Una burbuja que nadie control¨®
El silencio de las autoridades marc¨® la vida de Grand Tibidabo
MANEL P?REZ Grand Tibidabo, la sociedad controlada por De la Rosa que algunos llegaron a considerar el embri¨®n de un futuro gran banco catal¨¢n, es hoy una sociedad abocada a la liquidaci¨®n. Sus miles de peque?os accionistas han perdido sus ahorros y a¨²n hoy nadie les ha explicado c¨®mo ha sucedido. Ellos y sus abogados se preguntan c¨®mo es posible que tama?o fiasco haya llegado a producirse sin que ni las autoridades pol¨ªticas, financieras o burs¨¢tiles lo hayan impedido. Los controles p¨²blicos parecen haber fallado.
Todo empez¨® en abril de 1991, cuando De la Rosa compr¨® el 30% del Consorcio Nacional. del Leasing (CNL). La sociedad estaba bajo la lupa del Banco de Espa?a debido a que sus gestores hab¨ªan creado un mecanismo irregular de compra y venta de las acciones. Tras relevar al anterior equipo, el Banco de Espa?a, cuyo gobernador era entonces Mariano Rubio, busc¨® alg¨²n socio que asumiera el control de la empresa. Uno de los candidatos fue la compa?¨ªa de seguros Iberia, en la que estaban presentes el ex secretario general de la Presidencia de la Generalitat, Llu¨ªs Prenafeta, y el propietario de Chupa Chups, Enric Bernat.
Banco de Espa?a
El Banco de Espa?a autoriz¨® a Javier de la Rosa la compra del 30% del capital de la sociedad por ser el ¨²nico que present¨® una oferta en met¨¢lico y con la condici¨®n de que abandonara el negocio del leasing. El entonces gobernador, Rubio, a la vista de la experiencia con el Banco Garriga Nogu¨¦s, se preocup¨® exclusivamente por mantener al financiero fuera de su ¨¢rea de supervisi¨®n y alejar una nueva crisis de su entorno, dejando en manos de De la Rosa a los 9.000 peque?os accionistas.
Con CNL en sus manos, De la Rosa empez¨® a dar juego. La primera operaci¨®n fue la venta de la sede social de CNL a la Generalitat por 4.100 millones de pesetas. Una operaci¨®n cl¨¢sica del financiero que, sin embargo, llama la atenci¨®n por el car¨¢cter p¨²blico del comprador, con quien De la Rosa hab¨ªa estrechado relaciones a trav¨¦s de Llu¨ªs Prenafeta, el influyente ex secretario general de la presidencia de la Generalitat.
Poco tiempo despu¨¦s, y en cumplimiento del acuerdo alcanzado con Mariano Rubio, se vendi¨® la cartera de leasing a Hispamer -filial entonces del Banco Hispano Americano- por 30.000 millones, con lo que la sociedad hab¨ªa ingresado en pocos meses cerca de 35.000 millones.
En noviembre de 1991, De la Rosa decidi¨® que CNL comprara el 30% de SA Tibidabo, sociedad que tambi¨¦n controlaba ¨¦l. CNL compr¨® esas acciones a Quail, sociedad patrimonial de De la Rosa, por 3.150 millones. La operaci¨®n dej¨® estupefactos a los peque?os accionistas, pues De la Rosa utiliz¨®, el dinero de CNL para comprarse acciones a s¨ª mismo, mientras el resto de los accionistas de CNL no pod¨ªa vender ninguna de las suyas. Ante el desconsuelo de muchos, la Comisi¨®n Nacional del Mercado de Valores (CNMV) no puso reparos a la operaci¨®n de De la Rosa, que una vez m¨¢s apur¨® la ley hasta el l¨ªmite. En este caso el argumento fue que las dos sociedades formaban casi un grupo por el hecho de que ten¨ªan la mayor parte de sus consejeros comunes.
