Trabajo de "zappa"
Los espa?oles vemos cada d¨ªa la televisi¨®n 200 minutos y cambiamos de canal cada 12 para escapar (o ir al encuentro) del fuego graneado de los 2.000 spots y los m¨²ltiples programas horteras y reality shows que nos disparan cotidianamente las variadas cadenas televisivas.Como dice Jerry Mander en su libro Cuatro buenas razones para acabar con la televisi¨®n, "ninguna cultura ha gastado tanto tiempo al un¨ªsono en estar todos sentados en habitaciones oscuras mirando una luz artificial cual si fuera una luna de pacotilla". Y esto lo hacemos como hipnotizados, sin casi parpadear, en una actitud pasiva y acr¨ªtica (est¨¢ demostrado que el movimiento del ojo y el pensamiento est¨¢n conectados) de zombies descerebrados. Imag¨ªnense lo que habr¨ªa podido ocurrir si el fil¨®sofo plat¨®nico hubiera sido espa?ol y gastado su ocio en sentarse a ver la tele y no a pensar. Si S¨®crates hubiera pose¨ªdo un televisor hoy podr¨ªa no haber televisi¨®n. Porque quiz¨¢ no habr¨ªa tenido la fuerza de voluntad de apagar y ponerse a pensar que s¨®lo sab¨ªa que no sab¨ªa nada, exist¨ªa, con lo que nuestra cultura posiblemente habr¨ªa seguido un rumbo muy distinto al actual. Y si, provisto de un mando a distancia, se hubiera dedicado al zapping, habr¨ªa desarrollado, si acaso, un asistema filos¨®fico de corto fuelle mental, intermitente, inconexo, mariposeante, caleidosc¨®pico, raps¨®dico, en lugar de sentar las bases del pensamiento racional preposmoderno.
Tampoco, si en el siglo de Pericles hubi¨¦ramos pose¨ªdo 9,9 televisores por cada 10 hogares, ser¨ªamos hoy altos y apuestos como somos, sino una especie mutante de renacuajos panzudos, patizambos y bracicortos, de ojos saltones y frente estrecha, por haber permanecido varias horas al d¨ªa durante 25 siglos recostados decubitosupinamente ante la tele sin parpadear, en una vaga posici¨®n fetal involutiva. Hoy mismo, sin remontarnos m¨¢s por la senda involucional, ya se puede observar en algunos individuos de la segunda generaci¨®n telemutante cierto aire de batracio chapoteante por la charca asf¨¢ltica. Y el destino fetal que nos aguarda ya se entrev¨¦ en esos telecantropus semierectus encogidos ante el televisor en posici¨®n fetulenta de retorno vertebral a su lugar de descanso placentario y en esos gnomos mentales metidos en sus setas dentro del bosque de antenas parab¨®licas.
Pero no hay mal que por bien no venga, los nuevos trongloditas, postrados en nuestros hogares electr¨®nicos ante el altar televisual del dios Tron y de su sant¨ªsima trinidad el Trinitr¨®n, hemos recuperado, con ayuda de nuestro bast¨®n de mando a distancia, parte del poder perdido sobre las ondas hercianas que nos dominan y recobrado la libertad de apagar e irnos sin movernos de lugar o de hacer un corte de mangas y echarnos a remar por los canales de la Venecia audiovisual. En una fuga, eso s¨ª, desde el embrutecimiento m¨¢s absoluto hasta el caos mental total de la subcultura del, todo a cien audiovisual. C¨®modamente entronizados en nuestros cocoons, electrodomesticados Zippi y Zappes, la ¨²nica travesura que nos es permitido cometer consiste en dejar con la palabra en la boca a los iconos parlantes, cortar y cambiar a voluntad las im¨¢genes movedizas que, como advert¨ªa Walter Benjamin premonitoriamente, amenazan con "borrar las huellas del pasado, liquidando el valor de la tr¨¢dici¨®n en la herencia cultural", y que invaden como hordas hercianas nuestra celda oscura por el ventanuco de 625 barrotes.
El zapping nos sirve adem¨¢s de paraguas para protegernos del granizo iconogr¨¢fico y el pedrisco verbal de los anuncios publicitarios, quintaesencia de la subcultura salpic¨®n de Lipovestky (o destellar de Toffler, mosaico de Cazeneuve) que gravita en tomo al clip, el pop, el rock, el chip, el fingle, el single, el jean, el pub, el comic, el pack, el compact, lo cool, lo light, lo teen, los spots... Los spots, esos cuentos llenos de ruido y de furia, contados para necios y que no significan nada m¨¢s que incitaciones a comer las migajas del banquete de la sociedad consumista, contribuciones a moldearnos al homo telespectator el pensamiento-spot de que habla Lipovestky e invitaciones a ser m¨¢s competitivos, agresivos, hedonistas e insolidarios.
No obstante, ojo, no confundamos homo zappiens con hombre sabio ni zapping con libertad. Como se?ala tambi¨¦n Lipovestky, en la era del vac¨ªo y el imperio de lo ef¨ªmero,"el individuo posmoderno ha olvidado que la libertad es una cosa muy distinta que el poder cambiar de cadena". Y que incluso al optar por esa soluci¨®n provisional hacemos de ingenieros zapeadores de nosotros mismos, dedicados, en una inconsciente labor de zappa, a la demolici¨®n, devolici¨®n, derrelici¨®n y deconstrucci¨®n de nuestras propias mentes. En vez de recurrir, pues, al corta y rema por otros canales, cual gondoleros marconianos, que algo es, mejor ser¨ªa decidirnos por el apaga y v¨¢monos de una vez. O, mejor todav¨ªa, Zipi y Zape redivivos de verdad, destripar el televisor e irnos a gozar del oto?o en El Corte Ingl¨¦s.
Fernando Castell¨® es periodista.
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