Francia: C¨¢mara de representaci¨®n territorial
Pese a que Francia no es un Estado pol¨ªticamente descentralizado, su Senado es un ejemplo bien caracter¨ªstico (y muy singular) de C¨¢mara de representaci¨®n territorial y no s¨®lo porque as¨ª lo defina la propia Constituci¨®n al disponer, en su art¨ªculo 24, que el Senado "asegura la representaci¨®n de las colectividades territoriales de la Rep¨²blica", sino porque el modo de elecci¨®n de los senadores hace efectivo ese tipo de representaci¨®n. El Senado se elige mediante sufragio indirecto, esto es, por un amplio colegio formado aproximadamente por 100.000 personas, que, a su vez, fueron elegidas para ocupar sus cargos por sufragio universal. Componen ese colegio los diputados, los consejeros regionales, los consejeros generales, los miembros del Consejo Superior de los franceses establecidos en el extranjero, los consejeros de la Asamblea de C¨®rcega y los delegados elegidos por los consejos municipales.De esas seis categor¨ªas, las cinco primeras comprenden poco m¨¢s del 6% del total de los electores senatoriales, lo que significa que el 94% aproximadamente de ese total est¨¢ integrado por los delegados de los consejos municipales. El Senado no representa, pues, exactamente a los departamentos o a las regiones, sino a los municipios de Francia. ?sa es su aut¨¦ntica y genuina naturaleza: ser una C¨¢mara de representaci¨®n municipal, "el gran consejo de los municipios de Francia", como dijo Gambetta. Idea bien arraigada en aquel pa¨ªs desde el inicio de la III Rep¨²blica y s¨®lidamente mantenida hasta ahora.
La composici¨®n del Senado fluct¨²a seg¨²n los cambios demogr¨¢ficos, atribuy¨¦ndose un n¨²mero de senadores por departamento en proporci¨®n a su poblaci¨®n. El total de senadores ascendi¨®, en las elecciones de 1989, a 321. Se trata de una C¨¢mara amplia, pero bastante m¨¢s reducida que la Asamblea Nacional (ambas componen el Parlamento franc¨¦s), que casi la duplica en n¨²mero de miembros. El mandato de los senadores es por nueve a?os, renov¨¢ndose por tercios cada tres. A diferencia de lo que ocurre con los diputados, para los cuales s¨®lo se exige la mayor¨ªa de edad, para ser senador se requiere tener cumplidos 35 a?os (ello desde 1946, pues en la III Rep¨²blica era 40 a?os).
Salvo en materia de exigencia de la responsabilidad pol¨ªtica del Gobierno, monopolizada por la Asamblea Nacional, y que es una competencia, pues, de la que el Senado carece, las dem¨¢s funciones que desempe?a son id¨¦nticas a las de la C¨¢mara baja. En la m¨¢s principal de ellas, en el ejercicio de la potestad legislativa, el Senado cumple el cometido de C¨¢mara de segunda lectura de las leyes, en una situaci¨®n de moderado equilibrio frente a la Asamblea Nacional, equilibrio que se sustenta en lo que all¨ª suele llamarse el "doble bicameralismo", esto es, en la posibilidad (que queda en manos del Gobierno) de, que el Senado act¨²e, respecto de la Asamblea Nacional, unas veces en situaci¨®n de paridad ("bicameralismo igual") y otras en situaci¨®n subordinada ("bicameralismo desigual"). Como es obvio, esta facultad del Gobierno le permite no s¨®lo hacer prevalecer la voluntad legisladora de la Asamblea (si all¨ª cuenta con una mayor¨ªa favorable), sino tambi¨¦n lo contrario, esto es, apoyarse en el Senado (no haciendo uso de la prerrogativa que le concede el art¨ªculo 45 de la Constituci¨®n) para frustrar un texto aprobado por la Asamblea en t¨¦rminos no deseados por el Gobierno.
La opini¨®n que los pol¨ªticos y la doctrina tienen sobre el papel del Senado es mayoritariamente favorable. Se reconoce su eficacia en la utilizaci¨®n de los medios ordinarios de control (preguntas, interpelaciones, comisiones de, investigaci¨®n, que all¨ª pueden ser "de encuesta" y "de control") y su capacidad para mejorar t¨¦cnicamente los proyectos legislativos; todo ello gracias a su cualidad de C¨¢mara de notables, cualidad que favorece un cierto grado de independencia y ponderaci¨®n y que es resultado, por una parte, del sistema de elecci¨®n indirecta y, por otra, de una larga tradici¨®n de prestigio senatorial que ha llevado a la C¨¢mara a pol¨ªticos experimentados, bien relacionados con los problemas locales y muy activos en el servicio a los ciudadanos. Como ha dicho J. Rivero, no es que la elecci¨®n haga notables, sino que los notables son elegidos.
Es cierto que a veces se ha denunciado la prevalencia de los intereses rurales en el Senado, dada la sobrerrepresentaci¨®n de los municipios peque?os, tild¨¢ndose al Senado de C¨¢mara de la agricultura. Sin embargo, la opini¨®n mayoritaria, adem¨¢s de resaltar lo que de exagerado, hay en esa cr¨ªtica, ha entendido que la funci¨®n de representar "a la tierra" y no s¨®lo a los ciudadanos es el aut¨¦ntico significado de la representaci¨®n territorial, mediante la cual se asegura en Francia la vigencia de uno de los componentes b¨¢sicos de la cultura pol¨ªtica nacional, como es la vida local. Nadie niega, pues, el gran peso del Senado en la estructura estatal, o en palabras de J. Cadart, "su contribuci¨®n fundamental e indispensable en la vida pol¨ªtica francesa". No en vano el presidente del Senado es la tercera personalidad del Estado (inmediatamente despu¨¦s del presidente de la Rep¨²blica y del primer ministro), llamado a sustituir al propio presidente de la Rep¨²blica en caso de vacante, como ocurri¨® en 1969 y 1974.
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