Rebeli¨®n parlamentaria
La gran novedad en el enfrentamiento interno en el PSOE en la legislatura que se inici¨® con las elecciones del 6-J de 1993 ha sido la extensi¨®n del mismo al grupo parlamentario. Hasta la fecha los parlamentarios socialistas como colectivo se hab¨ªan mantenido al margen de las luchas internas, aunque algunos parlamentarios individualmente considerados fueron los protagonistas de las mismas. El grupo parlamentario, en la medida en que ten¨ªa que garantizar la estabilidad del Gobierno y la permanencia de la pol¨ªtica de Estado socialista, quedaba fuera del enfrentamiento. De ah¨ª que, a pesar de la insatisfacci¨®n en la legislatura anterior con la presidencia de Mart¨ªn Toval, se convenciera a los parlamentarios que quer¨ªan solicitar votaci¨®n secreta para la designaci¨®n del presidente del grupo, para que no lo hicieran.Esto es lo que cambi¨® con las elecciones de junio de 1993. Su primera manifestaci¨®n fue la elecci¨®n de Carlos Solchaga como portavoz. Desde entonces el enfrentamiento ha estado presente de manera m¨¢s o menos llamativa en la vida del grupo, hasta llegar a la constituci¨®n de una "coordinadora" paralela a la- direcci¨®n oficial por parte de los parlamentarios afines a Alfonso Guerra.
La importancia del paso que se ha dado no puede ser minimizada. Justificar la constituci¨®n de la coordinadora paralela porque hay que defender la "democracia interna" dentro del grupo (Mart¨ªn Toval) o porque se quiere trabajar "m¨¢s y mejor" no sorprende a estas alturas del gui¨®n porque se conoce a los personajes. ?Tiene alguien duda de cu¨¢l habr¨ªa sido la reacci¨®n de Mart¨ªn Toval como presidente del grupo en anteriores legislaturas, si hubiera ocurrido algo parecido? La simple idea de solicitar votaci¨®n secreta para la designaci¨®n del presidente del grupo fue considerada como una conducta inadmisible por quienes acaban de constituir la coordinadora.
Con el grupo parlamentario no se puede jugar. El Parlamento es el n¨²cleo esencial del sistema de poder previsto en la Constituci¨®n. El Parlamento, por decirlo de una manera gr¨¢fica, es el "patr¨®n oro" de nuestro sistema pol¨ªtico. Cuando las cosas funcionan normalmente, su presencia apenas se nota. Pero cuando empiezan a surgir problemas, es el term¨®metro que marca de manera precisa hasta d¨®nde ha llegado la temperatura. Cuando las tensiones de un partido llegan al grupo parlamentario y se formalizan de la manera en que lo han hecho en el Grupo Socialista, no se puede perder un minuto en enfrentarse con el problema. Si as¨ª no se hace, es que el partido ha perdido el instinto de conservaci¨®n necesario para competir por la direcci¨®n del Estado.
Por eso, la reacci¨®n del presidente del Gobierno y secretario general del PSOE en la reuni¨®n de la comisi¨®n ejecutiva del lunes pasado no es el producto de un "miedo infantil", como la calific¨® la ex ministra Matilde Fern¨¢ndez en televisi¨®n, sino que es la reacci¨®n l¨®gica de un pol¨ªtico que tiene los pies en el suelo y la cabeza en su sitio. El problema que plantea la coordinaci¨®n paralela no es de la misma naturaleza que el conflicto que se acaba de plantear en Huelva o el que se plante¨® en el pasado en Le¨®n o Madrid.
El grupo parlamentario es otra cosa. Pues en una democracia parlamentaria, a la hora de la verdad, es el Parlamento quien tiene la ¨²ltima palabra. Y a la hora de la verdad, un partido no puede competir con un grupo parlamentario con dos direcciones, una oficial y otra paralela.
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