La madurez renacida

Barry Harris sufri¨® el pasado a?o una trombosis cerebral que hizo temer por su futuro como pianista, pero tal es su ilusi¨®n y vitalidad que no s¨®lo se ha recuperado con prontitud del rev¨¦s sino que parece haber vuelto a nacer. Por fortuna, en el proceso de rejuvenecimiento no ha cedido ni una sola de las muchas conquistas hechas en su esplendorosa madurez.No es dif¨ªcil rastrear sus modelos: Bud Powell y Thelonious Monk alimentan su inspiraci¨®n sin fricciones, pero aprovecha las ventajas que supone el hecho de que ambos gigantes contribuyeran decisivamente a la invenci¨®n y desarrollo del jazz moderno desde distintos ¨¢ngulos conceptuales. Harris toma de Powell, el car¨¢cter incisivo,el j¨²bilo ¨¢cido y la concentraci¨®n necesaria para mantener el nivel de intensidad en lo m¨¢s alto; de Monk se queda con la imprevisibilidad en el acento y en el sutil sentido del humor. El resultado es explosivo: se pueden contar con los de dos de una mano los pianistas que le igualan en amplitud de l¨¦xico y claridad sem¨¢ntica.

Como tambi¨¦n le sucede a otro eminente colega nacido en Detroit, Tommy Flanagan, su estilo se vertebra sobre elementos caracter¨ªsticos del bebop pero gusta de aplicar adornos y giros mel¨®dicos m¨¢s propios de ¨¦pocas anteriores. Su pianismo abarca con una sola mirada toda la historia del jazz.

El asombroso Medley de piezas de Monk que realiza a piano solo, rematado con un estimulante Rhythm a ning en tr¨ªo, da la sensaci¨®n de ser una composici¨®n ¨²nica y cerrada, primorosamente engarzada con la intuici¨®n exclusiva de los improvisadores may¨²sculos. Cualquier tema sale favorecid¨ªsimo en los retratos que Harris traza con espontaneidad de creador absoluto. Esa suerte tienen los seleccionados en la semana de conciertos que ofrece el Caf¨¦ Central: entre otros, la exquisita balada It could happen to you, Una noche con Franc¨ªs, t¨ªtulo en espa?ol incluido en la banda sonora de la inolvidable pel¨ªcula Round midnight, o Cherokee, el jazz hecho himno.

Entre tan po¨¦ticas lecciones pr¨¢cticas, a Harris todav¨ªa le queda tiempo para impartir sobre la marcha alguna que otra te¨®rica al contrabajista Mario Rossy, correcto en su delicada funci¨®n, y sortear sin inmutarse las zancadillas percusivas que el travieso Jimmy Castro le pone sin malicia en ocasionales arrebatos de entusiasmo. El p¨²blico, invitado a dar palmas y corear la canci¨®n insignia del maestro, la pegadiza Nascimento, se convierte por momentos en el feliz cuarto miembro del grupo.