La semilla de la Cumbre de la Tierra
Dos a?os despu¨¦s de la reuni¨®n de R¨ªo el resultado es decepcionante y esperanzador al tiempo
Han pasado m¨¢s de cuatro a?os desde el D¨ªa de la Tierra de 1990, aquel festival mundial en el que todos, desde Paul McCartney hasta los Red Hot Chil¨ª Peppers, unieron sus voces para dar a conocer la dificil situaci¨®n de un achacoso planeta. Han transcurrido m¨¢s de dos a?os desde la Cumbre de la Tierra en R¨ªo de Janeiro, en 1992, en la que los jefes del Estado prometieron llevar a cabo acciones en contra de peligros como el calentamiento del planeta y la destrucci¨®n de la fauna y la flora. El balance es desigual, aunque, en l¨ªneas generales, se podr¨ªa afirmar que es decepcionante por los escasos resultados y, al tiempo, esperanzador porque hay una semilla que germina: la nueva conciencia de gobernantes y gobernados respecto al medio ambiente.
Aunque nadie albergaba la ilusi¨®n de que la humanidad podr¨ªa o estar¨ªa dispuesta a limpiar r¨¢pidamente la desordenada avalancha de contaminaci¨®n causada por el hombre, desde la basura hasta los gases-invernadero, desde los clorofluorocarbonos (CFQ hasta los bifenilos policlorinados, es justo reclamar un informe de los progresos. ?Han empezado al menos a hacer algo las naciones? ?Han profundizado en lo dicho en R¨ªo los presidentes y primeros ministros? ?Han dado dinero como dijeron?Las respuestas, en general, no son alentadoras. La decepci¨®n y la desilusi¨®n han mitigado las esperanzas y el sentido que rodearon R¨ªo. Las burocracias internacionales encargadas de llevar a cabo los acuerdos de R¨ªo se han ido moviendo a un ritmo penosamente lento. Gran parte del dinero prometido por las naciones ricas para ayudar a pa¨ªses m¨¢s pobres a cumplir los objetivos medioambientales todav¨ªa no se ha materializado.
Maurice Strong, el empresario y diplom¨¢tico canadiense que organiz¨® la Cumbre de la Tierra, dice: "Si quieren valorar el impacto de R¨ªo exclusivamente sobre la base de la acci¨®n gubernamental, tendr¨¢n que dar un mal informe. En lo que a los Gobiernos se refiere, no se han producido cambios fundamentales". James Gustave Speth, administrador del Programa de Naciones Unidas para ¨¦l Desarrollo, lo dice de forma m¨¢s sencilla: "El impulso que se dio en R¨ªo est¨¢ perdiendo fuerza". Y mientras los Gobiernos vacilan, la poblaci¨®n humana sigue creciendo r¨¢pidamente, libera m¨¢s contaminantes a la atm¨®sfera, apila m¨¢s basura y lleva a m¨¢s especies a la extinci¨®n.
Pese a todo esto, todav¨ªa se tiene fe en que la Cumbre de la Tierra fue un punto de inflexi¨®n y que con el tiempo dar¨¢ sus frutos. "La concienciaci¨®n mundial sobre las cuestiones medioambientales aument¨® dr¨¢sticamente por lo que sucedi¨® en R¨ªo", se?ala Timothy Wirth, subsecretario de Estado para Asuntos Mundiales de Estados Unidos. Aunque s¨®lo fuera eso, la cumbre consagr¨® el concepto de desarrollo sostenible, el principio de que el actual progreso econ¨®mico no debe poner en peligro el porvenir de las futuras generaciones.
