"Queremos saber conversar con las letras"
Dos campesinas de la selva de Mato Grosso deciden aprender a leer a los 70 a?os
Viven en la miseria del para¨ªso de la selva de Mato Grosso en una choza rodeada de mangos, cocoteros, bananales y ca?a de az¨²car. Eran analfabetas hasta hace unos meses. Y ahora est¨¢n felices como unas ni?as enamoradas porque ya pueden leer frases del libro Coraz¨®n infantil. Van a clase, a 10 kil¨®metros a traves de la foresta. Se sientan durante las dos horas de camino bajo un ¨¢rbol que produce la quinina, la sustancia que les cura la malaria, a hacer sus deberes cuando no han tenido tiempo en casa. Se averg¨¹enzan de llegar sin los deberes acabados.?Por qu¨¦ han decidido ponerse a estudiar el abecedario a los 70 a?os? Responde Damiana: "Porque de repente me di cuenta de que si llegaba aqu¨ª un polic¨ªa con un papel en la mano y nos dec¨ªa que ten¨ªamos que abandonar la casa no hubi¨¦semos podido defendernos porque no sabemos conversar con las letras". Y a?ade: "Entend¨ª que uno que no sabe leer es como un ciego".
Le ocurri¨® un d¨ªa que tuvo que ir al pueblo para hacer una pr¨¢ctica en el Ayuntamiento. Se par¨® en un lugar y pregunt¨® si aqu¨¦lla era la casa del alcalde. Se rieron de ella y le dijeron: "Mira, ?no ves que esto es una tienda?". Y comenta: "Me sent¨ª humillada. Yo miraba, pero no pod¨ªa conversar con aquellas palabras. Era como si no viera". Y cuando volvi¨® a su choza convenci¨® a su hermana gemela, Cosma, para empezar con el abecedario.
Lo tomaron con un entusiasmo de ne¨®fitos. Y lo cuentan con una efusi¨®n que les desborda. Quieren hablar las dos a la vez, ense?arnos sus deberes, los libros que les han regalado. Nos leen frases silabeando las palabras. Y nos cuentan que necesitaban un candil para leer de noche, pues en la selva no hay luz. Pero costaba 30 d¨®lares. Entonces trabajaron durante un mes recogiendo algod¨®n en el campo y pudieron compr¨¢rselo. Nos lo muestran con el orgullo del que ense?a un Ferrari.
Damiana est¨¢ casada. El marido merodea como una sombra. No habla, s¨®lo sonr¨ªe. "Est¨¢ enfermo", comentan las hermanas gemelas. Tuvieron un hijo que hab¨ªa estudiado las primeras cartillas. Y la madre hace ahora sus deberes en los blancos de los cuadernos que le dej¨® su hijo, pues ella no tiene, dice, "papeles limpios".
Una de las hermanas tiene las piernas llenas de llagas. Una le supura sangre casi negra. Le preguntamos por qu¨¦ no se la cura, y responde: "Ser¨ªa in¨²til porque es el lugar donde le gusta picotearme a la gallina y se vuelve a abrir siempre". Lo que no les falta nunca,, dice el vicario de Santa Terezinha, el sacerdote agustino F¨¦lix Valenzuela, es el sentido del humor. Y cuenta que cuando se les muri¨® el hermano, en la iglesia no hab¨ªa agua bendita. Le dijeron: "?Es que quiere mandar a nuestro hermano resequito al otro mundo sin unas gotitas de agua?". Y luego, acerc¨¢ndose a la caja, le susurraron al o¨ªdo: "Bueno, hermano, que te vaya bien y que no tengas demasiada prisa en venir a buscamos". Ten¨ªan a¨²n que aprender a leer.
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