La inhibici¨®n del Gobierno
Durante ocho a?os dediqu¨¦ gran parte de mi actividad pol¨ªtica como senadora y diputada a estudiar los problemas que, para la sociedad, se derivaban de la actuaci¨®n de las sectas destructivas y a ayudar a cuantas personas sufr¨ªan por esta causa, desde el punto de vista familiar, social y jur¨ªdico. Con pena, casi con remordimiento, hace a?o y medio, abandon¨¦ esta tarea; dicho castizamente: tir¨¦ la toalla. El motivo no fueron ni las amenazas, ni el miedo, ni el cambio de vida que padec¨ª (tuve que llevar escolta durante dos a?os).Fueron dos las causas que me obligaron a dejarlo: la cantidad de dinero que me ha costado defenderme en los tribunales de las querellas, cantidad que ni mi sueldo ni mi familia pod¨ªan ya soportar y, la m¨¢s importante: la sensaci¨®n de soledad y de impotencia que me dominaba. Frente a un Goliat superpoderoso, me he sentido como un David que no ten¨ªa en sus manos ni siquiera la honda b¨ªblica. Los medios de comunicaci¨®n me llamaban siempre que surg¨ªa la noticia de un nuevo caso tr¨¢gico provocado por estas organizaciones; daba datos, llenaba p¨¢ginas escritas, programas de radio y televisi¨®n, participaba en debates y luego se volv¨ªa al silencio. Organizaciones, instuciones, asociaciones me ped¨ªan conferencias sobre este asunto (muchas veces boicoteadas por las mismas sectas), llenaba los salones y despu¨¦s, otra vez el silencio. Alcaldes, concejales, diputados, altos cargos, citaban mis libros sobre el problema como referencia cuando quer¨ªan quitarse de encima el problema y tras ello, m¨¢s silencio.
Los ciudadanos a quienes he ayudado, unas veces con ¨¦xito y otras sin ¨¦l me juraban apoyo y agradecimiento eternos. Pero todas estas actuaciones provocaban demandas y querellas en los tribunales por parte de las sectas de las que me he tenido que defender yo sola, porque, pese a las promesas, primaba el "tengo miedo a esa gente", "no quiero recordar el infierno que pas¨¦" o "ella se ha metido en esto voluntariamente, ?qu¨¦ se las arregle!".
Y la impotencia ha sido mayor ante la inhibici¨®n del Gobierno y del Parlamento. El 17 de febrero de 1986 present¨¦ en el Congreso de los Diputados una moci¨®n, consecuencia de una interpretaci¨®n, que ten¨ªa dos propuesta:
1. "El Congreso de los Diputados insta al Gobierno a asumir plenamente la resoluci¨®n del Parlamento Europeo de 1984 sobre una acci¨®n com¨²n de los Estados miembros de las comunidades europeas a ra¨ªz de las diversas violaciones de la ley cometidas por nuevas organizaciones que act¨²an al amparo de la libertad religiosa".
2. "El Congreso de los Diputados acuerda crear una comisi¨®n de estudio que estudie en profundidad la situaci¨®n actual de las sectas seudorreligiosas en Espa?a y analice las repercusiones de su actividad en nuestra sociedad".
La comisi¨®n, formada por un diputado de cada grupo parlamentarlio, realiz¨® un trabajo importante y serio durante un a?o, y el 2 de marzo de 1989 emiti¨® un informe y 11 propuestas de resoluci¨®n que implicaban actuaciones para casi todos los ministerios y que fueron aprobadas pr¨¢cticamente por unanimidad. Estas propuestas no eran la panacea para acabar con la actuaci¨®n ilegal de los grupos sectarios, eran s¨®lo un primer paso para detener su avance, y la f¨®rmula para alertar e informar a todas aquellas instituciones y ciudadanos que no conoc¨ªan para nada este problema y pod¨ªan ser f¨¢cilmente sus v¨ªctimas; adem¨¢s, ser¨ªan cauce para ir avanzando en este terreno.
Pero para ponerlas en pr¨¢ctica se necesitaba voluntad pol¨ªtica por parte del Gobierno (y no la ha habido) y alguien que se ocupara de seguir su cumplimiento d¨ªa a d¨ªa; yo hab¨ªa dejado de ser diputada y nadie ha recogido el testigo. Por eso, cada vez que surge otra vez una tragedia provocada por las sectas, s¨®lo queda repetir por dentro esa frase tan antip¨¢tica: "Ya lo dec¨ªa yo...", y la sensaci¨®n frustrante de un trabajo no terminado por falta de apoyo de quien lo pod¨ªa haber dado si hubiera querido.
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