Balones fuera
Conchi Marchori resignada a dejar el f¨²tbol tras el incidente de Sondika
No consigue quitarse de la cabeza ni el rostro de la silueta de su agresor ni una silla de ruedas. Al primero le vio de cerca, "desencajado, fuera de s¨ª"; la imagen de la segunda acamp¨® en su mente cuando en el Gregorio Mara?¨®n le dijeron que la lesi¨®n era verdaderamente grave. Conchi Marchori es una de las jugadoras del Oroquieta agredidas el domingo pasado en la localidad de Sondika, cercana a Bilbao, cuando, tras finalizar el- partido con un 0-3 a favor de las madrile?as, se desat¨® una batalla entre los hinchas del equipo de Vizcaya y las jugadoras de Villaverde.De momento, Conchi Marchori no puede leer, ni ver la televisi¨®n, ni fijar la vista en nada durante mucho tiempo. Y no puede, por supuesto zafarse de su nuevo compa?ero, "un molest¨ªsimo collar¨ªn". A sus 27 a?os, Conchi nunca imagin¨® que su vicio, "jugar al f¨²tbol", pudiera reportarle tama?o castigo. Hace tres a?os abandon¨® el bal¨®n y las botas, "desencantada por la nula importancia que se le da al f¨²tbol femenino". Volvi¨® el pasado verano empujada por el recuerdo de los goles. Sab¨ªa que en el campo hay muchas patadas, muchos malos modos y muchos problemas. Pero desconoc¨ªa que, fuera de ¨¦l, hubiera gente capaz de golpearla hasta dejarla sin sentido. "Recuerdo que fui a ayudar a una compa?era y me encontr¨¦ a un se?or, que era el delegado del Sondika, furioso, desquiciado. Comenz¨® a zarandearme y a empujarme. Y not¨¦ un doloroso chasquido en la espalda. Luego supe que me hab¨ªa deshecho la segunda y tercera cervicales".
Pero lo que peor lleva Conchi no es el golpe, ni el collar¨ªn, ni su transitoria invalidez. "Lo peor", asegura, ."es la reacci¨®n de quienes tienen que, defendernos. La presidenta del f¨²tbol femenino ni siquiera se ha dignado llamarnos. Se ha limitado a intentar silenciar algunos medios de comunicaci¨®n. ?se debe ser su ¨²nico cometido. S¨®lo la federaci¨®n madrile?a nos ha llamado".
Por su parte, la entrenadora del Sondika, Ana Astoviela, se muestra perpleja ante la magnitud de los hechos. Para ella, los sucesos fueron bien distintos: "Hubo' un choque entre dos jugadoras. Se mont¨® una peque?a tangana y nada m¨¢s. En ese momento, Esther Zarza, del Oroquieta, llam¨® hija de puta a mi portera. Su hermano, que estaba en la grada, la oy¨® y salt¨® a pegarla. Y eso me parece bochornoso. Pero de ah¨ª a lo que cuentan en Madrid va un abismo. Conchi Marchori lleva un collar¨ªn por un golpe que se dio durante el partido, no porque alguien la agrediera. El colmo es que lo denuncien y digan que en nuestro campo se las ha apaleado. Eso es falso. Nadie del p¨²blico peg¨® a las jugadoras del Oroquieta".
Mientras la denuncia contra los presuntos agresores de las chicas del Oroquieta sigue su curso, los responsables de la Federaci¨®n Espa?ola de F¨²tbol Femenino ya' han dictado sentencia. El campo del Sondika ha sido clausurado por un partido y tres jugadoras han sido sancionados: una vasca, una madrile?a -Sonia Calzada, que, adem¨¢s de otro collar¨ªn, luce una escayola en una mu?eca-, y el entrenador del Oroquieta. Conchi Marchori ni siquiera puede disgustarse por ello. Se lo han prohibido los m¨¦dicos. Pero seguro que la prohibici¨®n m¨¢s dolorosa es la que probablemente le llegue dentro de unos d¨ªas: "No me van a dejar volver a jugar al f¨²tbol. Ni los m¨¦dicos, ni mi madre".
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