C¨¦dras se va
RAOUL C?DRAS se va; Jean-Bertrand Aristide vuelve. Algo m¨¢s que un cambio de guardia en Hait¨ª; si las previsiones se cumplen, cambio de dictadura a democracia, de una situaci¨®n insostenible de reino de la brutalidad al desarrollo en la legalidad. Lo que inicialmente parec¨ªa una comedia de enredo entre EE UU y la junta militar haitiana entra en una v¨ªa de normalizaci¨®n en la que los cometidos de la fuerza norteamericana cobran mayor sentido.El acuerdo negociado entre Jimmy Carter, enviado del presidente Clinton, y los militares haitianos preve¨ªa, incre¨ªblemente, no s¨®lo una amnist¨ªa para los golpistas, sino adem¨¢s, la posibilidad de que ¨¦stos permanecieran en el pa¨ªs. El presidente Aristide, refugiado en EE UU desde su derrocamiento, s¨®lo puede regresar para completar un a?o de mandato sin posibilidad de presentarse a la reelecci¨®n. El cuadro se tornaba as¨ª grotesco. Los militares no ten¨ªan m¨¢s que esperar a que Aristide agotara una presidencia que ellos pod¨ªan hacer poco menos que in¨²til desde las sombras.
Ese peligro no se ha disipado todav¨ªa, pero, con muy buen criterio, Clinton no ha respetado lo pactado por Carter. Ha exigido la salida del pa¨ªs de los m¨¢s significados golpistas. Con desarmar a los m¨¢s notorios miembros de los cuerpos de represi¨®n y advertir que, a partir del 15 de octubre, los soldados norteamericanos no proteger¨¢n a los golpistas de la ira de la poblaci¨®n, C¨¦dras y compa?¨ªa han olvidado las solemnes declaraciones sobre su voluntad de morir antes que abandonar suelo patrio.
. No est¨¢ dicha con ello la ¨²ltima palabra. Con Aristide instalado en Puerto Pr¨ªncipe habr¨¢ que ver cu¨¢l es la persona que elija para dirigir el Gabinete de la restauraci¨®n democr¨¢tica. Es sabido que Washington recela del leg¨ªtimo presidente. Para hacerle de contrapeso y garantizar que no caiga en veleidades izquierdistas o nacionalistas, el preferido ser¨ªa Robert Malval, antiguo partidario de Aristide que se alej¨® de ¨¦l en su momento por considerarlo demasiado radical.
EE UU se ha involucrado seriamente en el restablecimiento de la democracia en Hait¨ª, animado de las mejores intenciones, pero no sin serias dudas met¨®dicas. Aristide, populista, mercurial, hasta ahora m¨¢s tribuno que estadista no es precisamente el ideal de Washington para presidir Hait¨ª. Pero, por razones de pol¨ªtica interior en v¨ªspera de las elecciones al Congreso -mostrar una capacidad de decisi¨®n que los detractores le niegan-, Clinton se ha visto obligado a actuar con s¨®lo regular convencimiento.
Por todo ello, la Operaci¨®n Hait¨ª, que inicialmente parec¨ªa abocada a una nueva aventura de confusi¨®n, tiene hoy visos de poder concluir con cierto ¨¦xito, al menos inicial. El nombramiento del pr¨®ximo primer ministro indicar¨¢ si Aristide se siente libre de actuar como presidente o si las reservas que sobre su libertad de acci¨®n impone el hecho de haber sido restablecido en el poder por EE UU van a hacer de su presidencia una transici¨®n no sabemos todav¨ªa hacia d¨®nde ni hacia qu¨¦.
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