s que a t¨ª mismo, y cuando te va bien ganas, aunque no tanto, pero no hay plus-valore. En la profesi¨®n de escritor no existe la explotaci¨®n, dado que el ¨²nico que genera el trabajo es el propio escritor, soy yo. Un administrador delegado gana infinitamente m¨¢s que un escritor, y no hablemos de un catedr¨¢tico, como contin¨²o siendo, pero no tienen la libertad que tengo yo.
P. ?Que piensa de una frase como ¨¦sta?: "Las ¨²nicas personas capaces de mirar al mundo libres de prejuicios son las personas deprimidas", del libro ?M¨¢s tristes, pero m¨¢s sabios?, de Jon Elster.
R. Estoy en contra de la ret¨®rica de la melancol¨ªa, seg¨²n la cual para demostrar que se es profundo es necesario demostrar que se es melanc¨®lico. Esa es la caracter¨ªstica de los escritores perversos. Dicho esto, creo que una persona que piensa sea de por s¨ª profundamente melanc¨®lica. No debe hacerlo entender.
P. ?Y por qu¨¦?
R. Porque si uno es un verdadero melanc¨®lico no estar¨¢ jam¨¢s seguro de tener raz¨®n, incluso en lo que respecta a su melancol¨ªa.
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