Laudrup decapita al Odense
Un gol del dan¨¦s resuelve para el Madrid un partido tosco
El Madrid resolvi¨® en Odense un partido tosco y oscuro de la mano de Michael Laudrup, la ¨²nica chispa de la fr¨ªa noche danesa. El Madrid nunca se enganch¨® al encuentro como hab¨ªa dibujado en su pizarra. Quiso tocar y tocar. Conducir al rival a su antojo, pero le falt¨® soltura. La brillantez de Laudrup y la sociedad Amavisca-Zamorano dieron al equipo madridista un billete adelantado. para la siguiente eliminatoria y dej¨® la huella de un jugador que ha crecido espectacularmente: Amavisca.Fue un partido sin cartel. Un escenario reducido al m¨ªnimo, tallado a la medida de su due?o, un equipo infantil, con conceptos futbol¨ªsticos jur¨¢sicos: patad¨®n al cielo y a rezar. El Real Madrid, su mejor comensal de los ¨²ltimos a?os, no hizo los honores. Se mostr¨® lento y distra¨ªdo. Espeso y plomizo el Madrid, su rival encontr¨® ox¨ªgeno. S¨®lo padeci¨® con los destellos de su compatriota. Primero, con un quiebro sutil del dan¨¦s y toque de billar para Amavisca, que se top¨® con el portero del Odense. Luego, con un galope del c¨¢ntabro cuyo centro desde el bander¨ªn remat¨® el dan¨¦s al larguero. Ah¨ª se sec¨® el repertorio blanco del primer tiempo.
El Odense Stadium es un campo achicado, corto y estrecho: el h¨¢bitat natural de un conjunto que desprecia 40 metros. Al Odense le incomoda el bal¨®n y si el rival es superior, cuanto menos aterrice mejor. Desde el principio oblig¨® al Madrid a maniobrar sin espacios. El bal¨®n no circul¨® con fluidez, siempre estuvo dislocado, ya fuera en las piernas (le Redondo, Michel o Mart¨ªn V¨¢zquez, sus conductores naturales.
Tan s¨®lo Laudrup, supo abrirse paso. El dan¨¦s tuvo m¨¢s presencia que en sus ¨²ltimas apariciones. Incluso su tr¨¢nsito por el ¨¢rea fue inusual. Estuvo siempre en el rondo y se ofreci¨® para todas las jugadas verticales. Pero el partido nunca se movi¨® a su comp¨¢s. Sus compa?eros no participaron de su traves¨ªa.
Cada minuto de somnolencia madridista engordaba la ilusi¨®n danesa al tiempo que aliviaba su susto inicial. Poco importaba que Buyo tardara 27 minutos en estrechar sus manos al bal¨®n, apenas piara un despeje de pu?os. El Madrid se fue quedando sin discurso, hasta que una p¨¢jara de Alkorta. y Mart¨ªn V¨¢zquez le dej¨® af¨®nico. Schjonberg, un lateral zurdo de enorme envergadura, fusil¨® a Buyo desde 30 metros. El gol lleg¨® cuando m¨¢s escuece, en el ¨²ltimo suspiro del primero tiempo.
A¨²n cabizbajo, al Madrid se le alter¨® de nuevo el pulso. El camerun¨¦s Tchami aloj¨® el bal¨®n en la red cuando apenas hab¨ªa comenzado la segunda parte. El bander¨ªn del linier quebr¨® la hombrada y el gol se anul¨®. Mientras, el Madrid insisti¨® en su estrategia.
Pasado el acongojo, el Madrid recuper¨® el mando y con Laudrup de nuevo sobresaliente fue trenzando mejor. Era cuesti¨®n de esperar. Y sobre todo, de ponerse en manos del dan¨¦s. As¨ª lleg¨® la mejor jugada del partido, un monumento a la est¨¦tica, al deleite de cualquier aficionado. Laudrup la pidi¨® en la medular. Mir¨® de aqu¨ª para all¨¢ y descubri¨® a Amavisca, soberbio en el desmarque en carrera. ?ste corri¨® de extremo y dio un pase de tiral¨ªneas para que Zamorano empujara el bal¨®n a la red. La jugada acredit¨® el partido y tumb¨® al Odense, que se dio de bruces contra una realidad que hasta entonces s¨®lo el Madrid se hab¨ªa empe?ado en desfigurar.
El golde Amavisca no abort¨® el car¨¢cter revoltoso del partido, alocado en muchas fases, como la que propicio el empate dan¨¦s, en un disparo con anticipaci¨®n de Hjoth. As¨ª y todo, fue un espejismo para el Odense, que sigui¨® ahogado en su juego primitivo y rancio.
Los minutos finales dejaron el reencuentro de Laudrup con el gol. El dan¨¦s entr¨® en el ¨¢rea burlando cad¨¢veres hasta que bati¨® a Hogh. Fue el premio a la elegancia y al esfuerzo del mejor director de orquesta de la noche.
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