Aunque se ha avanzado relativamente poco en la puesta en pr¨¢ctica de los acuerdos internacionales, cada pa¨ªs y sus Estados y ciudades han ido avanzando y tomado medidas y establecido sus propias normas. Al mismo tiempo, empresarios y empresas grandes y peque?as de todo el mundo procuran desarrollar las limpias tecnolog¨ªas del futuro. Los impulsa no s¨®lo el miedo a que todas las naciones impongan con el tiempo restricciones medioambientales m¨¢s duras, sino la convicci¨®n de que el movimiento para salvar el planeta ofrece oportunidades ilimitadas para ganar dinero. Jonathan Lash, presidente del World Resources Institute de Washington, dice: "Las empresas m¨¢s activas y visionarias saben que ser m¨¢s verdes va en su propio inter¨¦s". Una encuesta de Time entre jefes ejecutivos asi¨¢ticos y europeos descubri¨® que muchos de ellos ya no ven conflicto entre la ecolog¨ªa y la econom¨ªa. Mientras que el 51% considera la protecci¨®n del medio ambiente como un "costoso pero necesario lastre para el desarrollo econ¨®mico", el 31% est¨¢ de acuerdo en que esta protecci¨®n "ofrece oportunidades a las empresas para lograr beneficios y puede aumentar el desarrollo econ¨®mico".
Estaba claro que el periodo que seguir¨ªa a la Cumbre de la Tierra ser¨ªa, con toda seguridad, decepcionante, porque el alcance de las propuestas hechas en R¨ªo era muy ambicioso. En una rara muestra de unanimidad, los delegados aprobaron la Agenda 2 1,una estrategia global para el desarrollo sostenible que deb¨ªa iniciarse enseguida y prolongarse en el siglo XXI. El documento, de 800 p¨¢ginas, establece una l¨ªnea de conducta general en todo, desde el control de epidemias y la ayuda en caso de sequ¨ªa hasta el ¨®ptimo rendimiento energ¨¦tico y el reciclado.
Y lo que es todav¨ªa m¨¢s importante, los participantes en la cumbre anunciaron un nuevo pacto entre los pa¨ªses ricos del Norte y las naciones menos privilegiadas del Sur. El Norte, que consume una parte desmesurada de los recursos mundiales, ten¨ªa que encargarse de reducir el uso de energ¨ªa, la contaminaci¨®n y los residuos. El Sur deb¨ªa hacer m¨¢s para proteger sus enormes bosques y otras zonas intactas. La parte esencial del trato era la promesa del Norte de proporcionar dinero y tecnolog¨ªa para ayudar al Sur.
Hasta aqu¨ª llegaban las promesas. Los documentos de R¨ªo establec¨ªan un objetivo espec¨ªfico para la ayuda del Norte al Sur: las naciones desarrolladas deber¨ªan dar el 0,7% de su producto interior bruto combinado. De hecho, desde la Cumbre de R¨ªo, la cantidad de ayuda ofrecida por el Norte ha bajado en realidad de los 61.000 millones de d¨®lares de 1992 a los 55.000 millones del a?o pasado. La recesi¨®n ha sido en gran medida la responsable de la disminuci¨®n, pero esa excusa no despierta grandes simpat¨ªas en el Sur. "Los fondos del Norte han disminuido, pero ha aumentado su contaminaci¨®n", se queja Kainal Nath, ministro indio para el Medio Ambiente. Crece el temor de que, sin medidas m¨¢s firmes y sin un mayor compromiso financiero de las naciones ricas, la situaci¨®n del planeta empeorar¨¢ mucho antes de empezar a mejorar. Gran parte de la preocupaci¨®n se centra en cuatro problemas: el cambio clim¨¢tico, la destrucci¨®n de la fauna y la flora, la superpoblaci¨®n y la desaparici¨®n del ozono.
Los peores resultados son los del cambio clim¨¢tico y la destrucci¨®n de la fauna y la flora.
Respecto al cambio clim¨¢tico, aparte de adoptar la Agenda 21, los delegados de R¨ªo fraguaron un convenio independiente pensado para prevenir la que posiblemente sea la amenaza m¨¢s aterradora para el medio ambiente, la, posibilidad de que la concentraci¨®n en la atm¨®sfera de di¨®xido de carbono y otros gases-invernadero vayan calentando progresivamente la Tierra.
