El caso del jam¨®n estampado
Un mes¨®n de Carabanchel Alto exhibe un extra?o rostro masculino sobre el pernil de un cerdo
Antonio Garc¨ªa, propietario del mes¨®n La Cascada, de Carabanchel Alto, encarg¨® a un proveedor del Camino Viejo de Legan¨¦s un queso, unos chorizos y un jam¨®n. Las piezas le fueron servidas el pasado jueves. El mesonero, orensano de Cabeza de Manzaneda, colg¨® el jam¨®n en el muro posterior al mostrador del bar que da paso al restaurante e inici¨® una jornada m¨¢s de trabajo. El viernes, un hombre y una mujer, parroquianos habituales de la casa, se fijaron con detenimiento en el pernil de cerdo -6,700 kilos- que pend¨ªa de la pared.Los dos se miraron. Con sorpresa descubrieron que ambos ve¨ªan lo mismo sobre la cara anterior del jam¨®n: el ¨®valo de un rostro masculino, con abundante pelo, raya en medio, ojos de expresi¨®n triste, nariz recta y barba profusa. Abarcaba un palmo de extensi¨®n, aproximadamente, y se hallaba rematado en su conf¨ªn inferior por un grumo de sangre que emerg¨ªa sobre una esquirla del hueso del cerdo.
La pareja coment¨® el hallazgo con el mesonero. Antonio Garc¨ªa y su esposa, Catalina B¨¢rcena, de 28 a?os, quedaron perplejos al apreciar igualmente el contorno bien dibujado de un rostro. Otros parroquianos contemplaron el jam¨®n con igual detenimiento y el bien perfilado ¨®valo que su cara anterior mostraba sobre la rugosa superficie. Se alejaron un poco m¨¢s y el conjunto resultaba igualmente perceptible. "Incluso se ve mejor desde lejos", se?al¨® una mujer.
Algunos vecinos comenzaron a desfilar por el mes¨®n. Unos se llevaban las manos a la boca; otros re¨ªan con grandes voces; los m¨¢s quedaban pensativos porque el rostro les recordaba alg¨²n grabado conocido con anterioridad. Las chanzas se truncaron en seco: uno de los parroquianos coment¨® que aquello se asemejaba mucho a una estampa religiosa. "Se parece mucho al Buen Pastor", dijo una mujer de edad, refiri¨¦ndose al rostro de Cristo de rasgos salzillescos, profusamente difundido en estampas religiosas hace a?os.
"Desde la barra, sin decir nada a nadie, observo perfectamente c¨®mo la gente que entra, sin saber nada, fija los ojos sobre el jam¨®n. Es como si ejerciera sobre ellos una atracci¨®n especial", asegura Antonio Garc¨ªa, que confiesa hallarse "un poco asustado". "Cuando cierro el restaurante, agarro el jam¨®n y me lo llevo a casa, para traerlo luego por la ma?ana", agrega con cierto recelo.
No hay precedente en su mes¨®n de sucesos de la misma ¨ªndole. "El caso es que sobre este solar, antes de ser destinado a restaurante, trabajaban marmolistas que surt¨ªan de l¨¢pidas al cercano cementerio de Carabanchel", se?ala.
"Hemos pasado loter¨ªa por encima del jam¨®n, incluso algunos parroquianos me han dado fotograf¨ªas de sus parientes para que las cruce ante ¨¦l", cuenta Garc¨ªa. "Hay una se?ora que nada m¨¢s verlo se echa a llorar. Todo es bastante raro", dice.
"El otro d¨ªa vino por aqu¨ª un gitano. Ven¨ªa muy p¨¢lido y le llevaban cogido porque apenas caminaba", dice Catalina B¨¢rcena. "Dicen que desde que lo vio camina ya sin problemas", asegura la mesonera, que desconoce de qui¨¦n se trataba.
Cuando se le ofrece al mesonero una goma de borrar Mil¨¢n 430, de 15 pesetas, para que intente suprimir el rostro por si alguien lo hubiera dibujado, el mesonero declina la oferta con una sonrisa. Tambi¨¦n se niega en redondo a que un fot¨®grafo de EL PA?S obtenga una fotograf¨ªa de su jam¨®n estampado: "Enti¨¦ndanme, antes de hacer nada [permitir las fotos] tengo que asesorarme bien". Y se disculpa: "He de volver al tajo".
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