Un menor con atrofia cerebral vive atado a una cama psiqui¨¢trica por falta de recursos
La familia y los m¨¦dicos del centro denuncian el "abondono institucional" del joven
V. C. M. no es un enfermo mental. Es un chico de quince a?os que, por una atrofia cerebral, no controla sus impulsos. Hace dos a?os, el chaval, desesperado de su situaci¨®n, le ped¨ªa a su padre que le matara.En ning¨²n centro sanitario quieren hacerse cargo de ¨¦l. Por eso, desde 1993, vive, casi siempre atado, en un hospital psiqui¨¢trico de Pontevedra. Su familia ha llevado el caso al Valedor do Pobo (Defensor del Pueblo) y los m¨¦dicos que le atienden han denunciado el "abandono institucional" al Ministerio de Sanidad y a la Xunta de Galicia. Lo que V. C. M. necesita es un tratamiento conductista, dicen los expertos, pero la familia se queja: "No podemos pagar un colegio privado".
"?Vio usted El silencio de los corderos? Germ¨¢n Gonz¨¢lez, director asistencial del hospital psiqui¨¢trico O Rebull¨®n, trata de dar con esa referencia una primera orientaci¨®n sobre el caso cl¨ªnico de V. C. M. Rebull¨®n no es su sitio y los padres han tenido que rechazar incluso una propuesta de practicarle una lobotom¨ªa. Hay soluciones m¨¢s dignas. Pero la Administraci¨®n demora en kafkianos pases de pelota de competencias la m¨¢s indicada.El problema de V. C. M. se deriva de un descuido del personal del paritorio donde su madre le dio a luz. Entonces sufri¨® anoxia (insuficiencia de ox¨ªgeno) neonatal, lo cual le produjo una atrofia c¨®rticosubcortical en el n¨®bulo frontal del cerebro. Traducido a t¨¦rminos de comportamiento social, esa atrofia le impide disponer de paciencia: una incapacidad funcional, por decirlo de otro modo, para contar hasta diez antes de actuar. La ansiedad que le puede suscitar cualquier situaci¨®n desata sus crisis, de repente, sin previo avis¨®.
"Esas zonas de atrofia cerebral se fueron compensando con el tiempo", indica el psiquiatra que lo trata actualmente, Ram¨®n Muntxar¨¢z. Ahora V. C. M. ya tiene acceso a sistemas de aprendizaje que le permiten recuperar gran parte de sus funciones, y ¨¦ste es el argumento de batalla de los m¨¦dicos que lo atienden.
"Pap¨¢, m¨¢tame, por favor", le ped¨ªa con 13 a?os V. C. M. a su padre, antes de ser ingresado en O Rebull¨®n. Padre y madre no pueden contener las l¨¢grimas de agradecimiento cuando aluden para EL PA?S al trato que su hijo ha recibido en ese hospital. ?l es obrero en una f¨¢brica de componentes de automoci¨®n. La familia -hay otra hija de 19 a?os- viv¨ªa desesperada antes del internamiento. "Todos est¨¢bamos al borde del suicidio".
A V. C. M. le detectaron de beb¨¦ un pronunciado estrabismo. A los cinco a?os le operaron en el Hospital Xeral de Galicia. Era un ni?o hiperactivo, trasto, rasgos que no mermaron al ser escolarizado. Todo lo contrario. Empez¨® a autolesionarse y a embestir a los dem¨¢s ni?os. A ello se deber¨¢ que en adelante lo expulsen o que ni siquiera lo admitan en la cascada de centros que la familia va tentando. En 1991 la cl¨ªnica universitaria de Navarra recomienda para el peque?o un tratamiento conductista. En el centro de educaci¨®n especial Carmen Polo de Ferrol lo admitieron a prueba y se lo devolvieron a los padres a domicilio como una carta certificada. Por Seur.
El periplo, entonces, ya no daba m¨¢s de s¨ª. En su casa, V. C. M. multiplic¨® sus impulsos destructivos. Cuando recobraba la cordura, se arrepent¨ªa, consciente de su situaci¨®n, y volv¨ªa a pedir que le matasen. Luego, otro ataque; en casa o en la calle, donde la emprend¨ªa particularmente con los coches.
"No est¨¢ loco, es un problema de conducta", va repitiendo el padre por todos los organismos oficiales que pudieran resolver su problema. In¨²tilmente. "Yo s¨¦ que esto nos pasa por ser yo un obrero. Por lo privado ya lo tendr¨ªa arreglado. Pero un colegio privado cuesta 225.000 pesetas al mes, y no gano para pagarlo".
El 14 de abril de 1993 decidieron internar a V. C. M en el hospital psiqui¨¢trico O Rebull¨®n, dependiente de la diputaci¨®n provincial de Pontevedra, sabiendo que no estaba loco. EL PA?S fue testigo ayer de su despertar. Estaba acostado boca arriba, sujeto al lecho por las mu?ecas, como sucede invariablemente, de viernes a lunes, cuando descansan los dos celadores que lo custodian en exclusiva. El resto de los d¨ªas, cuando lo sueltan y se levanta, su saludo m¨¢s com¨²n es una fulgurante embestida contra la pared. Se le aplican sedantes con poco efecto.
A veces V. C. M. presiente el acecho de su impulso destructivo y pide que lo aten. Otras, que lo desaten, porque le apetece hacer cuentas o dibujar. En cualquier caso, la estancia en este lugar puede repercutir de forma irreversible en su salud.
A la queja de la familia ante el Valedor do Pobo se ha adjuntado otra enviada el 27 de octubre por el doctor Munbtxaraz y 86 trabajadores del centro para que el chaval reciba el tratamiento adecuado en el lugar id¨®neo.
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