Alemania pretende recortar en un tercio sus emisiones de di¨®xido de carbono para el a?o 2005. Dinamarca, los Pa¨ªses Bajos y el Reino Unido han creado nuevos impuestos sobre el combustible para fomentar la conservaci¨®n de la energ¨ªa, pero la propuesta para establecer un impuesto sobre la energ¨ªa en toda la Uni¨®n Europea no est¨¢ llegando a ninguna parte. Los expertos predicen que Europa en conjunto no alcanzar¨¢ el objetivo de R¨ªo de reducir las emisiones de gas-invernadero.
En Estados Unidos, el panorama es, en el mejor de los casos, incierto. El plan de la Administraci¨®n de Clinton es tan ineficaz que ni siquiera los expertos gubernamentales confiar en poder alcanzar su objetivo para el a?o 2000.
Jap¨®n se ha resignado a incumplir el objetivo de R¨ªo: se prev¨¦ que las emisiones de di¨®xido de carbono habr¨¢n aumentado un 3% para el a?o 1000. M¨¢s preocupante es lo que sucede en China, con su inmensa poblaci¨®n y el ansia de desarrollo. Pek¨ªn ha redactado su propia versi¨®n de la Agenda 21, y ha reconocido la necesidad de crecimiento sostenible, pero, al mismo tiempo, el Gobierno est¨¢ haciendo planes para un r¨¢pido crecimiento de la producci¨®n de autom¨®viles.
Escasos apoyos
Un segundo convenio firmado en R¨ªo aspira a detener la p¨¦rdida de biodiversidad, la insustituible variedad de la vida animal y vegetal en todo el globo. El acuerdo hace un llamamiento a los pa¨ªses para que identifiquen las especies en peligro y preserven los lugares donde viven. El convenio no hace nada para detener el inexorable avance de empresas madereras, colonos y especuladores que est¨¢n talando o quemando bosques tropicales antes de que se descubran todos sus tesoros biol¨®gicos.
Asimismo, el acuerdo tiene escaso apoyo de Estados Unidos, donde la protecci¨®n de especies en peligro se considera generalmente como una amenaza para el libre uso de la propiedad privada. El ex presidente Bush rehuy¨® el tratado de R¨ªo sobre biodiversidad; Clinton lo firm¨®, pero ahora el Senado estadounidense se niega a ratificarlo.
Sobre la desaparici¨®n de la capa de ozono baste el dato aportado por Elizabeth Dowdeswell, directora ejecutiva del Programa de Medio Ambiente de Naciones Unidas: de los 510.000 millones de d¨®lares prometidos para los a?os 1994-1996, s¨®lo se han entregado 31.000.
Naturalmente, las prioridades del Sur no son exactamente las mismas que las del Norte. Resulta dif¨ªcil para las naciones en v¨ªas de desarrollo inquietarse por el cambio clim¨¢tico y la desaparici¨®n del ozono cuando sus pueblos se enfrentan a peligros mucho m¨¢s inmediatos: la pobreza, la enfermedad y la contaminaci¨®n del aire y el agua.
Ashok Khosla, presidente de una, organizaci¨®n no gubernamental india llamada Alternativas para el Desarrollo, dice: "Nosotros tenemos que acabar con la pobreza y crear puestos de trabajo, porque es lo que nos preocupa". Pero si los pa¨ªses no tienen cuidado, un mayor n¨²mero de puestos de trabajo podr¨ªa significar una mayor degradaci¨®n del medio ambiente.
Algo parecido se oye en los pa¨ªses del antiguo bloque sovi¨¦tico. Mark Borozin, redactor de Green World, un peri¨®dico ecologista de Mosc¨², dice: "?Qu¨¦ ha pasado con el gran movimiento ecologista de Rusia? La gente dice ahora: 'Dadnos pan, un techo y ropas, y entonces pensaremos en la ecolog¨ªa".
