La desenvoltura de un maestro

A David Byrne se le cay¨® una r¨¢faga de risa cuando se desped¨ªa de la gente que se romp¨ªa las manos para expresar su contento. Todav¨ªa quedaban los bises, pero el caballero hab¨ªa seducido ya a una audiencia que acab¨® rendida a pesar de la frialdad del recinto Al empezar el concierto hab¨ªa dicho que habr¨ªa de todo: del pasado, del presente y del futuro. El sonido del local era excelente.David Byrne tuvo su ¨¦poca en que parec¨ªa un alambre que recorr¨ªa el escenario con movimientos entrecortados, pero ahora le ha crecido el pelo, viste de negro y s¨®lo levanta las rodillas sin mucho aspaviento. Viaj¨® por un pu?ado de temas de todas sus ¨¦pocas con un grupo de m¨²sicos j¨®venes y competentes el vibr¨¢fono: un hallazgo- que hab¨ªan asimilado perfectamente sus nuevas directrices: ir al grano con la -m¨¢xima sencillez y la energ¨ªa m¨¢s intensa.

Una sabia dosis de sentido del humor, unos gramos de referencias turbias y un derroche de pura vitalidad. Con esos elementos, Byrne hace su m¨²sica, que combina latigazos de energ¨ªa rock con ritmos y atm¨®sferas de las m¨¢s variadas-culturas musicales. Siempre inquieto, ahora recupera la transparencia de los primeros Talking Heads, pero en el camino ha incorporado un sin fin de influencias y suena diferente: sus viejos temas parec¨ªan nuevos e incluso se atrevi¨® con un tema de Thelonius Monk. El capricho de un caballero que se desenvuelve con soltura en cualquier estilo -haci¨¦ndolo suyo- y que explota en una r¨¢faga de risa porque le encanta su trabajo. Un concierto impresionante.