Una estabilidad ruidosa
En principio, las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas vascas parecen reservar pocas sorpresas. Un avance, m¨¢s o menos leve, del voto peneuvista permitir¨ªa al partido de Arzalluz retener las palancas decisivas del poder, gracias al apoyo de un PSOE m¨¢s atado que nunca por la importancia del voto nacionalista para la continuidad del Gobierno Gonz¨¢lez. La operaci¨®n tampoco ser¨¢ costosa para los socialistas vascos, quienes gracias a la fusi¨®n con Euskadiko Ezkerra limitar¨¢n el desgaste observable en la tendencia del voto estatal. Eusko Alkartasuna seguir¨ªa el declive inevitable en un partido encabezado por un personaje con aspiraciones fallidas a l¨ªder carism¨¢tico del pueblo vasco. Para terminar, en unas elecciones "vascongadas", no europeas, quiz¨¢s se detendr¨¢ por un momento la otra cuesta abajo, la de Herri Batasuna, mientras Unidad Alavesa seguir¨¢ en su rinc¨®n, a la sombra de un Partido Popular en ascenso y con la ¨²nica novedad de la presencia de varios diputados de Izquierda Unida, poniendo as¨ª de una vez remedio al prolongado vac¨ªo de la representaci¨®n de origen comunista.As¨ª las cosas, todo presagiaba una campa?a pac¨ªfica, con los jelkides del PNV prepar¨¢ndose a disfrutar pac¨ªficamente como partido de gobierno de su primer centenario. Ciertamente, la cuesti¨®n de las transferencias pendientes no es secundaria, pero deb¨ªan contar m¨¢s las buenas relaciones intragubernamentales con un partido socialista que asume de hecho el predominio nacionalista en la gesti¨®n. Ah¨ª est¨¢ la conducta parlamentaria del PNV en Madrid, fiel hasta el extremo al gobierno en los debates procelosos de los ¨²ltimos meses y dispuesto en todo momento a cargar contra el PP. Por todo ello resultan m¨¢s sorprendentes las declaraciones en cascada de los primeros dirigentes del PNV desde que asom¨® en el horizonte la campa?a electoral.
En una gran proporci¨®n, de eso debe tratarse. Tras un periodo en que las im¨¢genes pol¨ªticas del PNV y del PSOE se han solapado una y otra vez pol¨ªticamente, hay que quebrar la asimilaci¨®n de perfiles, abrir una brecha entre ambos y desde ese punto de vista, como ha destacado en este mismo diario Patxo Unzueta, "el grito es el mensaje". La cuesti¨®n es comprobar si en una situaci¨®n pol¨ªtica tan marcada por el irracionalismo como la vasca, los gritos sirven de algo, incluso para aquellos que los profieren. Los contradictores m¨¢s radicales lo tienen f¨¢cil: tanto Garaikoetxea como los voceros de HB encuentran un copioso repertorio de argumentos y datos para recordarles a Arzalluz y a Ardanza que tanta fiereza encaja mal con sus comportamientos del pasado y del presente. Y al lado de este posible efecto bumer¨¢n entra en juego la posible cosecha que en el futuro pueda derivarse de semejante siembra. Rompi¨® el fuego Ardanza, habitualmente m¨¢s cauteloso, con unas declaraciones poco comentadas donde lisa y llanamente negaba a Espa?a el car¨¢cter de naci¨®n. Naci¨®n, s¨®lo la suya, idea que una vez asumida se encuentra en la base del rosario de afirmaciones posteriores. Si Espa?a no es una naci¨®n, resulta l¨®gico ser desleal a la Constituci¨®n que afirma tal cosa, mantener una concepci¨®n de Euskadi ligada aun por el cord¨®n umbilical a la de Sabino Arana, e incluso, ahora que Atutxa ha puesto elegantemente sobre la mesa el tema de los carteristas, rechazar toda competencia al Parlamento espa?ol porque el vasco est¨¢ a su mismo nivel, evitando as¨ª unas molestas indagaciones sobre las corrupciones propias...
El dualismo primario de siempre: aqu¨ª Euzkadi, con z" sabiniana, "fuera" Espa?a. De ah¨ª que sea l¨ªcito evocar al ausente de estas elecciones: el proyecto pol¨ªtico de Euskadiko Ezkerra, que en su momento trat¨® de apostar simult¨¢neamente por la construcci¨®n nacional vasca y por el rechazo de esa sinraz¨®n nacionalista, tanto de la HB como de la de Arzalluz.
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