Casi nadie afirma que haya que proteger el medio ambiente deteniendo el progreso econ¨®mico. Cuanto m¨¢s pobre es un pa¨ªs, m¨¢s esencial resulta el desarrollo, que puede traer mejoras en la educaci¨®n, la higiene y la sanidad. Pero el desarrollo tiene que ser sostenible. Si pa¨ªses abarrotados de gente como China e India eligen el mismo camino hacia la prosperidad que eligieron Estados Unidos y Europa, el planeta est¨¢ condenado.
Por el momento, el taca?o Norte se ve en aprietos para limpiar su propia tecnolog¨ªa, y todav¨ªa m¨¢s para financiar una nueva forma de desarrollo en el Sur. Pero, en todo caso, la tecnolog¨ªa verde est¨¢ echando ra¨ªces. Pueden encontrarse cocinas de energ¨ªa solar, que sustituyen a las de le?a, en pa¨ªses como Afganist¨¢n o Zimbabue.
En Europa se vende mucho un frigor¨ªfico sin CFC desarrollado en Alemania, y pronto llegar¨¢ a India, El Fondo para la
-Defensa del Medio Ambiente ha ayudado a crear un nuevo tipo de instalaciones para el tratamiento de aguas residuales en Tijuana (M¨¦xico), baratas, pero limpias y eficaces.
Con los ojos puestos en el futuro, muchas grandes empresas ven brillar el oro en la venta de tecnolog¨ªa verde. La Siemens alemana es una de las principales fabricantes de c¨¦lulas solares fotovoltaicas, que producen electricidad., La Mitsubishi japonesa est¨¢ construyendo tina planta energ¨¦tica alimentada por gas y con bajas emisiones en Virginia (Estados Unidos). La US Steel se unir¨¢ a la Nucor Corporation para desarrollar una forma ecol¨®gica de hacer acero.
Incentivos econ¨®micos
Los l¨ªderes tecnol¨®gicos encuentran montones de clientes entre las empresas que desean no s¨®lo acatar las normativas medioamientales, sino tambi¨¦n reducir el despilfarro. Francesco di Castri, director de investigaciones, del Centro Nacional de Investigaciones Cient¨ªficas de Francia, se?ala: "Cada vez m¨¢s empresas entienden que tienen un inter¨¦s financiero b¨¢sico en hacer (te la protecci¨®n del medio ambiente una parte de sus. operaciones y lograr as¨ª una ventaja competitiva sobre sus rivales".
Sin embargo, ninguna empresa regala tecnolog¨ªa por, nada. Por eso, el Sur reclama un mayor caudal de ayuda del Norte. Pero, qu¨¦ duda cabe, no todo el dinero tiene por qu¨¦ ser una limosna sin compromiso alguno. Si la ayuda se utiliza para comprar tecnolog¨ªa del pa¨ªs que da el dinero, el trato puede a?adir un incentivo econ¨®mico que beneficie a ambas naciones. Si se hace para que tenga sentido que Estados Unidos ayude a financiar las exportaciones de aviones Boeing, ?por qu¨¦ no aplicar el mismo razonamiento a la transferencia de tecnolog¨ªa verde?
Est¨¢ claro que la Cumbre de la Tierra, no producir¨¢ resultados dr¨¢sticos tan r¨¢pidamente como algunos hab¨ªan esperado. Los males mundiales no se curan s¨®lo porque los l¨ªderes firmen trozos de papel. Pero la memorable reuni¨®n de R¨ªo arroj¨® luz sobre el reto del medio ambiente, aument¨® la concienciaci¨®n del p¨²blico y alert¨® a las empresas respecto a las oportunidades que se avecinan. Consider¨¢ndolo todo, no es un mal principio.
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