El imperio Mondrag¨®n
En una colina, contemplando Mondrag¨®n, est¨¢ la sede central de la cooperativa m¨¢s fuerte y singular de Espa?a. El dominio geogr¨¢fico sobre la ciudad es una p¨¢lida met¨¢fora de su poder¨ªo. Este a?o, las ventas rondar¨¢n el medio bill¨®n de pesetas. La huella de la Mondrag¨®n Corporaci¨®n Cooperativa (MCC) est¨¢ por todas partes. Suya es la red de supermercados Eroski y la Caja Laboral. Entre su centenar de empresas las hay dedicadas al arte funerario o la construcci¨®n de bicicletas. Suya fue la carpinter¨ªa met¨¢lica del Palau Sant Jordi de Barcelona y dentro de poco abrir¨¢n una f¨¢brica en Marruecos. Una f¨¢brica de neveras para la clientela norteafricana, aunque ah¨ª los trabajadores contratados no ser¨¢n cooperativistas, sino asalariados.El ne¨®fito que quiera hablar con los socios de la MCC deber¨¢, antes que nada, hacer un aprendizaje sobre el vocabulario de la casa. Al sueldo se le denomina "anticipo de consumo" porque se adelanta de los beneficios anuales. Los 25.000 cooperativistas que trabajan en ella, m¨¢s que propietarios u obreros, se llaman socios trabajadores. Y lo que podr¨ªa entenderse como comit¨¦ de empresa es el consejo social. Pero es que MCC, te explican, no es un holding cualquiera.
Antonio Herzog lleg¨® de Andaluc¨ªa y entr¨® en la casa en 1969. Aport¨® 90.000 pesetas de entonces. Este capital y su trabajo le hacen due?o de las decisiones que se toman a trav¨¦s de una tupida pir¨¢mide de ¨®rganos directivos a los que se llega por votaci¨®n. Trabaja en Fagor. Hace dos a?os decidieron bajarse el sueldo porque las cosas no iban bien. Se habl¨® de dumping social, y los sindicatos, que no act¨²an como tales dentro de CM, fueron severos. "Tuvimos alg¨²n problemilla con ellos, pero salvamos los puestos de trabajo". Herzog est¨¢ convencido de que hicieron bien. "Nos libramos de la quema. Algunos que nos criticaron est¨¢n ahora sin empleo y sin dinero". En Fagor las cosas han vuelto a animarse y en noviembre trabajar¨¢n los s¨¢bados. "No nos podemos negar. Cuando las cosas van mal y hacemos menos horas, se cuentan, y luego las trabajamos cuando hace falta". Porque, lo dicen todos, lo importante es que su MCC sobreviva. "A los j¨®venes, como se lo han encontrado m¨¢s hecho, quiz¨¢ les cuesta implicarse en el proyecto. Aunque, tarde o temprano, lo hacen. Aqu¨ª discutiremos lo que haga falta, pero al final vamos todos a una".
La clave, explica uno de sus ejecutivos, est¨¢ en que la empresa es de sus trabajadores y lo que cuesta dinero a la empresa se lo cuesta a ellos. Cotizan como aut¨®nomos con vistas a la jubilaci¨®n, pero todo lo dem¨¢s, desde asistencia sanitaria a subsidios laborales, sale de un fondo com¨²n que alimentan con los beneficios. En MCC, la factura del paro no la paga el Estado: la pagan sus socios. A un pionero de la casa, recordando al fraile fundador, se le ocurri¨® decir que Mondrag¨®n era una "franciscana industrial". Todav¨ªa se r¨ªen con orgullo de la broma.
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