Casi sin descanso, en abril de 1992, De la Rosa plante¨® la fusi¨®n entre CNL y SA Tibidabo, lo que dio origen a la actual Grand Tibidabo. En esa fusi¨®n, CNL se valor¨® en 27.800 millones, cantidad que equival¨ªa al dinero que esa sociedad ten¨ªa te¨®ricamente en su ca¨ªa. En el caso de SA Tibidabo, la valoraci¨®n, 11.000 millones, inclu¨ªa 5.000 millones de futuros beneficios t¨¢citos, que inclu¨ªan los te¨®ricos beneficios que en el futuro producir¨¢n algunas de sus participaciones. Sin embargo, estas ganancias, atribu¨ªdas a la participaci¨®n en Tibigardens, o al Parque del Tibidabo o a Bamsa, nunca se produjeron. Una vez m¨¢s muchos peque?os accionistas no entend¨ªan ese milagro de los panes y los peces que permit¨ªa que unos activos de dif¨ªcil valoraci¨®n contaran m¨¢s que el dinero contante y sonante. Los informes de auditores y el silencio de las autoridades burs¨¢tiles acompa?aron la culminaci¨®n de la fusi¨®n.
Por esas mismas fechas, concretamente febrero de 1992, De la Rosa materializ¨® su entrada en el parque Tibigardens. El desembolso del capital, 6.000 millones de pesetas, se realiz¨® antes de la fusi¨®n. CNL puso 2.000 millones pero esa inversi¨®n no apareci¨® entre sus activos en el momento de la fusi¨®n.
Para la construcci¨®n del parque, Tibigardens cont¨® de nuevo con el apoyo oficial. Esta vez no ya el silencio administrativo, sino un aval p¨²blico de la Generalitat de 10.000 millones de pesetas. Sin embargo, cuando se concedi¨® el primer tramo de ese aval, a finales de 1992, Grand Tibidabo ya comenzaba a tener serios problemas de liquidez, lo que comportaba un serio riesgo para el dinero avalado p¨²blicamente.
Parking en Tibigardens
A pesar de que Grand Tibidabo declar¨® beneficios en ese a?o, los accionistas tardar¨ªan m¨¢s de 13 meses en recibir el dividendo correspondiente. Es m¨¢s, esos beneficios fueron posibles gracias a que De la Rosa se sac¨® de la manga la venta de un 7,5% de Tibigardens a una sociedad extranjera, con lo que se generaron unos beneficios contables de 1.200 millones. En realidad, se trataba de lo que en el argot financiero se llama un parking, una operaci¨®n en la que un tercero asume temporalmente un paquete de acciones con el comiso de que le ser¨¢n recompradas en una fecha determinada de antemano y pag¨¢ndole los correspondientes intereses. La argucia era una se?al clara de que la crisis estaba servida. A pesar de que esa operaci¨®n de ingenier¨ªa financiera figuraba en los balances auditados de Grand Tibidabo, la Generalitat, que estaba avalando a la sociedad que era objeto del parking, no pidi¨® explicaciones. De nuevo, la CNMV no hizo comentarios.
En 1993 la crisis de Grand Tibidabo se desarrolla a velocidad sideral. Los problemas financieros crec¨ªan al tiempo que las deudas. A finales de 1993, la deuda de todo el grupo alcanzaba los 43.000 millones de pesetas.
Los agobios financieros imped¨ªan a Grand Tibidabo y sus filiales afrontar sus pagos y el 8 de junio de este a?o ya no pudo abonar a sus obligacionistas los intereses semestrales correspondientes. La debacle estall¨® p¨²blicamente y las acciones, bajo m¨ªnimos hasta entonces, se desplomaron definitivamente en la Bolsa.
El mismo d¨ªa de la junta general, el 30 de Junio, los accionistas se enteraron de que las p¨¦rdidas brutas reconocidas por la empresa superaban los 10.000 millones de pesetas, o lo que es lo mismo: que la sociedad estaba a las puertas de la liquidaci¨®n.
En esa misma junta, a la que De la Rosa no asisti¨®, los accionistas ya no se cre¨ªan nada. La mayor¨ªa de las propiedades de Grand Tibidabo ten¨ªan un valor m¨¢s que discutible, sin aportar apenas recursos. Las pocas que quedaban en sus manos, como la sede social en la Diagonal de Barcelona, o el parque de atracciones de la monta?a del Tibidabo, estaban hipotecados o en garant¨ªa de cr¨¦ditos o del buen fin de otras operaciones. Para colmo de males, De la Rosa, el autor del desastre, deb¨ªa a la sociedad m¨¢s de 4.000 millones de pesetas, que nadie sabe si se cobrar¨¢n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.