Sinton¨ªa de una patolog¨ªa
El s¨ªntoma lo es de una patolog¨ªa amplia y difusa en la que podemos incluir tambi¨¦n los fundamentalismos (religiosos, nacionalistas, ¨¦tnicos), los movimientos neofascistas y, en general, todo tipo de regresiones hacia la simplificaci¨®n. ?Por qu¨¦ la involuci¨®n, por qu¨¦ las sectas? Los considerandos filos¨®ficos no parecen dif¨ªciles. El animal humano es esencialmente fr¨¢gil, la sociedad es compleja, el horizonte incierto; lo cual genera ansiedad y hace posible el cortocircuito ?salvador". Las sectas, en tanto que grupo estructurado y con doctrina simple, neutralizan la angustia, proporcionan seguridad.Se trata de un fen¨®meno general, e incluso generalizable. Recordemos la c¨¦lebre observaci¨®n de Ortega que dec¨ªa (m¨¢s o menos) que las ideas se tienen y en las creencias "se est¨¢". Todos queremos un lugar para "estar", un territorio propio en el seno de un grupo af¨ªn. Un club. Un club de creencias compartidas. Ello es que no hay creencias individuales; el asentimiento a doctrinas inverificables es cosa de grupo, y tanto m¨¢s estructurado -con estructura de poder- ha de ser el grupo cuanto m¨¢s irracional sea la creencia.
Max Weber fue el primero en dar al t¨¦rmino secta un contenido sociol¨®gico, y se lo dio por oposici¨®n al de iglesia. Hoy el mundo de las sectas es muy amplio, aunque siga siendo v¨¢lida su definici¨®n etimol¨®gica, la que deriva del lat¨ªn sequ¨ª y secare, seguir al l¨ªder, escindirse de un grupo doctrinal previo. Hay sectas religiosas, pero tambi¨¦n meramente m¨¢gicas, pol¨ªticas, cientifistas, etc¨¦tera. Suele distinguirse entre sectas inofensivas y sectas destructivas. Lo caracter¨ªstico de estas ¨²ltimas ser¨ªa que, en su din¨¢mica de captaci¨®n, utilizan t¨¦cnicas que destruyen la personalidad previa del adepto.
?Por qu¨¦ tantas sectas? Pues por los mismo que el 90% de las grandes firmas norteamericanas han establecido programas de anti-estr¨¦s en sus empresas. En Occidente existe, adem¨¢s, un peculiar y bien abonado caldo de cultivo: tenemos un sistema educativo que prima la sumisi¨®n, sin disponer de la contrapartida del fomento de la cr¨ªtica y la creatividad. A diferencia de la antigua China, donde junt¨® al confucianismo que regula ba hasta los detalles m¨¢s cotidianos de la conducta humana, exist¨ªa el tao¨ªsmo que des codificaba la conciencia, en Occidente no hay instituci¨®n que se encargue de compensar los da?os causados por la so cializaci¨®n. A lo sumo, disponemos de terapias (algunas sectas se llaman expl¨ªcitamente terap¨¦uticas). En Occidente venimos de la Biblia: el hombre es culpable y, en consecuencia, tiene que obedecer.
Procede hablar tambi¨¦n de la secularizaci¨®n descompensada, la tan denunciada p¨¦rdida de las ra¨ªces. Durante siglos, la familia, la iglesia, el vecindario, fueron los principales soportes del sistema. Hoy la movilidad social y el urbanismo antiecol¨®gico hacen que nadie conozca ni trate a sus vecinos. Nada de extra?o tiene entonces el renacimiento de lo arcaico, la b¨²squeda de identidad, la proliferaci¨®n de grupos de encuentro, movimientos de comunidad, tribus, sectas. O el inter¨¦s por Oriente que a menudo degenera en esoterismos de pacotilla.
Existe un factor com¨²n con el fundamentalismo religioso, y es el rechazo de la modernidad. La misma Iglesia cat¨®lica tiende al integrismo y recupera sus or¨ªgenes sectarios (secesionistas) al ponerse a contracorriente del mundo, al hacerse sorda a las apelaciones de la historia, la hermeneutica, la ciencia. Pero ya digo que nada de esto resulta demasiado sorprendente. Todos buscamos tranquilizarnos. De alguna manera, todos somos sectarios / doctrinarios, todos tendemos a creer en fantas¨ªas inverificables. Porque lo que llamamos realidad es, ante todo, el resultado de un consenso social. Creemos en doctrinas inverificables que, sin embargo, se autolegitiman. Pues ya se sabe que toda doctrina -a diferencia de una hip¨®tesis cient¨ªfica- se caracteriza por no ser falsable. Si la cura psicoanal¨ªtica tiene ¨¦xito, la doctrina queda confirmada; si no tiene ¨¦xito, la doctrina tambi¨¦n facilita la explicaci¨®n de por qu¨¦ no tiene ¨¦xito. La doctrina es siempre irrefutable.
Siendo ello as¨ª, la diferencia entre los llamados grupos normales y las sectas estrafalarias s¨®lo reside en el grado de integraci¨®n en el sistema dominante del consenso. Un cat¨®lico puede arg¨¹ir que el hecho de creer en la virginidad de Mar¨ªa, por extra?a que sea la doctrina, no le convierte (hoy) en sectario. La comunidad de los creyentes y muchos siglos de teolog¨ªa y arte sacro legitiman su creencia. Por el contrario, quienes piensen que el se?or Moon es el nuevo mes¨ªas ser¨¢n f¨¢cilmente excomulgados de la normalidad.
Personalmente estimo que la asimetr¨ªa entre el grado de sofisticaci¨®n alcanzado' por la evoluci¨®n hacia lo racional / secular y lo poqu¨ªsimo que hemos profundizado en el origen "m¨ªstico", es lo que hace que el animal humano sea presa f¨¢cil de las supercher¨ªas. A mi juicio, s¨®lo el tipo humano que he propuesto llamar retroprogresivo (a la vez originario y secularizado) puede vivir gozosamente su finitud y adentrarse cr¨ªticamente hacia la complejidad y la incertidumbre. Sin necesidad de dogmas tranquilizantes. Este tipo humano sabe, por ejemplo, que la pregunta por el sentido de la vida carece precisamente de sentido. Alguien abierto a la experiencia no pregunta por las razones de existir. Dicho de otro modo: la preocupaci¨®n por el sentido de la vida, que tantos totalitarismos doctrinarios ha generado, no es tanto una cuesti¨®n filos¨®fica como el s¨ªntoma de que el flujo din¨¢mico del vivir ha sido obstruido. He aqu¨ª el meollo de la cuesti¨®n: no obstruir la vitalidad cr¨ªtica / retroprogresiva del ser humano. En el caso de las sectas la obstrucci¨®n es obvia y brutal. Pero encontramos an¨¢loga falacia en las religiones dogm¨¢ticas y en los credos doctrinarios: la falacia de dar respuesta a preguntas -que no deben plantearse.
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